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'Feminista' y 'Nigeriano' sentencian la plaza de toros de Gijón que nunca se llenaba

'El Juli' torea a 'Nigeriano' el pasado domingo en Gijón.

Víctor Honorato

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La alcaldesa de Gijón, Ana González, estaba el pasado domingo por la noche con la familia cuando le llegó por WhatsApp el cartel de la corrida de toros, la última de la feria de Begoña de este año. Enseguida pidió comprobar que no era un montaje. Dos de los toros de la tarde se llamaban Feminista y Nigeriano y a la regidora le pareció una broma de mal gusto. Confirmada la nomenclatura, González esperó al miércoles para anunciar que el chiste no tenía gracia y que había decidido no prorrogar la concesión a la empresa que gestiona el coso municipal. Los toros no volverían a Gijón. “La falta de libertad es absoluta”, clamó el diestro Fran Rivera, quien dijo sentir “mucho miedo”.

Menos asustado, el Juli, otro torero, exigió una rectificación y acusó a González de querer “bañar a la tauromaquia de tintes políticos e ideológicos”. Resulta, explicó el torero en un video en Twitter, que los toros reciben los nombres de sus madres, una tradición sin ánimo jocoso. Lo de Nigeriano y Feminista fue una “infeliz coincidencia”, reitera Carlos Zúñiga, el gestor de la plaza. “El ganadero se la compró en 1986 a otro señor que ya ha fallecido”, insiste, con lo que no hay forma de comprobar si hubo entonces retintín onomástico.

Recibida la explicación, la regidora ha señalado sucesivamente desde el miércoles y hasta hoy que los nombres se podían haber cambiado, y que en cualquier caso la decisión de no renovar la concesión vigente, aprobada en 2016 por tres años con posibilidad de prórroga por otros tres (2022 sería el último, pues 2020 no se tuvo en cuenta a causa del coronavirus) ya estaba tomada previamente. “Los toros ya estaban claramente cuestionados, cada día hay más gente que no los quiere”, ha defendido. González se remite a declaraciones del PSOE asturiano en ese sentido de los últimos años. Los socialistas recuperaron el bastón de mando en 2019 y gobiernan en solitario. 

La decisión ha causado en el país un eco informativo que a ratos ha competido con la retirada de las tropas occidentales de Afganistán, a pesar del relativo éxito que tienen los toros en Gijón, donde es muy difícil que la plaza se llene. “Solo lo recuerdo cuando vino José Tomás, que la gente acampó de noche para conseguir entradas”, apunta Pedro López, vicepresidente de la peña taurina Gijona. El mismo miércoles se acercó con otros aficionados a protestar al entorno de la plaza (al día siguiente se asomaron también, a título individual, representantes locales de PP, Ciudadanos y Foro Asturias). “Dicen que éramos unos 70, yo creo que seríamos algunos más”, señala. Lo repentino del anuncio ha cogido a los taurinos locales desprevenidos, “como en un sueño”. López es pesimista porque, al fin y al cabo, la plaza es municipal, y aunque se pleitease, al Ayuntamiento le valdría con subir el canon para impedir una feria que apenas es rentable.

“Económicamente no es para tirar cohetes”, dice Zúñiga sobre el negocio en Gijón, que solo le brinda “la satisfacción de mantener viva la llama del toreo en Asturias”. Este año pagó 25.000 euros de canon, frente a los 50.000 habituales, porque el cartel se redujo a la mitad por la COVID. Eso en lo que a él respecta, porque en cuanto al retorno económico a la hostelería, Zúñiga lo cifra entre ocho y 10 millones de euros. Un informe de la cámara de comercio local relativo a la feria de 2017, recuperado por La Nueva España, habla de 6,7 millones, tirando por lo alto en cuanto al gasto de los visitantes (casi un millón de euros en “compras”), y aun reconociendo que la asistencia media apenas superó el 30% del aforo.

La asistencia ha sido precisamente uno de los grandes problemas de los toros en Asturias. En Oviedo, la última corrida fue en 2007. El peñista López, que llegó a Gijón de adolescente desde Palencia, es abonado desde 1974 y recuerda que en aquellos años la plaza “daba pena, habría unos 400 abonados”. “La afición estaba muy dormida, no tenía mucho arraigo, y eso que la plaza es de 1888”, rememora. Medio siglo después, los días de más afluencia son de “tres cuartos, o una media larga”, apunta, aunque es normal ver “autobuses llenos y muchos taxis” los días grandes, y amigos que vienen “de Bilbao y Santander”.

Sea como fuere, la alcaldesa zanjó la cuestión dineraria. “Hay decisiones que no se toman por factores económicos”, dijo, y recordó que la trata de blancas también da muchos beneficios.

La creciente oposición a las corridas también tiene importancia. Esta misma semana, la Confederación Hidrográfica del Cantábrico impidió organizar una novillada en una plaza desmontable en Cangas de Onís porque cerca pasa el río Güeña. No ayudó a los promotores que la iniciativa hubiese sumado 55.000 firmas en contra. Pasa en otras plazas del norte, como la de Pontevedra, donde el ayuntamiento autorizó un aforo del 75% y el promotor renunció porque no le era rentable.

“Va a ser muy difícil volver”, se lamenta López. “Si no se celebra durante dos años seguidos, cuesta más recuperar la afición, se pierde”, añade. En medio de la polémica, el viernes, junto a la plaza, el restaurante El Tendido no notaba el bajón, según el trabajador que atendía al teléfono apresuradamente: “Estamos hasta arriba”.

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