Javier Fernández, el “pacificador” del PSOE que huye de los periodistas y de Podemos
“Qué serenidad”. Con esa expresión se pronunciaba un dirigente madrileño tras la primera rueda de prensa de Javier Fernández como presidente de la gestora que se ha hecho con las riendas del partido tras la salida de Pedro Sánchez. Calma o falta de carisma, depende de a quién se pregunte, pero en el PSOE hay práctica unanimidad en que el presidente asturiano es un “referente moral y político” del partido.
“Es la mejor persona para dirigir el partido en este momento. Va a ser capaz de coserlo porque tiene autoridad para hacerlo”, asegura una exdirigente socialista. “Tiene fama de pacificador por su labor ante el enfrentamiento entre Tini Areces y José Ángel Fernández Villa”.
Javier Fernández fue el sucesor socialista del primero en la presidencia del Principado. El segundo fue su padrino en su carrera política y sindical. Para él, fue un varapalo la noticia de que Fernández Villa se había apropiado de 1,2 millones de euros del SOMA: “Ni el sindicato ni la Federación Socialista Asturiana ni los mineros ni los asturianos merecíamos esto”, dijo el presidente entonces.
Fernández, de 68 años, “es la quintaesencia de la discreción”. Huye de los micrófonos siempre que puede y algunos le reprochan que sea soso. “Es lo contrario del líder superficial, que resulta atractivo, sonríe y mete frases en 140 caracteres –dice un veterano dirigente socialista asturiano–. Es muy poco simpático en el sentido frívolo de la simpatía, pero lo es en la distancia corta y en confianza”.
Durante meses, tanto los críticos como los afines a Sánchez le han considerado un referente ideológico para el PSOE. “Es una autoridad y goza de todo el prestigio”, reconocía un dirigente próximo a Susana Díaz cuando su nombre empezó a sonar para presidir la gestora. “Tiene un pedigrí socialista del que no presume y no conoce el odio”, dice uno de sus amigos.
Una familia minera
Nacido en la ciudad minera de Mieres, su familia tenía tradición minera, socialista y sindicalista. Su tío abuelo es Manuel Llaneza, el fundador del sindicato Soma.
Su vida profesional –como ingeniero de minas, que le llevó a fundar un despacho en Gijón y a ser funcionario del Cuerpo Especial de Ingenieros de Minas– y política, empezó vinculada a la minería. Su primer cargo público lo desempeñó en 1991, cuatro años después de afiliarse a la Federación Socialista Asturiana (FSA), como director general.
Al ganar las elecciones en 1999, Vicente Álvarez Areces le nombró consejero de Industria y Minas. Un año después, se hizo con las riendas de la organización regional, aunque se mantuvo en un segundo plano institucional. La marcha de Areces le convirtió en líder de la oposición a Francisco Álvarez Cascos. En 2012, fue investido presidente, gracias al apoyo de IU y UPyD.
En las elecciones autonómicas de 2015 mantuvo al PSOE en primera posición y tuvo que apoyarse en IU para lograr ser investido para un Gobierno en minoría. Mantiene una pésima relación con Podemos que le ha llevado a un continuo desacuerdo y a la obligación de prorrogar los presupuestos.
En Podemos, al contrario que los socialistas, consideran que Fernández no representa el ala izquierda del partido. “Es probablemente el presidente con menor dinamismo del Estado”, dicen en la dirección asturiana del partido de Pablo Iglesias, en la que dan por hecho que su nombramiento al frente de la gestora del PSOE acerca a Mariano Rajoy a la Moncloa.
El dirigente que se alejó de Sánchez
Fernández fue uno de los barones del PSOE que más se opuso al acercamiento de Sánchez a Podemos y advirtió en contra de gobernar gracias al apoyo de los independentistas. El intento del hasta el sábado secretario general por llegar a Moncloa gracias al “gobierno Frankenstein”, en expresión de sus rivales, en diciembre acercó al líder asturiano a Susana Díaz.
Ambos salieron cogidos del brazo la noche del 27 de diciembre, cuando los barones impusieron unas férreas condiciones a la negociación de Sánchez. Hasta unos meses antes, Fernández, que es próximo a Alfredo Pérez Rubalcaba, se había mantenido fiel al candidato del PSOE, a pesar de que apoyó a Eduardo Madina en la competición por la Secretaría General.
Fue él el encargado de presentar a Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno para el 20D. Con su discurso de reivindicación del PSOE como fuerza de la izquierda, puso en pie a los asistentes del Circo Price, pero el protagonismo se lo llevó entonces la gran bandera de España que escoltó a Sánchez en el escenario. Y el beso a su esposa al más puro estilo Kennedy.
El alejamiento del presidente asturiano y el secretario general se aceleró en los meses siguientes. Fernández recibió como un jarro de agua fría el anuncio de Sánchez de someter a las bases cualquier pacto que alcanzara para llegar a Moncloa. Se lo había negado unos días antes. Tras el 26J, Fernández se abrió a la abstención al asegurar en un Comité Federal que era mejor un Gobierno del PP en minoría que uno con mayoría absoluta.
Desde diciembre, el apoyo a Sánchez fue de cara a la galería. El desencuentro era total. Fernández se alejó, además, de sus dos representantes en la Ejecutiva Federal, Adriana Lastra y María Luisa Carcedo, que durante años fue su mano derecha. Ellas se mantuvieron fieles a Sánchez. Fernández se convirtió en uno de los defensores de la maniobra contra el secretario general. Este sábado, la federación asturiana votó dividida sobre la celebración o no de un congreso exprés que era, en la práctica, la continuación de Sánchez al frente del partido. Fernández ganó esa votación y, a pesar de sus reticencias iniciales, se hizo con las riendas del PSOE.
Todos confían en que pueda curar las heridas en el partido, aunque los de Sánchez sostienen que cumplirá las órdenes de la presidenta andaluza y que convocará el congreso para renovar el liderazgo cuando a ella le convenga.