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El doble juego de Feijóo en su relación con el Gobierno

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe al líder del PP Alberto Núñez Feijóo, en la Moncloa.

Aitor Riveiro

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Alberto Núñez Feijóo llegó al liderazgo del PP con un mensaje: desmontar la estrategia de su predecesor, Pablo Casado, y recuperar una supuesta posición “de Estado”, pactista, que recuperara el espíritu de la Transición, con tintes transversales, para armar un proyecto de mayorías. Que pusiera en el centro las necesidades reales de los ciudadanos y que abonara el entendimiento con el PSOE para devolver a España a la tradición bipartidista, rota por la gestión de la crisis económica de hace una década. Un PP con la “institucionalidad” como motor. Que defienda la Constitución y, especialmente, el Título VIII, referido a la arquitectura autonómica. Que no haga “oposición”, sino que sea “alternativa”, como dijo este mismo viernes ante la flor y nata del empresariado catalán, reunida en la cita anual que organiza el Cercle d'Economia.

Pero desde que hace poco más de un mes el todavía presidente en funciones de la Xunta de Galicia asumiera la presidencia de su partido, el PP poco o nada se ha apartado de la senda que ha seguido toda la legislatura. Feijóo se reunió durante tres horas con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa nada más hacerse con las riendas del partido. Poco acordaron, más allá de reiniciar las conversaciones para renovar el Poder Judicial. Un asunto sobre el que no hay noticias de ningún avance, siquiera de contactos productivos. El PP no asume la fecha tope del 12 de junio que planteó el presidente ya que, para ese día, el Tribunal Constitucional perderá cuatro magistrados, cuyo relevo depende de que haya un nuevo CGPJ.

En la sede de la Presidencia del Gobierno el gallego le vendió un plan económico que, pese estar lejos de tener una posición mayoritaria en el Congreso, convirtió en una condición sine qua non para apoyar el decreto anticrisis que el Ejecutivo sacó por la mínima y que recogía, entre otras medidas, la bonificación de 20 céntimos en el combustible, la ampliación del bono social energético, la reducción del IVA de la factura de la luz del 21% al 10% o la mejora del Ingreso Mínimo Vital.

El PP votó “no”, pese a que el escándalo del espionaje puso en riesgo una convalidación de la que nadie dudaba y aunque el Gobierno de coalición asumió tramitar el decreto como proyecto de ley para negociar las aportaciones de otros grupos, incluidas las del PP. Y eso que la propuesta económica de Feijóo se reduce, básicamente, a una bajada de impuestos cuyo impacto no está cuantificado (ni para los bolsillos de los contribuyentes ni para las arcas del Estado) y que en un escenario de inflación disparada como el actual rechazan organismos como el FMI o la Comisión Europea.

Feijóo volvió a reiterar su programa económico en Barcelona este viernes. Al final de su discurso, se acercó al presidente del Cercle, Javier Faus. “Espero no haber dicho muchos inconvenientes”, se escuchó al líder del PP en un micrófono de ambiente abierto. “No, espectacular”, le respondió el empresario.

En su alocución, el dirigente gallego apenas sí habló, por ejemplo, de los datos del paro conocidos esta misma semana y que arrojan dos datos históricos sobre el mercado laboral español. Un aumento de los contratos indefinidos sin precedentes y una afiliación a la Seguridad Social que supera por primera vez los 20 millones de personas. Los demandantes de empleo, unos abultados tres millones de personas, son registros que no se veían desde 2008, antes del estallido de la crisis financiera.

El PP, aunque todavía no tenía a Feijóo al frente, votó en contra de la reforma laboral, que salió por los pelos. Solo gracias al error de un diputado cacereño. Lo que sí hace el PP ahora es vanagloriarse de los resultados de dicha reforma en las comunidades autónomas que gobierna. “La reforma laboral nace fruto del pasteleo político, no pensando en el empleo y la empresa”, decía Isabel Díaz Ayuso el pasado mes de febrero. “Nunca en la Comunidad de Madrid ha habido tanta gente trabajando. Es nuestra cifra de paro más baja de los últimos 14 años”, decía la referencia electoral de la derecha el pasado 4 de mayo.

Feijóo no se quedó atrás en sus críticas. El por entonces presidente de la Xunta calificó de “enfermo” al Gobierno por aplicar una reforma laboral que fue aprobada por un error de uno de sus diputados. Esa fue su reacción cuando el Congreso ratificó la norma de la que fuera su némesis en Galicia hace una década, la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. Pero apenas unas horas antes de la votación parlamentaria, el hoy líder de la derecha española defendió el rechazo a la norma, que contaba con el respaldo de sindicatos y patronal tras largas y duras negociaciones con el Gobierno. Dijo que sería “irresponsable”. “No creará empleo”, zanjó.

Tras conocerse los datos de abril, Feijóo ha acusado al Gobierno de “asear” los datos del paro con empleo público, y ha dicho que la situación económica la recordaba a la de 2008.



Recuperar el diálogo de Estado... y cuestionar el espionaje del CNI

“Hay partidos y Gobiernos como el que nos dirige que suelen considerar la economía como un engorro, un truco de los poderes ocultos para impedir la realización de sus aventuras”, dijo ante los empresarios catalanes Feijóo, que añadió: “En su mundo, todo es posible, se trata de recrear el paraíso terrenal que nos describen las sagradas escrituras, donde la abundancia no conoce límites y cualquier deseo puede ser realizado. Ese Edén quedó atrás, y el hombre y la mujer posterior a él hemos de arreglárnosla con recursos ilimitados”.

