“Cobardes somos muchos, cobardes furiosos, muchos más”
- El periodista Carlos Fonseca publica Tipos Infames (Temas de Hoy) sobre los grupos que han salido ganando con la crisis
Con nombre y apellidos. El periodista Carlos Fonseca desenmascara en su nuevo libro, Tipos Infames (Temas de Hoy), a “los políticos, banqueros y empresarios que se están forrando con la crisis”. Lo hace como “un indignado más y como una víctima de la crisis, como uno de los 11.000 periodistas que han perdido su puesto de trabajo”, reconoce.
Y, precisamente, que “esté escrito como un periodista cabreado” hace que sobre este Tipos Infames, “por encima del cabreo, los que mandan sean el rigor y los datos”, recalca Fonseca.
El libro es una declaración de intenciones contra esas personas que se han aprovechado de la crisis. ¿Han utilizado los poderosos la situación económica como excusa para seguir ganando dinero?
No podemos reducirlo de esa manera. Hay una crisis real. No es que se haya provocado para ganar dinero. Otra cosa es ver qué soluciones se buscan y cómo se distribuyen los esfuerzos. Lo que el libro pone de manifiesto es que todos aquellos que piden austeridad y exigen sacrificios a los ciudadanos, no se los aplican a sí mismos. Y desde esas posiciones en las que pontificas para los demás, pero no para ti, es muy sencillo hacer propuestas.
¿Ha recaído toda la carga sobre el ciudadano de a pie?
Obviamente. Por poner algún ejemplo, desde la reforma laboral de Zapatero, en su segunda legislatura, la edad de jubilación pasó de los 65 a los 67 años. Ahora, en otra de las reformas de Rajoy se han bajado el coste de las indemnizaciones; se ha subido el IRPF como una medida temporal y ahí sigue; ha subido el IVA del 15 al 21% y en algunos casos productos que pagaban el 8 han pasado también a pagar el 21%; se privatiza la Sanidad y la Educación. Son todo servicios que afectan a los ciudadanos.
A los banqueros no es solo que no les hayan subido el impuesto de sociedades, es que se les bajó del 35 al 30%. Pero es que ni siquiera pagan el 30%. Este impuesto se paga sobre los beneficios, pero hay tal cantidad de deducciones que, para que nos hagamos una idea, al final sale un tipo impositivo de en torno al 16%. Un trabajador que tenga entre un euro y 17.000 de base imponible paga un 24%. Obviamente, no parece que sea muy razonable.
Montoro justificó la subida del IVA porque había mucha gente que no lo pagaba. ¿No es más fácil perseguir a quien no paga que subírselo a quien sí lo hace?
El IVA es un impuesto que grava tanto al que tiene mucho dinero como al que tiene poco. Se gravan el pan, las medicinas, el café… Se paga sencillamente por la actividad económica. No es que hay gente que pague o no pague, es que lo paga todo el mundo, menos algunos autónomos que facturan sin IVA o que no facturan. Pero esa es la anécdota, porque hay datos de los inspectores de Hacienda que dicen que el 70% del fraude fiscal -y no hablamos solo de IVA- es de las grandes compañías y fortunas. Siete de cada diez euros que deja de ingresar el Estado deberían pagarlo las grandes empresas.
Precisamente esas grandes empresas han rebajado los salarios un 8,5% y han aumentado sus ingresos un 1,4%. ¿Cómo se explica eso al ciudadano?
Solo se puede explicar mediante el engaño. La ecuación es lógica: si pagas menos, ganas más.
Uno de los grupos que mejor se han cubierto las espaldas con la crisis es el de los banqueros. ¿De dónde salen sus indemnizaciones millonarias?
Muchos de los grandes ejecutivos de la banca, por ejemplo los de las siete cajas de ahorro que se fusionaron en Bankia, tenían firmados blindajes para despidos que, en alguno casos, eran de hasta tres anualidades. A parte de eso, cuentan con planes de previsión. No solamente cobran su nómina sino que además el banco ingresa en su plan de previsión un dinero que va acumulando para cuando se jubilen. Eso explica que no les importen las pensiones públicas.
