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Los mayores LGTBI de la campaña del Orgullo censurada por el Ayuntamiento de Madrid: “Es una triste involución”

Brenda y  Rosa.

Marta Borraz

Son cuatro de las seis personas que han participado en la campaña del Ayuntamiento de Madrid para el Orgullo LGTBI ideada por el anterior equipo municipal. Maribel, Rosa, Brenda y Pedro lamentan que el actual consistorio, encabezado por el popular José Luis Martínez Almeida, haya eliminado parte del mensaje de las banderolas que cuelgan de las farolas en grandes vías de la ciudad. Según el diseño inicial, al lema genérico “Nuestro mayor Orgullo” le iban a acompañar varias frases reivindicativas, pero este lunes las calles madrileñas amanecieron sin ellas y, en su lugar, aparece este lema dos veces.

“Ha habido una amputación de nuestras reivindicaciones. Esos mensajes tenían sentido, decían algo más allá...”, señala Maribel Torregrosa a eldiario.es, a punto de cumplir los 62 años. Además de las banderolas, la campaña está formada por fotografías de estas seis personas junto a las mismas frases eliminadas: “Quienes guardan recuerdo de la represión”, “quienes se mantuvieron firmes”, “quienes levantaron nuestros derechos”, “quienes estaban cuando no estábamos” y “quienes de verdad saben lo que nos jugamos”. Esta parte sí se mantiene tal cual fue diseñada en las marquesinas y en los “mupis” –publicidad en elementos de mobiliario urbano–, que es donde salen los retratos.

“Yo creo que era importante que los mensajes estuvieran también en las banderolas porque son las más visibles. Hacen hincapié en una lucha de hace muchos años y en no intentar olvidar a la gente que más ha hecho por el colectivo y que lo ha hecho en tiempos mucho más complicados”, explica Maribel, mujer trans. De hecho, la campaña está concebida como homenaje a las personas mayores LGTBI, obligadas a vivir en el armario o a ser víctimas de la represión en una época de fuerte hostigamiento. El consistorio madrileño quiso unirse así al leit motiv del Orgullo de este año: “Mayores sin armarios: Historia, lucha y memoria”.

A Maribel le acompañan en las fotografías Ramón, Brenda, Fernando, Pedro y Rosa. Para esta última, la decisión del Ayuntamiento es “un hecho bochornoso” y, “sin duda” una “falta de consideración con el anterior consistorio”. Es Rosa Arauzo, histórica activista feminista y por los derechos LGTBI que ahora tiene 74 años, a la que le parece especialmente grave que haya ocurrido justo este año, cuando se conmemoran 50 años de las redadas de Stonewall que dieron lugar al origen del Orgullo. “Estamos en la reivindicación de lo que supuso el principio de la lucha y para que las nuevas generaciones sepan lo que pasó”.

El Ayuntamiento de Madrid, por su parte, ha asegurado a los medios que la campaña “no ha sufrido ninguna modificación sustancial” y que “solo” se han cambiado las 590 banderolas con el objetivo “de unificar el mensaje” para “poner en valor una fiesta reivindicativa que existe desde hace muchos años”. 

Para los colectivos LGTBI, sin embargo, las banderolas que cuelgan en lo alto de las farolas son un espacio simbólico porque son muy visibles. Por ello, Maribel, la jurista especializada en derechos LGTBI Violeta Assiego, y el escritor y guionista Paco Tomás han puesto en marcha una recogida de firmas a través de la plataforma change.org para que el consistorio, al que acusan de haber “censurado y descafeinado” las banderolas originales, recuperen la campaña entera tal y como estaba diseñada. La petición ya cuenta con más de 2.000 firmas. 

“No pienses que fue fácil”

“Es indecente”, sentencia contundente Brenda Palacios, otra de las mujeres que ha prestado su imagen para la frase “quienes saben lo frágil que es lo ganado”. A sus 63 años, esta mujer trans peruana aún no ha podido modificar su nombre y sexo legal en el Registro Civil porque se encuentra en trámites de lograr la nacionalidad española. Este es uno de los requisitos que exige la ley 3/2007 de 15 de marzo, que regula la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, y que a punto estuvo de ser modificada la anterior legislatura para terminar con esta exclusión y acabar con los requisitos médicos que también impone la norma.

Al hilo del mensaje reivindicativo que acompaña su fotografía, para Brenda el sentido de la campaña municipal para este Orgullo es “que la gente joven sepa lo que pasamos antes de llegar hasta aquí”. “Y no pienses que fue fácil”, explica al tiempo que recuerda “todo lo que perdimos muchos de nosotros. Hasta hoy aún hay gente mayor en el armario”. Coincide con ella Pedro Antonio Beguería, coordinador del grupo de mayores del colectivo LGTBI de Madrid COGAM y también parte de la campaña del Ayuntamiento. “Creo que es una involución verdaderamente triste que retrotrae a los tiempos en los que yo tenía miedo”, lamenta.

Este hombre de 70 años y natural de Zaragoza recuerda cómo una parte de la sociedad “hemos tenido que vivir amargamente nuestra vida para que otros vivieran alegremente”. Se refiere a la dictadura franquista, una época de enorme represión y hostigamiento hacia las personas LGTBI, perseguidas y castigadas por las leyes que penalizaban la homosexualidad. La derogación de la última, la Ley de Peligrosidad Social, fue el objetivo más inmediato de las primeras manifestaciones del Orgullo, primero en Barcelona en 1977 y posteriormente en Madrid y otras ciudades españolas en 1978.  

“La aplicación en forma sistemática de la tortura y tratos crueles, inhumanos y degradantes contra homosexuales y transexuales constituyó una pauta de la represión homofóbica” de la época, resume Amnistía Internacional en su informe España: poner fin al silencio y la injusticia, publicado en 2005. Los que no sufrían la represión violenta directa, estaban obligados a vivir invisibles y con la libertad cercenada, lo que Pedro Antonio llama “la caja fuerte”, mucho más férrea que el armario.

Ante esta resistencia protagonizada por las personas mayores, que marcaron el camino de los derechos LGTBI, y lejos de eliminar los contenidos más reivindicativos y políticos del Orgullo, Rosa Arauzo pide justo lo contrario, que “nuestras instituciones democráticas hagan una reparación, al menos simbólica, de lo que ha supuesto este calvario de negación y ocultamiento”.

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