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Afganos que trabajaron para España piden auxilio al Gobierno: “Los talibanes van por las casas para matarnos”

Personal que trabajó con la cooperación española en Afganistán envía una carta a Exteriores para pedir auxilio.

Elena Herrera

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Son ingenieros, limpiadoras, médicos, administrativos o conductores afganos que entre 2005 y 2013 trabajaron para la cooperación española en Badghis, una de las provincias más pobres y remotas del país, y que ahora, tras el regreso al poder de los talibanes, están en peligro por haber estado ligados en algún momento a las potencias aliadas que intervinieron en Afganistán 2001. Más de un centenar de estos extrabajadores de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (AECID) y sus familiares se han desplazado a Kabul en los últimos días desde más de una treintena de provincias con la esperanza de poder salir del país. Desde entonces, y tras intentar sin éxito acceder al aeropuerto, aguardan refugiados en hoteles una llamada de las autoridades españolas que no llega.

Esta situación desesperada les llevó el pasado sábado a dirigirse por carta al ministro de Exteriores, José Manuel Albares. En la misiva, de poco más de 300 palabras, piden ser evacuados para salvar sus vidas y las de sus familiares, incluidos sus hijos de corta edad. “Antes, como empleados de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (AECID) éramos conocidos en nuestra provincia de Badghis, pero nuestra presencia en Kabul durante los últimos días nos ha expuesto ante todo el país y sobre todo ante los talibanes. Ahora hacemos frente a una amenaza más inminente que nunca”, dice ese texto, al que ha tenido acceso elDiario.es. 

“Ahora mismo estamos en una situación realmente mala, no podemos ir a nuestra provincia. Si vamos, los talibanes nos matarán. Cuando estábamos en nuestra provincia nos amenazaron y nos vimos en la obligación de irnos. Van por las casas por las noches para buscar a las personas que trabajaron para el Gobierno y matarlas”, asegura Taiyiba, una de las mujeres que trabajaba en un proyecto de la AECID sobre cría doméstica de pollos y que se ha desplazado desde Badghis a Kabul. Al otro lado del teléfono, su voz suena desesperada. No tiene dinero para pagar el hotel en el que está escondida en Kabul, pero teme que si vuelve a su provincia de origen los talibanes vayan a por ella. Taiyiba es viuda, tiene dos hijas a su cargo y una hermana soltera.

En Kabul, las tarifas de hoteles y casas de huéspedes se han multiplicado hasta por tres en las últimas semanas, un precio que no es asequible para la mayoría de familias, relata al elDiario.es uno de esos extrabajadores de la cooperación española que pide no ser identificado por miedo a represalias. “Hay familias que están viviendo en parques y otras que sólo usan las casas de sus familiares para dormir y pasan el resto del día a la intemperie. Volver a sus lugares de origen también es un desafío en términos de seguridad. Sabemos lo mucho que trabajó el Gobierno de España para sacar a la mayor cantidad de gente posible. Pero la fortuna no estuvo del lado de algunos de nosotros, que nos hemos quedado atrás”, lamenta este hombre, que trabajó en la misión de Badghis. 

“Estamos listos para recibir más instrucciones para la evacuación (...). Esperamos que el Gobierno español tome en consideración nuestra solicitud”, prosigue en la carta enviada al ministro. Muchos de estos ciudadanos afganos intentaron sin éxito durante días acceder al aeropuerto por Abbey Gate, la puerta sur del aeropuerto donde se produjo la primera detonación del atentado del pasado jueves que asesinó a casi 200 personas y provocó que se detuviera el proceso de evacuación desde ese acceso. En este atentado murió el hijo de una exempleada de la AECID, según adelantó El Confidencial y confirmó elDiario.es.

La mayoría de ellos intentaron acceder al aeródromo provistos de salvoconductos expedidos por el Ministerio de Exteriores español pero la marabunta de gente impidió que pudieran entrar en el aeródromo. Otros se quejan de que, a pesar de tener esos certificados, los soldados no les dejaron pasar porque sus nombres no constaban en las famosas listas de evacuados. 