Cuando Goirigolzarri, presidente de Bankia, se marchó del BBVA tenía acumulado un plan de previsión de 64 millones de euros. Podía haberlo recuperado en partes, pero prefirió recuperarlo todo junto. Con 64 millones de euros no tiene ninguna preocupación por lo que le pueda quedar de pensión. Mientras, hay personas que tienen que vivir con 300 o 400 euros.
Después del intento de privatización de la Sanidad, ¿las pensiones serán las siguientes?
Tendrá que pasar tiempo. No sé si podríamos prescindir de las pensiones públicas, porque mucha gente no se puede permitir un plan privado. Y no se puede haber estado trabajando y cotizando toda la vida para, al final, no recibir ninguna pensión. Pero la historia de que va a quebrar el sistema viene de hace muchísimos años. Ha habido vaticinios por parte de los departamentos de estudio de los bancos que afirmaban que el sistema iba a colapsar. Los propios señores que ofertan los planes son los mismos que hacen los estudios diciendo que conviene suscribir un plan privado de pensiones. Si hubiesen tenido razón, ya habría colapsado.
Lo que ocurre es que lanzan el mensaje de que o contratas un plan de pensiones privado o cuando llegue la hora de jubilarse vas a cobrar una pensión meramente asistencial. Además, un engaño habitual es decir que el dinero que metes en un plan se puede desgravar de la declaración. Lo que no explican es que al recuperar ese dinero, lo haces como renta del trabajo, por lo que está sometido a la retención del IRPF que corresponda. No lo pagas al principio, pero lo vas a pagar al final.
Tampoco hay nadie que diga por qué las pensiones van a tener que alimentarse única y exclusivamente de las cotizaciones. Hay otras fórmulas, como algún impuesto, por ejemplo. Aunque yo creo que vamos hacia unas pensiones meramente asistenciales para que la gente pueda comer. No sé si darán para pagar la luz y el agua, pero nada más.
Muchos parlamentarios llevan años en sus escaños. ¿Anquilosan la vida política?
Es un debate interesante porque nos plantea si políticos que llevan muchos años pueden ser más útiles por su experiencia o si se anquilosan y convierten su condición de parlamentario en su modo de vida. Tenemos el ejemplo de Alfonso Guerra. Lo ha sido todo, desde vicepresidente hasta diputado raso. Tiene una experiencia indudable, pero, en mi opinión, los políticos que tienen carreras tan largas terminan viendo la realidad de una manera distorsionada, donde la crisis no les va a afectar y han perdido el pulso con la calle. Y muchos de los que salen del parlamento, van a ocupar otros cargos institucionales. Desde estas perspectivas, hablar de crisis y austeridad se ve desde una atalaya muy cómoda.
¿Otros recurren a la puerta giratoria?
Existe el fenómeno de la puerta giratoria donde muchos políticos -no todos-, pasan de la empresa privada a la política y de la política a la empresa, sin ningún tipo de rubor. Ponemos un ejemplo. El ministro de Economía Luis de Guindos fue secretario de Estado de Economía. Empresa pública. De ahí pasó a la empresa privada. O, mejor dicho, pasó por las empresas privadas. Fue consejero de Endesa, director para España y Portugal de Lehman Brothers y, finalmente, se incorporó de nuevo al Gobierno, esta vez como ministro. Y cuando lo deje no va a tener ningún problema para colocarse en cualquier gran empresa, en parte, porque los políticos que han tenido responsabilidades importantes pueden hacer favores, influir, tienen contactos… y eso es lo que se les paga. En el libro tienes multitud de ejemplos.
Otro de los temas en los que hace hincapié es el de las preferentes.
A mi me parece el mayor escándalo, la mayor estafa, que se ha cometido en este país con los pequeños ahorradores, con gente mayor, que obviamente no es el prototipo de inversor que está dispuesto a correr riesgos para ganar dinero. No han explicado que eso no era una imposición a plazo, que era un producto que no tenía vencimiento, que su venta en el mercado secundario no está asegurada y que la rentabilidad tampoco está asegurada porque varía en función de si el banco da o no beneficios. Yo he asistido a varios juicios de preferentes, uno de ellos de mi madre, que ha ganado. Es el caso típico: señora de 70 y tantos años, que va a necesitar su dinero para completar la pensión, a la que venden un producto que no tiene vencimiento. Hemos tenido que recurrir a los tribunales, porque no hay otra manera de recuperar todo el dinero.
