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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Discapacitados en la historia

Ludwig van Beethoven.

Raúl Gay

En este post me voy a poner 'buenista' y voy a recordar que ser retrón no significa no servir para nada. Hoy lo tenemos cada vez más fácil para estudiar, trabajar y llegar “a ser alguien”; pero en el pasado también ha habido 'cascaos' que han llegado a lo más alto. Me olvido de muchos, pero aquí van unos cuantos:

Un ciego escribió los pilares de la literatura occidental. O no. En realidad, todavía no sabemos si Homero existió o si fue una creación a posteriori. Es posible que la Ilíada y la Odisea se escribieran del mismo modo en que luego se escribió la Biblia: por partes, gracias a múltiples voces. O que Homero fuera un barbudo ciego que inventara algunos de los mejores versos de la literatura universal. Por entonces (y hasta mucho después), los poemas se recitaban y variaban sutilmente en cada recitado, así que un ciego no tendría mucho problema en memorizar los 25 mil versos en los que cuenta la guerra de Troya y la vuelta a casa de uno de sus héroes.

Seguimos en Grecia, con un tartamudo considerado el padre de la oratoria. Se dice que Demóstenes superó este problema poniéndose pequeñas piedras en la boca mientras ensayaba los discursos. Aunque bien puede ser una leyenda inventada para magnificar sus logros.

Otra leyenda: Cervantes no era manco. Sí tenía una mano inservible a causa de un disparo que le seccionó el nervio de la izquierda. Aun así, le bastó con la otra para escribir las desventuras de un señor que se volvió loco de tanto leer.

Pero escribir con una sola mano no tiene mérito: componer una de las mejores sinfonías de la historia sin poder escuchar una nota es para quitarse el sombrero. Ludwig van Beethoven creó la Novena al final de su vida, cuando estaba sordo como una tapia. Cuenta la leyenda que a pesar de todo quiso dirigir él mismo el estreno. Hacia el final de la obra, los músicos dejaron de tocar y Ludwig se enfadó y agitó los brazos, “¡Tocad, tocad!”. Uno de los músicos le hizo dar la vuelta y mirar al público, que estaba aplaudiendo a rabiar. No es del todo cierto, pero emociona (algo similar sí sucedió unos años antes, cuando dirigió la Séptima).

Francisco de Goya es otro de mis sordos preferidos. El aragonés dedicó parte de su vida a retratar a reyes y chicas guapas. A los 50 años pierde la audición y comienza su etapa más profunda y oscura (a mi juicio, sin ella no estaría en el panteón de los pintores). La sordera del pintor de la Corte tuvo una consecuencia positiva para la sociedad del momento: el regente Godoy creó la primera escuela para sordos. Ya lo decía yo en un artículo: si los retrones se acercan al poder, pueden mejorar las cosas.

Más artistas (¿alguien ha estudiado la relación entre 'retronez' y arte?; seguro que hay un nexo): Toulouse Lautrec, una especie de Tyrion Lannister en la Francia del siglo XIX. El pintor medía metro y medio y tenía problemas en las piernas. En lugar de pintar paisajes, como hacían sus compañeros impresionistas, se dedicó a retratar los bajos fondos de París: burdeles, prostitutas, cabarets, actores, bailarines… Se ve que no sólo pintaba, porque acabó alcohólico y enfermo de sífilis.

Si las mujeres han estado marginadas y sometidas a lo largo de la historia, no digamos las retronas. Además de Hellen Keller y Anne Sullivan –retronas famosas por sus avances en la comunicaciónn de ciegos y sordos–, la más conocida quizá sea Frida Kahlo.

La pintora mexicana no se privó de nada: enfermó de polio a los seis años, se sometió a varias operaciones, y logró caminar con cierta dificultad... hasta que el autobús en el que volvía de la escuela fue arrollado por un tranvía. Quedó hecha un cuadro (de Picasso): la columna vertebral rota por tres puntos, fracturas en costillas, clavícula y hueso púbico; su pierna derecha se fracturó en once partes, su pie derecho se dislocó, su hombro izquierdo se descoyuntó y un pasamanos la atravesó desde la cadera izquierda hasta salir por la vagina. Pasó 32 veces por quirófano y dedicó su vida a la pintura.

Pocos retrones han llegado al poder. Franklin Delano Roosevelt fue uno de ellos. Enfermó a los 39 años y quedó paralizado de cintura para abajo, aunque podía mantenerse erguido con ayuda. El presidente creía que si los ciudadanos le veían en silla pensarían que era débil, y trató de camuflarla. Cuando tenía que dar un discurso lo hacía de pie, apoyado en un atril, en un soporte o en el brazo que un hijo colocaba discretamente. En Yalta, una de las reuniones clave del siglo XX, sí habló sentado y se refirió al peso que sus piernas podían soportar.

Hoy, el retrón más famoso quizá sea Stephen Hawking. Uno de los tipos más inteligentes del momento sólo puede hablar con la ayuda de un ordenador. Gracias a él, hemos descubierto que el universo terminará convertido en un agujero negro y nos hemos echado unas risas en Padre de familia.

Como decía al inicio, hay muchos más: Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, Serafín Zubiri, Ray Charles, Thomas Quasthoff… ¿Se os ocurren otros?

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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