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La investidura fallida aboca a una nueva negociación para evitar elecciones con los puentes entre Sánchez e Iglesias rotos

Pedro Sánchez durante la segunda votación de investidura.

Irene Castro

La cuenta atrás hacia unas nuevas elecciones, serían las cuartas desde 2015, está en marcha y la fecha marcada en rojo en el calendario es el 20 de septiembre. Si antes de ese día nada cambia, arrancará el proceso para que España vote de nuevo el 10 de noviembre. PSOE y Unidas Podemos disponen de siete semanas para llegar a un acuerdo o enfrentarse a las urnas a cara de perro.

La aritmética dice que Pedro Sánchez tendría, no obstante, otra opción: lograr que PP y Ciudadanos faciliten con una abstención su investidura. Si opta por buscar la investidura en la derecha, el PSOE necesitaría el concurso de dos de los tres partidos, ya que en ese supuesto es previsible que Unidas Podemos y el resto de aliados de la moción de censura votarían en contra. 

Sánchez ha apelado a las otras tres fuerzas mayoritarias a “desbloquear” la situación en los dos meses que tienen por delante. “No hay que tirar la toalla”, ha afirmado Sánchez en Informativos Telecinco, donde ha protagonizado su primera entrevista tras el fracaso en la investidura: “El PSOE, el PP, Ciudadanos y Unidas Podemos tenemos que reflexionar sobre lo acontecido y desbloquear esta situación”. Sánchez reitera que su intención es tener un Gobierno progresista pero que no dependa de las fuerzas independentistas. 

Con el 'no' anticipado por PP y Ciudadanos, el camino más seguro para evitar otra cita con las urnas pasa otra vez por el acuerdo en la izquierda, que desde la tribuna de oradores reclamaron hasta el último segundo los portavoces del PNV, Aitor Esteban, de ERC, Gabriel Rufián, y de Compromís, Joan Baldoví. Pero cualquier nueva negociación que se abra después de lo ocurrido durante la última semana encontrará obstáculos que no había hace tres meses cuando Iglesias y Sánchez se sentaron por primera vez a hablar del pacto.

La investidura fallida de Pedro Sánchez ha agravado la desconfianza mutua con su “socio preferente”, Pablo Iglesias. El candidato socialista ha pronunciado dos discursos muy duros contra Podemos en los últimos cinco días. El líder de Podemos se ha tomado como una humillación el veto del PSOE a su entrada en el Gobierno. En las filas socialistas acusan a Iglesias de frustrar la negociación y de que nunca quiso un acuerdo, una vez que supo que no habría cartera para él. Lo expresó en una entrevista en La Sexta, María Jesús Montero, este jueves cuando dijo: “La pregunta es si cuando Iglesias anunció un paso atrás, lo dio realmente, o si desde que renunció tuvo otros intereses”.

Las relaciones entre ambos líderes, que nunca han sido buenas, atraviesan estos días su peor momento y se han explicitado públicamente en los platós de televisión, primero, y de manera ya solemne en el Congreso de los Diputados.

En una entrevista en eldiario.es, el responsable de las negociaciones en Unidas Podemos, Pablo Echenique, se muestra partidario de retomar las conversaciones tras un período de distensión. Una tesis que manejan también dirigentes socialistas en privado, que incluso se muestran partidarios de optar por otras personas si se reabre la negociación, a la vista de cómo han acabado las relaciones entre los representantes que se sentaban a uno y otro lado de la mesa. La vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, y Echenique intercambiaron duros reproches durante las vísperas de la votación en el Congreso en distintos medios de comunicación. Oficialmente, nadie quiere dar por hecho que habrá elecciones pero los dirigentes consultados son pesimistas ante una nueva negociación, tras lo ocurrido esta semana.

