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La alta ocupación de las UCI con pacientes de COVID-19 a estas alturas revela cómo ha fallado el control de la pandemia

Una fisioterapeuta trata a un paciente con COVID-19 en la UCI del hospital. Los pacientes que pasan muchas semanas ingresados necesitan que les ejerciten las articulaciones.

Raúl Rejón

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Los pacientes más graves de COVID-19 ocupan el 18% de las UCI en España, según los datos del Ministerio de Sanidad. Es mucho para una sola patología. Pero, en algunas zonas, la situación es más acuciante: en Madrid, la enfermedad acapara el 42,12%, en La Rioja el 32% y en Aragón un 31%. Que estas unidades estén así de copadas por una única enfermedad a estas alturas revela que la segunda ola de la pandemia ha sobrepasado con facilidad la primera barrera de contención. “No ha funcionado bien”, indican los intensivistas.

Si el 30 de septiembre había 1.561 pacientes de COVID-19 en UCI y suponían el 18,13% de camas ocupadas, ese nivel de ocupación implica que los recursos disponibles son de 8.610 plazas, según informan las comunidades autónomas que son las que gestionan los hospitales. En la última estadística del Ministerio de Sanidad, con datos de 2018, había 4.466 camas de UCI entre públicas y privadas. España está necesitando actualmente casi el doble de camas intensivas para amortiguar el golpe de la segunda ola de la pandemia. Esto significa que las UCI se están expandiendo por otras áreas de los centros sanitarios.



“La expansión afecta a la asistencia sanitaria”, indica el presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva (Semicyuc), Ricard Ferrer. Esta extensión “puede hacerse hacia la Reanimación o zonas bien preparadas, pero eso ya te obliga a parar cirugías: la pandemia está perjudicando el programa quirúrgico. Depende un poco de cada hospital, pero, en general, no es buena idea tener que expandir las UCI”, remata Ferrer.

Además, “no toda cama con un ventilador o un respirador puede ser considerada una UCI”, avisan estos especialistas. Ni siquiera pueden equiparase las Unidades de Reanimación (Reas) o los quirófanos que suelen ser las primeras áreas que se reconvierten para albergar el exceso de pacientes. Las REAs están diseñadas para cuidar después de una intervención quirúrgica u obstétrica y, normalmente, disponen de respirador y monitorización. El bloque quirúrgico no es un área de hospitalización, aunque se haya utilizado para atender pacientes críticos, pero “con grandes limitaciones”, analizan en la Semicyuc). La idea que trasladan estos especialistas es que no son asimilables en cuanto al equipamiento o la proporción de personal sanitario que trabaja allí: “Nosotros atendemos a una pequeña proporción de enfermos, pero muy graves, que precisan más tecnología, más personal, mucha carga de enfermería…”, subraya Ricard Ferrer que ejerce, además, como jefe del servicio de Medicina Intensiva en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona.

Enfermos que pasan mucho tiempo en el hospital

En las UCI españolas, excepto en junio, ha habido ingresos de pacientes de COVID-19. La realidad en estas unidades es que los enfermos pasan mucho tiempo: su estancia se mide en semanas, no en días. Por lo tanto, a medida que se ha ido incrementando el número de contagios, ha ido creciendo el volumen de hospitalizaciones y, al final de la cadena sanitaria, ha crecido el volumen de personas que requieren ingresar en cuidados intensivos. “Pero no se han ido dando altas por esa estancia prolongada”, subraya el doctor Ferrer. Así que, “si en una zona del país suben mucho los casos, la dinámica hace que, en unas semanas, las UCI van a acabar llenándose”. Y exigirán expansión.



La zona en la que, ahora, los contagios avanzan con más fuerza es la Comunidad de Madrid. Madrid supone un tercio de los ingresados en UCI en España a 30 septiembre: 497 de 1.561. María Cruz Martín Delgado es la jefa de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Torrejón de Ardoz en Madrid. Al analizar la situación en la región admite que, “aunque era previsible que volvieran pacientes a las UCI, porque la enfermedad no se había ido, no esperábamos que fuera tan temprano”. La doctora insiste en la idea de que “lo que nosotros vemos es el último eslabón de la cadena: a más contagios, más hospitalización y luego más UCI”.



En esta comunidad autónoma se ha pasado de tener 422 pacientes en UCI el 21 de septiembre a 497 el día 30. Esa progresión ha hecho que se salte de ocupar el 36% de las plazas de intensiva con casos del nuevo coronavirus al 41% en ocho días. Y los hospitales han tenido que habilitar camas.

Martín Delgado avisa sobre esa dinámica: “Normalmente, las UCI tienen un alto porcentaje de ocupación, pero se puede atender a todas las necesidades, no hace falta ampliar para cubrir la demanda. Ahora, en algunos hospitales, sus UCI no tienen COVID-19, pero en otras casi todo es COVID-19 y si ya todos no caben, lo que no se puede hacer es retrasar lo que es grave”.

Sin embargo, varios centros madrileños se han visto obligados a suspender ciertas intervenciones porque sus recursos se ven absorbidos por el aumento de la pandemia: en el Gregorio Marañón, en el Clínico, en el Universitario de Móstoles han dejado de realizar algunos tipos de operaciones. En otros se resisten, pero admiten que si no se revierte la situación no tendrán más remedio que hacerlo. “Tratamos de que no afecte como ocurrió en marzo”, abunda la intensivista. “La situación de marzo pasado no puede ser una medida. Sería catastrófico. No podemos sentirnos despreocupados porque los datos están lejos de aquello porque no podemos ni aproximarnos. Eso supone dejar de atender o atender no tan bien”. En la primera ola, se llegó a una ocupación del 300% de la dotación de UCI en la Comunidad de Madrid que es, sin expansiones, de entre 650 y 700 camas. Todo a base de esa “elasticidad” que argumenta el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero; es decir, montar puestos para pacientes muy severos, y que los intensivistas alertan que deteriora la asistencia sanitaria general.

Ricard Ferrer los resume así: “Nosotros necesitamos que los pacientes lleguen de manera escalonada para atender bien. Durante la primera ola se produjo un tsunami al entrar el virus de manera masiva, pero, después del confinamiento, la expectativa era que las UCI no tuvieran ya ese peso”. 

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