La vuelta al ruedo (abandonado) de España
En Asturias, antes de la pandemia, se celebraban de media sólo seis festejos taurinos al año. Los toros, que durante siglos formaron parte de las fiestas de lugares como Avilés, Mieres o Llanes, entre muchos otros, desaparecieron hace décadas de la geografía física y popular del principado. Gijón, con su feria de Begoña, era el último reducto de la tauromaquia en la comunidad. Su festejo se convirtió en noticia a mediados de agosto cuando la alcaldesa, Ana González, anunció que no se volvería a celebrar porque a partir de ahora el ayuntamiento no autorizará las corridas de toros y la plaza se dedicará en exclusiva a actuaciones musicales. Lo hizo después de la polémica generada porque en una corrida se torearan a unos toros llamados “Feminista” y “Nigeriano”.
Asturias es, tras el anuncio de la alcaldesa y si no cambia la situación, la tercera comunidad sin toros en España, tras Canarias y Catalunya. Por eso las miradas se volvieron inmediatamente hacia Oviedo. Allí, la plaza de Buenavista no acoge una corrida desde 2007. De hecho, está tan abandonada que la ha invadido la vegetación y da la impresión de que es más probable que salga por los corrales un oso que un toro. Pero el ayuntamiento tiene planeado reformarla. Las condiciones para el concurso está previsto que se presenten antes del invierno y las obras comenzarían en 2023. Sin embargo, el alcalde de la ciudad, Alfredo Canteli, del Partido Popular, se ha mostrado tajante: mientras él sea alcalde, Oviedo no volverá a tener toros.
Asturias, Gijón y Oviedo, sirven de ejemplo para el resto de España sobre el uso de las plazas. En todo el país se estima que hay cerca de 1.700. Algunas de ellas son hoy monumentos únicos, como Almadén, en Ciudad Real, o Ronda, en Málaga, dos de las más conocidas. Otras están protegidas con la categoría de Bien de Interés Cultural. Muchas siguen en uso. Pero durante los últimos años ha surgido el debate sobre qué hacer con las abandonadas y las que han dejado de albergar corridas.
El cierre de las plazas de toros va irremediablemente unido al declive por la afición del toreo. Pierde afición y los más jóvenes no muestran mucho interés por el relevo generacional en el graderío. Además, el Gobierno ha decidido excluir a los toros del bono cultural de 400 euros para quienes cumplan 18 años. Inicialmente lo contempló, pero se echó atrás unas horas después.
Las únicas estadísticas fiables para evaluar el opaco sector del toro hoy son las que proporciona el Ministerio de Cultura y Deporte, al que pertenece. Esos datos evidencian una caída muy fuerte del número de festejos (corridas de toros, novillos, rejones o mixtas) desde que en 2007 se alcanzara el récord. Entonces se celebraron en España 3.651. El sector vivía entonces, dicen sus responsables, “una burbuja”. Otra más de las tantas que había en España. En 2019 fueron 1.425, menos de la mitad. El año pasado, por la pandemia, sólo hubo 129. Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid y Andalucía, por ese orden, son las comunidades que más festejos acogen. Entre las cuatro, casi ocho de cada diez. La Comunidad Valenciana es, sin embargo, donde más fiestas populares (recortadores, encierros, bous al carrer...) se celebran con toros, casi 10.000 al año, la mitad del total, en un sector que no sólo no ha caído como las corridas de toros sino que, además, ha subido durante los últimos años. Porque dentro de esa realidad del mundo del toro hay dos partes muy diferenciadas: la tauromaquia de las corridas y la afición por el toro de las fiestas de los municipios.
El pasado mes de julio el portal Mundotoro realizó un análisis, muy comentado en el sector y cuyas conclusiones provocan temor, según el cual se ha confirmado que desde 2007 las poblaciones donde no hubo corridas dos años consecutivos ya no han vuelto a celebrarlas. El parón provocado por la pandemia, según su hipótesis, puede hacer que de aquí a dos años desaparezcan un 30% más y que sólo queden 261 localidades frente a las más de 900 de 2007. Para Carlos Ruiz Villasuso, director del portal y muy crítico con su sector, el toro “está enfermo” y la causa de la enfermedad está en el despoblamiento de España. “El toreo está exactamente igual que el mundo de las tradiciones y de la España vacía. Pones un mapa de cómo se vacía España y sobre él el de cómo se vacía la tauromaquia y es el mismo”, explica a este periódico.
Hoy, Victorino Martín, presidente de la Fundación Toro de Lidia, que aglutina al sector, ya ha anunciado que van a denunciar al ayuntamiento de Gijón. Como explica, ya lo hicieron también en Villena (Alicante). Allí, durante la anterior legislatura, el alcalde, Francisco Javier Esquembre, de Los Verdes de Europa, no autorizó los festejos taurinos. La fundación llevó su decisión a la Justicia y ganó, pero el alcalde continuó oponiéndose. En 2019 la fundación llegó incluso a denunciarlo por prevaricación. La demanda fue sobreseída, pero tras la victoria socialista y el cambio de regidor en el ayuntamiento aquel año volvieron a celebrarse corridas en Villena.