Tres meses después de los comicios, Sánchez ha llegado a la investidura sumando solo el apoyo del diputado del Partido Regionalista Cántabro a sus 123 escaños con una negociación frustrada que se produjo in extremis. Tras el 28A, el presidente en funciones planteó esperar a que pasara la triple cita electoral del 26 de mayo y, a partir de entonces, tiempo hasta que se fueran cerrando los gobiernos autonómicos y municipales. Una estrategia que levantaba suspicacias en su aliado de la moción de censura. En todo ese periodo fue lanzando distintas opciones para el acuerdo con Unidas Podemos: desde el apoyo externo a un Gobierno en solitario hasta un Gobierno de cooperación (primero con cargos del grupo confederal en puestos secundarios y después con la posibilidad de incorporar independientes al Consejo de Ministros).

Hasta el 8 de julio, cuando la investidura ya tenía fecha, Sánchez no puso un documento programático sobre la mesa ni designó un equipo negociador. Esa semana hizo otra propuesta a Iglesias a través de los medios: la incorporación de miembros de Unidas Podemos con perfil técnico, que fue rechazada por los de Iglesias. Fue entonces cuando Sánchez destapó sus cartas: el “principal escollo” era el líder de Unidas Podemos, que un día después dio un paso atrás precipitando unas negociaciones contra reloj a 48 horas de la primera sesión de la investidura.

Dentro del PSOE y siempre en privado, surgieron entonces dudas sobre la viabilidad de una negociación en esas condiciones, además de que temían que Unidas Podemos se cobrara la cabeza de Iglesias muy cara. Moncloa se sumió en la opacidad absoluta las conversaciones que naufragaron el domingo. El fracaso provocó un bronco debate entre Sánchez e Iglesias en el Congreso después de una intervención del candidato en la que apenas hizo ningún guiño al que era su socio preferente.

La situación descolocó a diputados, dirigentes del PSOE y cargos intermedios del Gobierno que no entendían la estrategia desplegada por Moncloa. Dirigentes socialistas señalaban directamente al jefe de gabinete de Sánchez, Iván Redondo, que levanta suspicacias en Ferraz. No obstante, miembros de la Ejecutiva del PSOE consideraban que unas nuevas elecciones les vendrían bien, como señalan las encuestas. Esas voces no se han pronunciado públicamente, pero sí lo hacen en privado.

Tras el varapalo de la primera votación, Sánchez decidió retomar la iniciativa con una nueva oferta a Unidas Podemos que se materializó el miércoles. A la hora de comer los socialistas se levantaron de la mesa y reclamaron a los de Iglesias una respuesta a esa última proposición, aunque después de ella se produjeron un par más por teléfono. A las 19 horas, a través de una llamada telefónica entre Sánchez e Iglesias, volaron todos los puentes con cruces de acusaciones y filtraciones de propuestas y contraofertas para imponerse en la batalla del relato.

La pelea se trasladó al Pleno del Congreso. “Si me obliga a elegir entre la presidencia de España o mis convicciones, elijo mis convicciones”, fue una de las advertencias que le lanzó Sánchez. “No lleve a los españoles a elecciones. Negocie con nosotros desde el respeto”, le dijo Iglesias, que le hizo una última propuesta en el Pleno, minutos antes de la votación definitiva: “Renunciamos al Ministerio de Trabajo si ustedes nos ceden las políticas activas de empleo”. La propuesta le llegó de un “destacado” miembro del PSOE. Un golpe para Sánchez.

Fuentes socialistas aseguran ahora que si esa propuesta hubiera llegado el miércoles, cuando se mantenían los contactos, por un “cauce razonable”, el acuerdo habría prosperado. Lo cierto es que no sucedió y que, tras conversaciones y negociaciones fracasadas, la única opción para que haya un entendimiento de izquierdas que evite las elecciones es que ambas partes retomen las conversaciones para intentar un acuerdo con más margen que esta última contrarreloj. El resto de potenciales aliados –ERC, PNV y Compromís– se ha esforzado en emplazar a Sánchez e Iglesias para que lo intenten.