El único castigo es devolver el dinero de las preferentes, por lo tanto, ¿compensa arriesgarse a estafar?
Claro. Y, además, de los cientos de miles de preferentistas, ¿cuántos han presentado una demanda individual? Tienes que contratar a un abogado y a un procurador y, si el banco recurre un fallo favorable a una parejita de abuelos, la resolución puede tardar entre año y año y medio. Parece complicado que tengan capacidad para mantener un procedimiento y un abogado durante tanto tiempo. Y luego está el desconocimiento. Hay mucha gente que no sabe que pueden reclamarse en los tribunales o que piensa que como hay banqueros imputados, manifestaciones… van a recuperar ese dinero. No lo van a recuperar. Luego hay demandas colectivas. Yo creo que son un error, porque cada persona y cada caso tienen sus particularidades. No puedes defender cien casos como si fueran idénticos.
Ante estas situaciones, como se pregunta en la última parte del libro, ¿por qué no pasa nada?
Mi impresión es que ha habido una época en la que en este país se generó y creció una clase media que ha vivido bien, sin estrecheces, que ha podido consumir, que se ha podido ir de viaje, tener su coche, su vivienda… y ahora lo que ha ocurrido es que los que tenían poco ya no tienen nada, la clase media pasa a tener poco y los que tenían mucho tienen todavía más. Mi interpretación es que hay miedo y eso paraliza mucho. Hay miedo a hacer una huelga en tu trabajo que, aunque es un derecho constitucional, en algunas empresas supone un riesgo, porque te estás señalando. Si la huelga es seguida por un número muy importante de trabajadores, no se da esa circunstancia, pero la mayoría del tejido empresarial español son pequeñas y medianas empresas, que pueden tener dos, tres, cuatro, cinco, seis empleados. La gente ha llegado a la conclusión de que “de momento no me ha tocado a mi, vamos a aguantar a ver qué pasa”. Aunque no voy a negar que ha habido movimientos, las mareas, el 15m, Democracia Real Ya, etc. que no solamente han reivindicado lo suyo, sino lo de todo el mundo en general. Y respecto a ese miedo, no creo que sea uno de los factores fundamentales para no hacer nada. Hay una frase que yo cito al inicio de ese capitulo: “Los valientes son cobardes furiosos”. Cobardes somos muchos, pero cobardes furiosos, muchos más.
Hay cerca de cinco millones de personas que no pueden tener miedo a perder el trabajo, porque no tienen trabajo. ¿Esta situación seguirá así?
No lo sé, porque la situación, en parte, se ha sostenido por un lado por la solidaridad familiar y, por otro, por trabajos o chapucillas que alguien ha podido realizar. ¿Cuánto vamos a aguantar? No lo sé, porque de esos millones de parados, casi la mitad son de larga duración y cerca de dos llevan más de dos años, lo que significa que han agotado, en el supuesto de que tuvieran derecho, su prestación por desempleo. El que haya podido estará cobrando la prestación social, pero hay gente que no la cobra, y muchos hogares, mas de un millón, donde todos sus miembros están en paro. ¿Y cuánto tiempo puede aguantar esta gente así? Es insostenible, por eso me pregunto: ¿Por qué?
¿Los partidos tienen la solución a los problemas solo cuando están en la oposición?
Produce pudor ver lo que decía el PP sobre la Reforma Laboral del PSOE, cuando decía que abarataba el despido y lo único que iba a hacer era provocar más despidos, y la postura que ha sostenido en el Gobierno. Si tan mala era, podían haberla derogado, pero no solo no la han derogado, sino que han ahondado en los recortes. Y al PSOE le pasa lo mismo. Hizo una reforma laboral muy dura y, ahora, en la oposición, critica la reforma del PP. A mi me gustaría que contestara si va a retirar la reforma laboral si gana las elecciones, y por qué no retira también la suya.