“La estabilidad económica es incompatible con la inestabilidad política”, apuntó el líder del PP un día después de una inédita comisión parlamentaria de secretos oficiales en la que la directora del CNI, Paz Esteban, compareció para intentar atajar el escándalo del espionaje político a dirigentes independentistas, así como a activistas, periodistas y abogados.

“España lleva varios demasiados años en medio de un clima en el que reina el conflicto y la trinchera”, señaló Feijóo. “Vengo a reclamar, a defender y a ofrecer estabilidad”, añadió. “Ese deseo de estabilidad es cada vez más claro en la mayoría de los españoles, y es mi proyecto político”, insistió. Y concluyó: “Lo que ha pasado esta semana es la antipolítica. Sin estabilidad no es posible mejorar nuestro entendimiento”.

Apenas 24 horas antes de este mensaje pretendidamente moderado, y en una rueda de prensa que ofreció como el todavía presidente de la Xunta de Galicia, Feijóo cuestionó la decisión política que habría permitido al CNI abrir el proceso de control de los teléfonos de determinadas personas (en un número aún indeterminado y sin que la directora del centro eludiera la opción de que también otros organismos del Estado lo hicieran por su cuenta). El líder del PP ha reclamado la comparecencia de Sánchez ante el Congreso para que aclare “con detalle” cuestiones que, dijo, la directora del CNI no ha revelado (pese a que la comisión es secreta y los presentes no pueden desvelar su contenido a nadie), como “quién ha pedido, con qué objetivo, con qué interés y en qué momento que fuesen espiados determinados políticos”.

Casi a la vez, justo después de la comparecencia de Esteban, la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, salió en defensa de la directora de los servicios secretos. En una rueda de prensa, la número dos de Feijóo dijo: “El CNI ha actuado en todo momento en el marco de la directiva de inteligencia. Conforme a la legalidad vigente y con las autorizaciones judiciales oportunas para que el CNI actúe”. Gamarra añadió que sus expectativas de información estaban “colmadas” y reiteró que no tenía “ninguna duda” sobre su actuación, “que ha sido cuestionada por los movimientos independentistas”. Punto y seguido, reclamó que Sánchez no se “esconda detrás del CNI” y dijo que “debe defenderlos de quienes los atacan”.

Otro pequeño salto en el tiempo nos sitúa un día antes. El miércoles, Feijóo asistió a un desayuno informativo organizado por El Debate. Allí planteó su propósito: “Establecer con Sánchez un espacio para encontrarse las fuerzas que hemos sido, desde los albores del Estado de derecho, intérpretes de la democracia entendida como un debate de ideas fundamentales”. “Pensé que, pese a la coalición y a sus socios, el presidente vería una oportunidad de explorar una recuperación del debate que presidió la Transición y los momentos de mayor dificultad que ha pasado la economía española y la sociedad”, añadió. Su receta: “Aislarnos del ruido, contrastar propuestas, razonar las negativas y rechazos”.

Inmediatamente, Feijóo acusó al Gobierno de “comprometer la seguridad del Estado” al propiciar una “modificación aberrante del Reglamento del Congreso, rompiendo los consensos de los últimos 40 años”. Todo por desbloquear la comisión de secretos oficiales, sin constituir desde 2020, y cumplir con la norma de que todos los grupos tuvieran un representante, incluidos los de ERC y Bildu. De hecho, ERC no era la primera vez que estaba en dicha comisión. En 2017, el año de la declaración de independencia, Joan Tardá recibió los votos del PP para entrar en ella.

Feijóo acusó al Ejecutivo de acometer una “apropiación del Estado para usarlo como moneda de cambio para su supervivencia”. “Para resistir, el PSOE ha debilitado en el Estado exponiéndolo a quienes no creen en él. Es sobrepasar los límites de sus obligaciones institucionales”, dijo. Después, se situó a sí mismo como líder de una “nueva política que concita nuevos consenso y esperanzas”. El presidente en funciones de la Xunta ocupó su primer cargo institucional en 1996: presidente del INSALUD. Antes ya dio sus primeros pasos en la administración gallega.

De vuelta al viernes, Feijóo arremetió contra Vox a preguntas de los presentes. “Vox es una escisión que a quien más afecta es al centro derecha, y a quien más beneficia es a los del otro lado”, comenzó. “¿Nos molesta? La respuesta es que sí”, admitió. El miércoles también habló de la ultraderecha. “Nos interesan mucho sus votos, que eran votos que tenía el PP”, afirmó.

Dos declaraciones que llegan días después de que Vox entrara por primera vez en un Gobierno en España de la mano del PP, en Castilla y León. Y a pocas semanas de unas elecciones en Andalucía en las que, si las encuestas no se desvían mucho, ocurrirá tres cuartas de lo mismo: Juan Manuel Moreno tendrá que negociar un Ejecutivo de coalición con Macarena Olona.

El doblepensar era uno de los pilares de la sociedad distópica que dibujó George Orwell en su novela 1984. Decir, y pensar, una cosa, su contraria, y que ambas fueran percibidas como ciertas, tanto en el emisor del mensaje como en el receptor. El escritor británico inventó la palabra, pero la técnica siempre ha existido. Y perdura.

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