El Gobierno, que el pasado viernes dio por terminada la “misión” de evacuación por el empeoramiento de las condiciones de seguridad y tras haber podido traer a España a 2.206 afganos, asegura estar buscando “otras vías” para evacuar a más colaboradores. “Esas personas no se han quedado atrás porque la operación no está cerrada. Esas personas tienen que saber que el Gobierno de España sigue comprometido con ellos”, dijo este lunes en el Congreso el titular de Exteriores, José Manuel Albares. Respecto a la carta y la situación concreta de los excolaboradores de la AECID, un portavoz de Exteriores confirma a elDiario.es su recepción y asegura que se están viendo “todas las posibilidades”, si bien reconoce que cualquier vía será “complicada”.

“Todos estamos en peligro”

Entre tanto, los antiguos empleados de la cooperación española que siguen en Afganistán temen que esa respuesta de las autoridades españolas, si llega algún día, lo haga tarde para ellos. Sayed F. S., ingeniero agrícola que trabajó entre 2009 y 2012 el programa de desarrollo rural de la AECID, asegura estar bajo el foco de los talibanes. “No hay opciones para mí. Tocaron nuestras puertas dos veces y eso que cambié mi ubicación en varias ocasiones. Todos estamos en peligro”, escribe por WhatsApp desde Kabul, donde está refugiado en casa de un hermano junto a su mujer y sus cinco hijos. Uno de ellos, de cuatro años, acabó deshidratado tras pasar tres noches en las inmediaciones del aeropuerto. “La coordinación de los soldados españoles fue mediocre. No dejaron pasar a muchas personas que tenían salvoconductos porque no estaban en las listas”, lamenta. 

Desde una pequeña habitación de hotel en Kabul habla el doctor Ghulam R. A., dermatólogo formado en Afganistán y Alemania que coordinó los proyectos sanitarios que la cooperación española desplegó en la ciudad de Qala i Naw, donde se amplió y equipó el hospital, se construyó un nuevo pabellón materno-infantil y una unidad de atención a niños mal nutridos y se edificaron siete clínicas rurales. Ghulam, de 42 años, es ahora uno de esos afganos que está en peligro por haber colaborado con una potencia extranjera. Tiene una hija y dos hijos pequeños. 

“Ahora en Afganistán no hay opciones para mí porque toda la gente —los vecinos, otros médicos...— saben que trabajé para el Gobierno español y que he venido a Kabul desde Herat para intentar salir del país”, afirma por teléfono. Antes de que los talibanes tomaran de nuevo el poder trabajaba en una clínica privada, pero decidió viajar a Kabul junto a su familia para intentar ponerse a salvo. No lo consiguió a pesar de haber pasado varios días junto a su familia en Abbey Gate y el canal de aguas fecales que rodea al aeropuerto. 

De hecho, relata que estuvieron a 200 metros del lugar de la explosión suicida. Afortunadamente, no les pasó nada de gravedad pero su hijo acabó con algunas contusiones por la estampida y tuvo que pasar unas horas en el hospital. “Estamos esperando a que el Gobierno español nos contacte de nuevo. Nos han dicho que sigamos en Kabul, que nos cuidemos, pero la situación de seguridad aquí es muy mala”, lamenta. 

Es la misma esperanza que tiene otro extrabajador de la AECID que prefiere no ser identificado ante el temor de que puedan tomar represalias contra él o de que, si habla, se pueda frustrar la evacuación de su familia. También está en una habitación de hotel junto a sus cuatro hijos, pero con cada vez menos dinero para hacer frente al desembolso que eso supone. “Me gustaría tener una respuesta del Gobierno de España para saber si volvemos a casa o nos quedamos aquí. El hecho de estar en Kabul ya nos ha expuesto de cara a los talibanes, que saben que queremos salir del país”, dice este hombre que también intentó sin éxito acceder al aeropuerto junto a su mujer y sus hijos. 

“La situación es muy difícil, pasamos cuatro noches metidos en el canal de aguas fecales. Le dije a un soldado español que teníamos el salvoconducto pero me dijo que no podía hacer nada por nosotros. Las autoridades españolas nos prometieron que nos contactarían tan pronto como fuera posible, pero seguimos sin respuesta”, sentencia.

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