Manual de la buena política con Toni Cantó: “Hostias como panes”
Toni Cantó había abandonado definitivamente Ciudadanos y aún le quedaba el salto a otro partido. El destino estaba cantado. Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de Isabel Díaz Ayuso, le convocó a una reunión para invitarle a que participara en la campaña del PP en las elecciones de Madrid de 2021. El político valenciano preguntó qué tipo de mensaje debía enviar en los mítines. Rodríguez debió de quedar sorprendido ante tanta ingenuidad y fue al grano: “Cantó, hostias como panes”.
A eso se ha dedicado Toni Cantó (Valencia, 1965) en su carrera política durante catorce años. A repartir hostias, mandobles y estacazos. En general, no considera a sus adversarios gente que esté equivocada, incluso mortalmente equivocada, sino la encarnación de los peores defectos de la sociedad. Es obvio que no es el único político que lo hace, pero es uno de los que consiguió más notoriedad en menos tiempo con tales armas. Le sirvió para hacerse conocido. Estaba muy atento a lo que se escribía sobre él. Hasta tenía puesta una alerta de Google con su nombre para comprobarlo.
Empiezas así y acabas obsesionado. Todo son clavos que hay que machacar contra la pared. Como un Joe Pesci de la política. ¿A quién hay que romperle las piernas? ¿A ese? Eso está hecho.
Cantó ha publicado un libro de memorias en el que reúne su experiencia como actor de cine, televisión y teatro y su actividad en la política. Fiel a su estilo de sacudir con todo, ha elegido un título que esté a tono con su actitud ante la vida, 'De joven fui de izquierdas pero luego maduré'. ¿Para qué perder el tiempo y esperar al tercer párrafo para burlarse de los que no piensan igual? Lo pones ya en el título y a correr. Lo mismo con feministas, ecologistas y nacionalistas y en general cualquiera que no tenga sus ideas. No hace más que alardear de sus ideas liberales y de la importancia del concepto de libertad, pero siempre termina incurriendo en la intolerancia que se ha extendido por Europa en la última década.
No concibe que haya personas que piensen de forma distinta y que lo defiendan con pasión. Será que no han madurado, y eso en el mejor de los casos.
Es de los que no paran de denunciar la superioridad moral de la izquierda. Entonces, es legítimo preguntarse qué puede decirse de él cuando escribe que “la izquierda giliprogre sólo se ocupa de chorradas”. Algunos lo llamarán a eso los efectos de la polarización. Cabe pensar si lo que ocurre es que los partidos han considerado indispensable reclutar a personas que hagan la labor de insultar al adversario en los términos más ofensivos.
En Ciudadanos, pareció ser un requisito esencial hasta que incluso su líder, al que se le suele reservar un rol más digno, se lanzó a esa misma deriva. Durante un tiempo les fue muy bien hasta que de repente se hundieron con la misma rapidez con la que habían subido.
Cantó ha probado casi tantos palos distintos en política como los que tuvo en el mundo de la interpretación. Comenzó en una candidatura independiente en la localidad madrileña de Torrelodones. Luego pasó a la política nacional con UPyD, después saltó a Ciudadanos cuando vio que la estrella de Albert Rivera tenía más futuro que la de Rosa Díez. Al hundirse Ciudadanos, se acercó a la galaxia del PP madrileño, donde pensó que no iba a desentonar mucho. Por no haberse empadronado a tiempo, no pudo entrar en sus listas electorales y terminó recogiendo la pedrea de la dirección de la llamada Oficina del Español, un organismo de difícil justificación en una comunidad en la que todos hablan español, menos algunos turistas.
Fue el pago a los servicios prestados en la campaña. Causó bastante cachondeo que él confirmó con la frase “el chiringuito es lo que ves, soy yo, no hay otra estructura que yo”. Siempre hablar antes de pensar. Esta semana, ha dicho que “Vox es bueno para España”, con lo que no es raro que algunos hayan comenzado a especular con un nuevo salto político.
En el libro, se presenta como alguien que fue de izquierdas de joven hasta que su cerebro empezó a carburar como es debido. Incluye ahí los tópicos de rigor. Tenía un póster del Che en la habitación. Llevaba al cuello un pañuelo palestino. Se entusiasma y entra en el campo de la fabulación. Cuenta que corría “delante de los malvados grises, cerca del Cojo Manteca, sin tener ni puta idea de por qué protestaba”. Cuando Manteca y su muleta se hicieron famosos en 1987, los policías llevaban muchos años vistiendo de marrón, desde 1979. Probablemente, lo vio por televisión.
“Llegué a Madrid siendo un gilipollas engreído”, escribe, y será verdad si él lo dice. Admite que continúa siéndolo “a menudo”, pero que ahora al menos es más consciente de ello. Es un paso en la buena dirección.
El libro no oculta algunos momentos de su trayectoria política en los que hizo el ridículo. Tuiteó datos sobre denuncias falsas de violencia de género que se había inventado una asociación con la que se había reunido. Pidió disculpas por ello, pero en realidad en el libro insiste en la idea de que la ley contra la violencia machista perjudica injustamente a los hombres. Considera que el feminismo es una de “las nuevas religiones” y sólo le falta pedir un Día Internacional del Hombre.
Con el ecologismo y la lucha contra el cambio climático, es igualmente despectivo. Sería más conveniente llamarle ignorante, porque no sabe de lo que habla. “Aquí la clave es si realmente ese grado y pico de aumento de la temperatura es tan grave como algunos agoreros dicen”. Por agoreros, hay que entender la comunidad científica mundial, que estableció ese grado y medio como el límite máximo admisible con respecto a la época preindustrial para no provocar una catástrofe. Lo peor es que varias previsiones científicas plantean que se superará de forma estable entre 2030 y 2050 si no se detiene el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero. Bah, agoreros que no saben tanto de ciencia como Toni Cantó.
A Cantó le encanta provocar a las izquierdas y en parte sobre eso labró su carrera y después se sorprende que le respondan con el mismo estilo o mayor agresividad. Dedica cuatro páginas a pegar los insultos y ataques recibidos en las redes sociales. De inmediato, se alegra de que “ahora la derecha también reparte estopa”. Así que el problema no es que la gente insulte, sino que le insulten a él.
Acaba el libro con un tono de despedida. Reconoce que lo de volver a la política activa le gustaría –en vez de salvar al español en Madrid de una amenaza inexistente–, pero que lo más probable es que haya acabado para él. Le ha costado aceptarlo. Sabe que “ahora es el tiempo de otros”. Aunque si Miguel Ángel Rodríguez le pide repartir más “hostias como panes”, seguro que se anima a otra ronda. Es su forma de entender la política.
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