El PSOE en el diván
Aquejado de una profunda melancolía, el PSOE se ha tumbado este fin de semana en el diván. Necesita buscarse a sí mismo, encontrar las causas de su desánimo y, sobre todo, dar con la manera de superarlo, de reanimarse, de revivir, y, de ese modo, recuperar su conexión con la sociedad. O, lo que viene a ser lo mismo, reconquistar a los más de cuatro millones de votantes que le abandonaron en 2011. De ahí la autocrítica por los errores pasados, el rescate de las esencias del socialismo, el refuerzo de las políticas de igualdad y el impulso de las medioambientales. Eso por lo que Elena Valenciano dijo la víspera: que el PSOE saldrá de esta conferencia “más rojo, más morado y más verde”, jugando con el color de las políticas y el de la bandera republicana.
Claro que su programa será más laico, más social, más igualitario, más protector de la naturaleza... Pero en cuanto a la Monarquía, no se otean cambios. Más bien parece que se mantendrá en las posiciones de la Constitución de 1978, pese a las enmiendas de las Juventudes Socialistas, que tanto preocupaban al coordinador de la conferencia, Ramón Jáuregui, temeroso de que reapareciera esa vena –más que republicana– ácrata, que Felipe González detectó hace años en el PSOE.
Si los socialistas cumplen con el proyecto que están aprobando este fin de semana, saldrán también a comerse el mundo. Volverán a la calle, ofrecerán alternativas de justicia social a las políticas económicas y fiscales, a los servicios públicos, a los derechos civiles... En definitiva, tratarán de reconquistar a los millones de electores perdidos y de conectar con aquellos que, por edad, ni siquiera tuvieron la oportunidad de votarlos. Las intenciones son buenas. El remozado del proyecto, también. Ahora hay que ver si les acompaña la fuerza y la voluntad. Y el buen rollito interno que se respiraba en la conferencia, a pesar de que las heridas del último congreso, el que le ganó Alfredo Pérez Rubalcaba a Carme Chacón por un puñado de votos, parecen seguir abiertas.
Porque no está tan claro que los socialistas vayan a salir de esta conferencia más unidos. Es cierto que se levantaron de la sesión de este sábado aliviados, reconfortados; algunos, incluso, eufóricos. Les ocurre siempre que montan un aquelarre, se juntan y escuchan discursos que les reafirman en sus posiciones. Unas dosis de fraternidad y un chute de autoestima... Y casi, casi se les cura la depresión. No se entiende por qué no organizan más sesiones de estas.
Aunque más allá de las peleas entre los que piden primarias inmediatas y los que las quieren para más tarde, la valoración que se hacía en los pasillos de los discursos de los dos presidentes autonómicos también denota que hay dos tendencias. Hubo unanimidad en que tanto la andaluza Susana Díaz como el asturiano Javier Fernández estuvieron “estupendos”. “Dos muy buenos discursos. Se entiende por qué gobiernan”, decían los partidarios de una y otro. Lo decían todos. Pero a unos les gustó más el estilo directo de la presidenta de Andalucía, a la que hay quien ve ya como una esperanza para el futuro del PSOE –no sólo de Andalucía– y a otros les gustó más la profundidad del discurso del presidente de Asturias.
Los dos, cada uno a su manera, certificaron la necesidad de que el PSOE se refuerce recuperando sus raíces y un proyecto común para España. De hecho, el problema catalán sobrevoló sin posarse en ninguno de los debates. Como la fecha de las primarias, debate que frenó Rubalcaba con la ayuda de Susana Díaz, pese a las intenciones de algunos barones revoltosos. Este domingo, segunda sesión de terapia.