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La estrategia de Ciudadanos tras la sentencia del procés desconcierta al PP y agrava el recelo entre Casado y Rivera

Pablo Casado y Albert Rivera, en el Congreso de los Diputados.

Iñigo Aduriz / Carmen Moraga

Socios necesarios para gobernar comunidades autónomas y ayuntamientos, incluso posibles aliados para echar al PSOE de la Moncloa tras el 10N, pero rivales políticos que luchan por el mismo electorado de centro derecha. El Partido Popular y Ciudadanos mantienen una complicada relación a las puertas de la campaña de las generales, que esta semana se ha visto directamente afectada por la sentencia del procés hecha pública el lunes por el Tribunal Supremo.

La dureza con la que el partido de Albert Rivera respondió al fallo del Alto Tribunal el mismo lunes, reclamando al Gobierno la aplicación del artículo 155 desde el primer momento –a diferencia de los populares, que solo exigieron entonces la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional–, y el afán del líder de Ciudadanos por presentarse como el líder de la oposición, reclamando una reunión a tres entre él mismo, Casado y el presidente en funciones, Pedro Sánchez, desconcertaron a la dirección del PP.

Génova descalifica el “oportunismo” de Rivera, al que acusan de copiarles su estrategia. Fuentes de la máxima responsabilidad de la dirección del PP consideran que Rivera está “calcando” los pasos dados por los populares en los últimos meses en torno a Catalunya –como la petición del 155 que Casado reclamó durante la anterior campaña electoral– y lamentan que el líder de Ciudadanos ofrezca ahora reuniones a PP y PSOE cuando el presidente de los populares le ofreció una coalición –España Suma– y reunirse para hablar de ella y Rivera se negó.

“Respetamos todo lo que nos copia y los portazos a los que nos ha dado”, ironizan fuentes de la dirección popular. El recelo entre Rivera y Casado se ha agravado a lo largo de la semana, según fuentes populares, sobre todo después de que los disturbios que han encendido las calles catalanas hayan forzado al PP a girar hacia las mismas posiciones defendidas por Ciudadanos desde el lunes, exigiendo también el inicio del procedimiento para activar el artículo 155 de la Constitución.

Una “excelente relación personal”

Así se lo planteó Casado a Sánchez en su reunión del miércoles en la Moncloa. Minutos después Rivera le hizo al presidente del Gobierno una petición similar aunque más contundente. Mientras el líder del PP solicitó que el Consejo de Ministros envíe un requerimiento al president de la Generalitat, Quim Torra, como paso previo a activar el 155, el de Ciudadanos exigió la aplicación inmediata de ese precepto.

El líder del PP siempre ha dicho públicamente que tiene una “excelente relación personal”, que no política, con Rivera, algo que certifican también desde Ciudadanos. Fuentes del partido que se dice liberal aseguran que ambos líderes “están en contacto permanente” y hablan “con normalidad” de temas de la actualidad política.

Lo que genera fricciones entre ellos es que los dos pugnan por situarse como “alternativa” a Sánchez –con quien se reunieron el miércoles y por separado en Moncloa– en las próximas generales y han decidido emprender esa batalla endureciendo sus posturas sobre Catalunya.

En plena escalada, Casado exigía este viernes al Ejecutivo que actúe con “urgencia” en Catalunya ante “las algaradas, sabotajes, incendios y kale borroka” que se están produciendo en las calles y le recordaba que en su día el PP utilizó la ley para acabar con la violencia callejera en el País Vasco.

Una historia de desencuentros

Rivera, por su parte, afirma que el Ejecutivo está “negando la realidad” de lo que sucede en Barcelona y en otras partes de Catalunya y “no hace nada” para controlar la situación y garantizar la seguridad de los ciudadanos. “El Gobierno se bloquea y se paraliza” porque está “más pendiente de las elecciones que de gobernar”, indicaba el mismo viernes.

Desde que asumió la presidencia en julio de 2018, Casado convirtió a Ciudadanos en su principal rival político después de que los de Rivera prácticamente borraran del mapa al PP en Catalunya, donde ahora los populares son última fuerza por detrás de la CUP. Los populares, además, tan solo obtuvieron un escaño, el de la portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, en las generales del 28A.

El presidente del PP mantuvo una guerra cruzada con el partido que se autodenomina como liberal y que incluyó duras descalificaciones en la pugna por electorado de derechas en temas especialmente sensibles a sus votantes como la crisis catalana y la inmigración. Además, los dos partidos luchan por recuperar el voto de los descontentos con ambas fuerzas que se han pasado a Vox.

