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ENTREVISTA | Ingeniera sordociega

Sandra Timón: “Las empresas siguen mirando lo económico, no lo que puede aportar una persona con discapacidad”

Sandra Timón.

Belén Remacha

Sandra Timón Mayo es una madrileña de 25 años, ingeniera de software por la Universidad Rey Juan Carlos, mejor expediente académico de su grado y Premio Extraordinario Fin de Carrera. También es la primera persona con sordoceguera contratada por Microsoft España, desde este lunes que se publicó en el Boletín Oficial del Estado, premio Compromiso Social del Instituto de la Juventud de España. Le avisaron desde la ONCE, quienes habían gestionado su candidatura.

Con eldiario.es habla por teléfono, gracias a un implante coclear en el oído izquierdo y un audífono en el derecho. También con ayuda del altavoz del manos libres de su móvil. Luego lo explica: todo lo que la tecnología le ha ayudado en su vida fue clave para desarrollar la vocación.

Metiéndonos en el motivo del premio, ¿cómo han sido estos primeros meses en Microsoft?

He tenido dificultades: siendo consultora interna, me he encontrado con que las herramientas para desarrolladores no están pensadas para personas con ceguera. He tenido que ir buscando y encontrando cada alternativa para cada problemática. Casi todas las aplicaciones hoy por hoy, además de la interfaz de usuario que todo el mundo usa, tienen la interfaz por línea de comando, que es la que yo uso.

Es verdad que todo el mundo se ha volcado muchísimo y en cuanto he tenido un problema con una herramienta han buscado soluciones. Ha sido todo supercercano, aunque esto sea tan desconocido y sea la primera empleada con sordoceguera.

Dicen que es pionera pero, ¿sigue siendo muy difícil acceder a una gran empresa?

La verdad es que en general sigue habiendo prejuicios. En Microsoft España diría que conmigo los han dejado de lado, pero el problema que nos encontramos es que no hay puestos pensados para personas con discapacidad. Hay cosas para las que como consultora necesito un software que trabaje con voz en braille. Por ejemplo, la interacción con un cliente. En ese sentido, han visto que no había ningún puesto que ya estuviera completamente adaptado a mis capacidades o perfil, así que están intentando adaptar un rol mixto, que tenga diferentes funciones que pueda cumplir.

Yo estoy con un contrato temporal pero, siendo una compañía internacional, para ampliar mi puesto hay que hablarlo con el equipo directivo de Europa occidental, y ahí no me conocen. Les costó un poco entender la necesidad, pero creo que sí que están poniendo todo de su parte. Espero que con experiencias como la mía (de tener empleados con necesidades diferentes) empiecen a darse cuenta de que las personas con discapacidad podemos hacer lo mismo que el resto.

Supongo que muchas empresas siguen sin querer hacer ese esfuerzo.

Correcto. O tienen simplemente piensan en el dinero: si en una cadena de coches una persona te hace 10 y una con discapacidad 5, seguramente elegirán la primera opción. Pero si pones la mirada larga, a lo mejor la persona con discapacidad te puede aportar valores, en otras cosas, en innovación para adaptarlo a personas con necesidades especiales… Aunque a lo mejor efectivamente los demás partan con ventaja, yo puedo aportar más valor en términos de accesibilidad, por ejemplo.

Rebobinando un poco más: ¿cómo fue la carrera?

FOAS me ofrecía un servicio que es un mediador, una persona que me acompañase a las clases para retransmitir la información que yo no podía escuchar. Yo tenía audífono y el profesor, un micrófono; pero se me escapaba mucha información: la mediadora me lo repetía, en los últimos años, deletreándome las palabras en la palma de la mano. En un contexto con tantos tecnicismos, cuando me decían por primera vez una palabra que no había oído no era capaz de entenderla.

El despacho de atención a personas con necesidades especiales de la Universidad Rey Juan Carlos tuvo una labor importante de concienciación a la hora de decir a los profesores que había una alumna con estas características, las necesidades de hablar más despacio... Había profesores súper predispuestos. Otros menos, porque llevan dando clase de una manera toda la vida y no quieren cambiarla.

¿A qué edad desarrollaste la sordoceguera y cómo fueron esos años?

El Síndrome de Wolfram es hereditario, mis padres son portadores y no eran conscientes. Empecé a manifestarla a los 12 años. Hasta los 15 no tuve audífonos; los implantes cocleares, a los 24. Todo va bastante rápido. Primero perdí hasta un 60% de visión, luego un 40%. Tuve gafas con una lupa a los 11 años. A los 15 empecé a usar el bastón. Mi madre no quería que lo usara: hacía evidente mi discapacidad ante atracadores, asaltos sexuales… pero es que ya me había caído alguna vez.

Creo que de ahí viene mi pasión por la tecnología, porque me aportó muchísimo en todos los sentidos. Desde los implantes hasta que yo leo todo, absolutamente todo, gracias al ordenador e internet. A mí me gustaban las matemáticas y quería estudiarlas pero una coordinadora de la ONCE me abrió los ojos: si era profesora de matemáticas me iba a limitar a dar clases en la ONCE, porque mi herramienta sería la pizarra. Tuve que buscar una vocación que aunara la accesibilidad y mi pasión por las matemáticas: me decanté por el software.

La he visto hablar, además de los prejuicios, del desconocimiento.

Ese es el problema. Creo que efectivamente, aparte de los prejuicios, lo que hay es desconocimiento. Tuve una intérprete que antes de ejercer conmigo no sabía que existía la sordoceguera, es decir, gente que ni veía ni oía. Me manejo bien con la audición, pero hay muchos grados y variedades, también gente que no ve y no oye nada. Igual ves a una persona con bastón por la calle y le gritas, y es que tampoco oye. Por eso ahora se está fomentando la información del bastón rojo y blanco, para intentar avisar de que quienes lo llevamos no solamente no vemos, sino que tampoco oímos y nos comunicamos mediante el tacto. Hay mucha variedad frente al 'todos al mismo saco'.

Le han dado el premio por ser un 'ejemplo' para mucha gente, haber sido 'motivación', haber dado charlas en centros... ¿Usted tuvo un referente, una motivación?

La verdad es que no... Fui yo la que cambié mi perspectiva. A los 18 o 20 años pasé por una depresión por no poder disfrutar de todo aquello que tenía previsto, de cosas tan tontas como ver la televisión. Tuve que asumirlo y me tuve que replantear un poco las cosas. Decidí poner las cosas un poco más fáciles a los que vinieran detrás. Tenía muy poca autoestima y encontré ahí la motivación. Acudí a la Asociación Síndrome de Wolfang de Almería y ahí encontré la persona adecuada y la atención psicológica con la que salí del bucle de 'no me gusta lo que tengo'. Si tenía algo al 80% para mí entonces era un fracaso mal, tuve que cambiar la perspectiva.

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