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Susana Díaz ha ganado las elecciones de Andalucía, pero sólo lo sabe ella

"Si hubiera sido derrotada, me habría ido a mi casa", dice Díaz.

Iñigo Sáenz de Ugarte

El presidente de Nigeria es uno de los personajes de la semana. Muhamadu Buhari ha anunciado que está vivo y que por tanto los rumores sobre su muerte son falsos. No sólo eso. También ha negado haber utilizado un doble para sustituirle durante sus largas estancias hospitalarias en el extranjero. 

“Soy yo de verdad. Se lo aseguro. Pronto celebraré mi 76º cumpleaños y aún estoy fuerte”, ha dicho. Muy fuerte no está. Pasó cinco meses el año pasado en Gran Bretaña recibiendo tratamiento por un enfermedad que el Gobierno no ha querido identificar. 

Susana Díaz también ha tenido que salir al paso de todos los obituarios que habían comenzado a escribirse una vez que José Luis Ábalos, en su calidad de secretario de Organización del PSOE, hablara de la “necesaria regeneración” en el partido en Andalucía tras los malos resultados, lo que todo el mundo entendió como la regeneración que rima con decapitación. 

El lunes por la tarde, Díaz dio una rueda de prensa y el martes por la mañana, tres entrevistas. En todas comunicó al mundo exterior que estaba viva y más fuerte que nunca, tanto es así que había ganado las elecciones, un pequeño detalle que estaban obviando todos los medios de comunicación. Parece mentira la cara de funeral de cuerpo presente que llevaba puesta en la noche electoral.

Por tanto, ¿dimitir?, ¿asumir como propia la responsabilidad de los peores resultados del PSOE andaluz desde 1982, como sus partidarios achacaron a Pedro Sánchez después de las elecciones generales de 2015?

¿Cómo va a dimitir si ella ganó las elecciones?: “Si hubiera sido derrotada y hubiera perdido, me habría ido a mi casa. Si me dice, ¿está contenta después de haber ganado, de haber bajado tanto? Pues no. Y no diré que ha sido un buen resultado porque no es verdad. Pero hemos ganado las elecciones y tenemos una responsabilidad”, dijo en la entrevista en la SER.

La responsabilidad a la que se refiere es la de intentar formar un Gobierno al ser la fuerza más votada. 59 de los 109 diputados elegidos el domingo hicieron campaña para acabar con Susana Díaz y poner fin a décadas de lo que llamaban “régimen socialista”. Las matemáticas no son algo que vaya a frenar a la presidente andaluza en funciones.

400.000 votos menos para el PSOE. Siete puntos menos. Catorce escaños menos. Los números son engañosos, nos cuenta Díaz. Eso es así porque los antiguos votantes socialistas que no han tenido cuerpo para confiar en ella como mínimo tienen algunos de sus órganos pintados con los colores socialistas: “Cuando la gente se ha quedado en su casa y no ha ido a votar otras fuerzas políticas, es que el corazón lo tiene en el PSOE”, ha explicado empleando sus poderes de médium, porque ella sabe lo que hay en sus corazones.

Pero, eh, también hubo un instante para la autocrítica: “Seguramente, la que estaba equivocada era yo, que quería una campaña con acento andaluz”. Eso suena a la típica pregunta sobre cuál es tu peor defecto que se responde con: la sinceridad. En este caso, su defecto es querer mucho a los andaluces. 

La política es cíclica en su intento de volver locos a los votantes, o sencillamente dejarlos decepcionados. Estaba claro que el PP se iba a olvidar muy pronto de sus denuncias de “pactos de perdedores” cuando vieran los resultados de los andaluzas. Lo que no pensábamos es que el PSOE enarbolaría tan pronto esa antorcha que siempre identifica a los perdedores cabreados. “Habrá que ver si la derecha determina un pacto de perdedores”, dijo Susana Díaz sin pretender ser irónica.

Es totalmente prematuro especular sobre una posible repetición de las elecciones. En 48 horas no se va a formar una coalición inédita de gobierno. PP y Ciudadanos juegan a presionarse, pero ambos saben que sus votantes no serán misericordiosos con ellos si hay que volver a votar y desperdician la oportunidad de terminar con 36 años de Gobierno del PSOE. 

Por las mismas razones, la dirección nacional socialista no tiene prisa para aplicar a Susana Díaz los tormentos que tiene reservados para ella. Veinticuatro horas después, Ábalos volvió a comparecer ante los periodistas para explicarles qué es lo que había querido decir con sus palabras. Resulta que era lo contrario de lo que todos habían escuchado.

Ferraz no necesita acelerarse. Todo quedará más nítido cuando se forme el nuevo Gobierno en Sevilla. No será el único que varíe la estrategia. Será entonces cuando Díaz habrá perdido la cara agónica, se habrá recompuesto y estará preparada para endosar a Juanma Moreno la misma oposición que el PP le hace a Pedro Sánchez.

Cómo se atreve a gobernar con esos socios (la extrema derecha en este caso) cuando YO gané las elecciones. Parece mentira que nadie se haya dado cuenta.

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