Desde diciembre, en cambio, PP y Ciudadanos se han visto forzados a llegar a acuerdos para gobernar en distintos territorios. El primer pacto de las derechas se ensayó en enero con la formación de la Junta de Andalucía que, por primera vez en 36 años, no está gobernada por el PSOE. El objetivo común de expulsar a los socialistas del poder facilitó que Juan Manuel Moreno Bonilla lograra ser investido presidente gracias a un acuerdo de coalición del PP con Ciudadanos apoyado por Vox.

Socios en Castilla y León, Murcia y Madrid

Más fácil aún fue la formación de Gobierno en la Junta de Castilla y León después de las elecciones del 26M. Los populares lograron mantener por la mínima el poder en la comunidad con un acuerdo con Ciudadanos que no requirió del apoyo de Vox.

La negociación fue más complicada en Murcia. Tras más de un mes de conversaciones, el 4 de julio se produjo un primer intento fallido para investir al popular Fernando López Miras. La razón del fracaso fue el voto en contra de Vox, que no vio cumplidas sus exigencias por parte de PP y Ciudadanos y, sobre todo, por la falta de interlocución directa con estos últimos. La situación en la región murciana se desbloqueó el pasado 26 de julio con otro acuerdo de las tres derechas.

Con la investidura en pleno agosto de Isabel Díaz Ayuso gracias a un pacto de coalición de PP y Ciudadanos apoyado por Vox, la Comunidad de Madrid fue el último territorio conquistado por los acuerdos de las tres derechas tras las últimas elecciones autonómicas y también promete ser el más complicado por la dificultosa relación entre los dos socios y los casos de corrupción que salpican al PP en la región que, por ejemplo, llevaron este viernes a declarar a la expresidenta Esperanza Aguirre a la Audiencia Nacional por la financiación ilegal del PP de Madrid. También han llegado a acuerdos en ayuntamientos tan importantes como los de Madrid o Zaragoza.

La última vez que Casado y Rivera tuvieron ocasión de cambiar impresiones fue el sábado pasado durante desfile militar del 12 de octubre y en la posterior recepción con el rey. En ese acto ambos coincidieron también con Santiago Abascal. El protocolo los situó juntos, a pesar de que en Ciudadanos intentan huir de ese tipo de fotos, como la de Colón.

Última reunión en septiembre

Los de Rivera, con el tiempo, han reconocido que esa imagen, realizada a mediados de febrero durante una manifestación en contra del Gobierno de Sánchez y de sus negociaciones con los independentistas, les perjudicó porque ayudó a “movilizar al electorado de izquierdas” el 28A.

La última vez que Rivera y Casado se reunieron y se sentaron juntos fue el 16 de septiembre, cuando el líder de Ciudadanos acudió al despacho que el dirigente del PP tiene en el Congreso en su calidad de jefe de la oposición. Aquella “reunión privada” fue a instancias de Rivera, que detalló a Casado la propuesta que había anunciado esa misma mañana para “desbloquear” in extremis la situación política ofreciendo “una abstención conjunta” de ambos partidos para una hipotética investidura de Pedro Sánchez ante el fracaso de las negociaciones del PSOE y Unidas Podemos.

Para ello Rivera planteó una serie de exigencias al presidente en funciones, como que rompiera el acuerdo con los nacionalistas en Navarra, la aplicación del 155 ante el llamamiento de Torra a desacatar la sentencia del procés, y el compromiso de no subir los impuestos.

Aunque desde el PP aseguraron que coincidían en muchas de esas cosas y calificaron el ambiente entre ambos como “cordial”, Casado no se comprometió a secundarle. Al final el propio Sánchez fue el que rechazó la oferta y precipitó la cuarta convocatoria de elecciones. Esa reunión en el Congreso, no obstante, sirvió para 'dulcificar' la tensión de la anterior campaña en la que ambos dirigentes compitieron duramente por el mismo electorado de centro derecha y que ahora vuelve a repetirse a las puertas del 10N.

“Socios preferentes” tras el 10N

Rivera, no obstante, sigue diciendo que Casado sería su “socio preferente” para pactar el Gobierno, a pesar de haber levantado el veto al PSOE de Pedro Sánchez. “La noche del 10N, si sumamos un escaño más, llamaré a Casado para negociar con él un Gobierno en el plazo máximo de un mes”, ha afirmado en varias ocasiones el líder de Ciudadanos.

Los dos políticos dijeron el lunes estar dispuestos a hacer un frente común y a tender la mano a Sánchez para afrontar entre “todos los constitucionalistas” la situación de Catalunya. Ese frente se diluyó a lo largo de la semana por intereses que han hecho que PSOE, PP y Ciudadanos mantengan cada uno su propia estrategia ante la crisis catalana. Al menos hasta el 10N, Casado y Rivera son más rivales que aliados.

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