Pedro y Yolanda prometen un mundo mejor porque tú te lo mereces
Sólo faltó una orquesta en la presentación del acuerdo de gobierno del PSOE y Sumar que protagonizaron Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. No para amenizar la velada, sino para acompañar algunos de los fragmentos de los discursos con breves piezas que reforzaran su sentido épico o la intensa relación de los actores. “Querido Pedro. Sé que casi siempre estamos de acuerdo”, dijo Díaz a la que sólo le faltó un suspiro. “Creo que voy a repetir más o menos lo mismo que ha dicho Yolanda en su intervención”, comentó Sánchez antes de iniciar la suya. Al menos, no se interrumpían para completar las frases del otro.
En las comedias románticas, hay que tener cuidado con no caer demasiado en la esperanza de que el mundo será maravilloso mientras sigamos enamorados. De lo contrario, terminas con esa frase de 'Love Story' que siempre ha causado aumentos alarmantes en la concentración de azúcar en la sangre. Esa que dice que “amar significa no tener que decir nunca lo siento”. Pero en el caso que nos ocupa debieron de pensar que ya habrá bastante ansiedad con Carles Puigdemont. El martes era el día para disfrutar.
El Partido Popular se había choteado de la presentación del acuerdo antes de que comenzara. “La noticia que no sorprende a nadie”, dijo Borja Sémper. Cierto, el acuerdo fue tan rápido como el pacto de coalición del PP y Vox en la Comunidad Valenciana.
Para desmentir la idea de que fuera un trámite, los contrayentes anunciaron que habían redactado y negociado catorce borradores previos antes del acuerdo final. Tanto el PSOE como Sumar hicieron campaña en julio con la promesa de repetir el Gobierno de coalición. Era normal que no tuvieran problemas en actualizarlo para cuatro años más.
Fue una mañana de celebración libre de tensiones. Libre también de las preguntas de los periodistas. Los reporteros estaban situados en el fondo de la sala en la que Sánchez y Díaz pronunciaron sus discursos. Era la manera de garantizar que nadie sacara el tema de la amnistía y las negociaciones con Puigdemont.
Frente a la imagen de un futuro Gobierno volcado en complacer a sus aliados nacionalistas, tocaba centrar el mensaje en extender los derechos sociales, aumentar el gasto público o reducir la desigualdad.
La vicepresidenta dijo que se viene “una segunda ola de derechos laborales” que tendrá como uno de sus objetivos “ganar tiempo para la vida” con la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales en 2025. Todo el mundo está a favor de la vida, sobre todo considerando la alternativa, pero la medida sólo puede aprobarse a través de una reforma legislativa para la que necesitarán los votos de otros. Está por ver si el PNV y Junts, partidos muy ligados a las patronales vasca y catalana, estarán dispuestos a aceptarlo.
Ocurre algo similar con las promesas sobre vivienda. Las competencias sobre su gestión están en manos de las autonomías y PNV, ERC y Junts no tolerarán cambios al respecto. Y también con la nueva promesa de reformar la ley mordaza, que no salió adelante en la anterior legislatura por la negativa de ERC y Bildu de votar a favor de la propuesta recibida. Es lo que tienen los gobiernos de coalición sin mayoría absoluta.
Lo único que es fácil de aprobar son los decretos ley y ni eso, porque luego necesitas ratificarlos en el Congreso.
El texto es tan ambicioso que pretende poner fin a las listas de espera, “la indignidad de las listas de espera”, como las llamó Yolanda Díaz. “Acabaremos con las listas de espera en la sanidad pública –dice el acuerdo– estableciendo por ley unos tiempos máximos de espera en el SNS (Servicio Nacional de Salud): 120 días para intervenciones quirúrgicas, 60 días para consultas externas especializadas y 30 días para pruebas complementarias, con independencia del lugar de residencia”.
Suena muy bien hasta que recuerdas que la gestión de la sanidad es competencia de las comunidades autónomas y que no sirve con imponer un tiempo máximo si no se destinan millones de euros más en fondos públicos.
Sánchez tuvo sus momentos eufóricos en los que parecía que el nuevo Gobierno ya estaba hecho y a punto de celebrar su primer Consejo de Ministros. Lo primero era presumir de que lo hecho en la legislatura recién finalizada suponía un logro excepcional. “Hemos recuperado el rango de democracia plena”, dijo. Parece que antes estábamos en un estado mediopensionista, aunque es difícil saber cuándo fue eso.
Citó el ranking Rule of Law Index, que en 2022 colocó a España en el puesto 23º con la misma puntuación que el año anterior pero con una pérdida de dos puestos (por debajo están EEUU, 26º, Portugal, 27º, Italia, 32º, o Polonia, 36º).
El líder socialista picó aún más alto cuando hizo saber que “vamos a apoyar la puesta en marcha de un proceso de paz justo y definitivo entre Israel y Palestina”. Eso es ahora más urgente que nunca, aunque las posibilidades de éxito de esa iniciativa llevan enterradas más de veinte años.
No era día para quedarse corto por parte de ninguno de los dos. “Esta vez lo vamos a hacer aún mejor”, alardeó Sánchez.
Díaz pretendió hacer ver que los grandes beneficiados del acuerdo serán los ciudadanos. “Este acuerdo no es del PSOE y Sumar. Es vuestro”. De acuerdo, el argumento se puede comprar si todo va bien. Pero lo de negociar con Puigdemont no se puede subcontratar a la gente. Ese marrón se lo tienen que comer ellos.
Sigue la actualidad en el nuevo canal de WhatsApp de elDiario.es con las claves del día y las últimas horas más importantes.
60