El PSOE se debate sobre si intentarlo o no de nuevo

Uno de los reproches cruzados entre las partes es la publicidad de las negociaciones y las filtraciones. La otra fundamental es el reparto competencial. Los socialistas consideran que Iglesias ha pedido “la luna” y un imposible –Sánchez está convencido que con su renuncia puso todas las trabas posibles para llegar a un entendimiento– frente a su “muy buen oferta” mientras que Unidas Podemos sostiene que el documento que filtró el PSOE con su planteamiento era un punto de partida y que la última proposición de los socialistas no les daba competencias reales.

¿Con ese panorama es posible el entendimiento? Moncloa y Ferraz optan ahora por mantener el silencio y analizar los siguientes pasos. No obstante, el PSOE siempre ha dicho que la oportunidad era en julio y que entonces caducaban sus ofertas. La idea era que nada cambia entre ahora y el mes de septiembre respecto a las posiciones. “Creo que hay que volver al punto de arranque, hay que volver al punto de inicio y explorar otros caminos”, ha señalado Sánchez en la cadena de Mediaset. 

También hay divergencia de opiniones: por un lado, hay personas en la cúpula socialista que apuestan por retomar las conversaciones dentro de un tiempo breve con el objetivo de que en septiembre pueda haber una nueva negociación para una coalición y que se planteen los términos formalmente por escrito e incluso cambien los negociadores ante la tensión que han sufrido en los últimos días. Hay otros dirigentes, sin embargo, que creen que la oportunidad para Unidas Podemos pasó y que el PSOE obtendría un buen resultado en las elecciones. Ese planteamiento cuenta con fuertes discrepancias en Ferraz.

Unidas Podemos pretende retomar el contacto

En Unidas Podemos, por el contrario, sí creen que hay todavía opciones. En la entrevista en este medio, Echenique defiende la idea de que ni unos ni otros se vayan de vacaciones antes de lograr el acuerdo. “Para eso nos paga la gente, para llegar a acuerdos, dentro de unos días cuando se enfríe la tensión a la que ha sometido Pedro Sánchez al pueblo español, para intentar llegar a un gobierno de coalición”, asegura. Lo que defiende el dirigente de Unidas Podemos es que no se pueden dejar las conversaciones para septiembre para intentar sortear la sentencia del procés y, así, conservar la abstención de ERC, como ha advertido Gabriel Rufián, quien desde el atril del Congreso avisó de que en septiembre todo será más difícil (sobre todo si el Supremo dicta sentencia contra los políticos presos catalanes).

El portavoz de los comuns, Jaume Asens, planteó nada más fracasar la investidura que todas las partes hagan “autocrítica”, aunque cargó el grueso de la responsabilidad sobre Sánchez.

La otra opción posible, y que no descartan en Moncloa, es que PP y/o Ciudadanos acaben absteniéndose en septiembre por el temor a unas nuevas elecciones. Sánchez no ha dejado de apelar a su “responsabilidad” incluso en el debate de la investidura. También hay socialistas que consideran que la presión de los poderes fácticos puede empujar en ese sentido.

Sin embargo, la posición enconada de Albert Rivera, que ha acusado constantemente a Sánchez de tener un “plan” con “una banda para repartirse el botín”, no hace presagiar un cambio de postura en los próximos dos meses. También Pablo Casado lo ha descartado rotundamente. Los socialistas creen que al líder del PP no le interesan unas nuevas elecciones porque, argumentan, aunque mejorara el resultado no conseguiría una mayoría para gobernar. Ahí, creen, entraría en juego Alberto Núñez Feijoo, que ha criticado los resultados de Casado y ha sido, precisamente, quien ha abierto la puerta a la abstención con condiciones. Unas condiciones, eso sí, inaceptables para el PSOE.

Ni siquiera está claro si la política se dará un respiro coincidiendo con el parón de las vacaciones de verano: un tiempo para rebajar la tensión y preparar estrategias con un margen de dos meses que empezó a contar el pasado martes. Si el 23 de septiembre no hay un presidente investido, el domingo 10 de noviembre, se celebrarán elecciones, las cuartas en cuatro años.

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