La realidad, sin embargo, demuestra que es mayor el caso de las ciudades en las que cuando se suspendieron los toros ya no regresaron. Como en A Coruña. La plaza de toros de la ciudad, inaugurada a finales del siglo XIX, se quedó sin actividad a finales de los años sesenta. En 1991 la ciudad volvió a tener un nuevo coso, un espacio cubierto multidisciplinar conocido como el Coliseum. Se celebraron corridas hasta que en 2015 el ayuntamiento decidió no volver a financiarlas. Desde entonces no las ha habido.
En Benidorm su plaza está huérfana de actividades desde hace años. Se cerró porque tenía problemas estructurales. Hoy está en marcha un proyecto de reforma, valorado en casi nueve millones de euros y cuya finalización está prevista para 2023, también como Oviedo, año electoral. La nueva plaza tendrá un edificio anexo que será biblioteca y salas de estudio y espacios para asociaciones. La plaza será, además, lugar para conciertos y representaciones. Pero el ayuntamiento contempla también que vuelvan a celebrarse festejos taurinos.
Así sucede también con la de Orihuela. Allí el ayuntamiento del Partido Popular ha sido más claro aún y convirtió en promesa electoral el regreso de los toros. La plaza de Orihuela estaba, como la de Oviedo, abandonada desde 1986 y en ella, como en la célebre frase de Parque Jurásico, la vida se había abierto camino. Parecía más un jardín botánico. Hoy ya está rehabilitada, pero parada todavía desde hace más de dos años porque, paradójicamente, carece de licencia de actividad.
En la geografía española hay plazas de toros que pasaron por ese proceso de rehabilitación o reconversión y siguieron siendo plazas de toros pero al mismo tiempo dejaron de serlo. El caso más importante es el de Las Arenas, en Barcelona. Históricamente la segunda plaza de la ciudad, Las Arenas es desde hace ya una década un centro comercial con tiendas, cines y restaurantes.
Las Arenas sirve hoy de ejemplo a otras plazas que intentan seguir el mismo camino. Uno de los casos más llamativos es de la de Santa Cruz de Tenerife. Canarias fue la primera comunidad sin toros en España. En 1991 el parlamento canario aprobó una ley que prohibía “utilizar animales en peleas, fiestas, espectáculos y otras actividades que conlleven maltrato, crueldad o sufrimiento”. Aquella ley, que hoy no sería válida según las sentencias del Constitucional, se utilizó como respaldo para cancelar las corridas de toros. Sin embargo, la realidad era otra. En primer lugar, la ley hace referencia en su texto a “animales domésticos” y, además, excluye las peleas de gallos, tradición en el archipiélago, que sí se permiten. La segunda, que desbarata o anula en realidad cualquier debate, es que la afición por los toros en las islas es y era prácticamente nula. Cuando se aprobó la ley hacía casi una década ya que no se celebraban corridas. La plaza de Santa Cruz lleva años abandonada. Desde 2018 sus dueños privados intentan reconvertirla, pero necesitaban la aprobación de Patrimonio Histórico porque, aunque no está considerada como Bien de Interés Cultural ni protegida, se encuentra situada en un área, la Rambla, que lo está. El proyecto, para convertir la plaza en locales de ocio, aparcamiento subterráneo, viviendas y abrir una parte como una plaza pública, ya está finalmente aprobado. Tras su modificación, no podrá ya haber toros nunca.
Entre los casos más reveladores, el de Getafe. Sólo en la comunidad de Madrid se construyeron 11 plazas desde finales de los años noventa hasta la crisis. Hoy apenas tienen uso. Una de ellas, la de esa localidad. Costó tres millones de euros y fue inaugurada en 2004. En 2013 acogió su última corrida. Se usaba también para conciertos, hasta que las quejas de los vecinos por el ruido hicieron que también estos se cancelaran. Pero tenía, y tiene, problemas estructurales. Tantos, que en 2016, sólo 12 años después de abierta, se barajó incluso su demolición. En 2018 se cerró definitivamente. Desde 2019 el ayuntamiento, del PSOE con el apoyo de Podemos, planea su remodelación. Quiere cerrarla e insonorizarla y que pueda acoger eventos culturales y deportivos. Los toros no entran en la ecuación. Mientras eso llega, si lo hace, la plaza aparece en las búsquedas en Internet como un sitio de cruising, de encuentros sexuales más o menos furtivos. En la web donde se anuncia como localización recibe una calificación de tres corazones y medio: buena.
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