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Las últimas escenas de la 'vida normal', ese tiempo en el que convivimos con el coronavirus sin saberlo

Partido de fútbol Real Madrid contra Barcelona F.C. de 2020 / Gtres.

Elena Cabrera

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La historia oficial del coronavirus en España comienza en las últimas horas del mes de enero. El Centro Nacional de Microbiología había recibido cinco muestras procedentes de La Gomera que pertenecían a personas de nacionalidad alemana que habían estado en contacto con un enfermo de coronavirus en ese país. El sistema sanitario canario las tenía aisladas en un hospital. Una de esas cinco se convertiría en el primer positivo español. Nos enteramos tarde, pasadas las diez de la noche de aquel viernes. El Instituto Carlos III informó de que no eran las únicas que había analizado hasta el momento y que ya había comprobado otras 12 muestras, todas negativas. Algunos de los casos sospechosos eran personas que provenían de Wuhan, una ciudad a 10.000 kilómetros de distancia de Madrid que las noticias diarias nos acercaban como parte de nuestra geografía, pero no lo suficiente como para pensar que aquel virus que la devastaba pudiera llegar aquí en cualquier momento.

Fue el 3 de enero cuando el primer medio fuera de China, la BBC, informó sobre un “virus misterioso” que había afectado a 44 personas, 11 de ellas gravemente. La oficina de la OMS en China tuvo conocimiento apenas unos días antes, en Nochevieja, pero, según se supo después, el primer contagio había sucedido semanas atrás. La sanidad china considera que el primer paciente es un hombre de 55 años contagiado en la provincia de Wuhan, Hubei, en torno al 17 de noviembre. Estudios posteriores determinaron que al menos 266 personas se habían infectado en el país asiático antes de que acabara el año 2019. La expansión rápida y silenciosa del coronavirus pudo empezar en cualquier momento, pues Wuhan acoge un aeropuerto internacional por cuyas terminales transitan 25 millones de pasajeros al año.

La precomprensión de una cosa emerge cuando se la nombra y eso sucedió al día siguiente de Reyes de este año, cuando los científicos chinos aislaron el virus en un laboratorio y lo bautizaron como SARS-CoV-2. Hasta ese momento, no había evidencias de transmisión entre humanos y la mayoría de los pacientes eran comerciantes del mercado mayorista de mariscos del sur de China en Wuhan, según las autoridades de ese país. El 11 de enero, China lamentó su primera víctima mortal.

Cada mañana del mes de enero, los periódicos nos traían informaciones de Wuhan. Admirábamos la construcción de dos hospitales en diez días y asistíamos a la exótica retransmisión de la vida atrapada, blindada y confinada para 11 millones de personas. Hasta que, el viernes 24, la noticia cambió de localización cuando el Ministerio de Sanidad, que se preparaba para hacer las pruebas del MIR al día siguiente a más de 16.000 aspirantes para solo 7.500 plazas y las de 9.500 plazas de Formación Sanitaria Especializada para más de 35.000 inscritos, comenzó a informar de posibles casos que daban negativo. “No es imposible que vengan personas potencialmente infectadas, pero el número no es suficientemente alto como para pensar que va a haber una importación importante de casos”, dijo el epidemiólogo Fernando Simón, director desde 2012 del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. En verdad, todas esas plazas se iban a quedar cortas y pronto íbamos a comprobar el verdadero estado de salud de la sanidad pública española.

Aunque los aeropuertos españoles no tenían en ese momento vuelos directos con Wuhan, habitantes de esa ciudad llegaban con escalas en otros países, como la pasajera que cambió de avión en Ámsterdam y que hizo activar el protocolo a su llegada a Barcelona. O los miles de encuentros, fortuitos o concertados, que se pueden producir en otras ciudades a las que sí se volaba directamente desde los aeropuertos españoles y chinos. Las probabilidades matemáticas crecen a un ritmo tan desbocado que da vértigo imaginarlo. El primer caso europeo se detectó en Francia el 24 de enero: un ciudadano asentado en Burdeos que había viajado a Wuhan. Un estudio retrospectivo de varios hospitales franceses localizan el primer caso mucho antes, el 27 de diciembre, días antes de que China diera la señal de alarma.

Tras el paciente de La Gomera, llegaron los siguientes positivos en febrero. El segundo, un británico que había estado esquiando en los Alpes franceses con otros compatriotas, fue detectado en Mallorca. Todos sus amigos se habían infectado a partir de uno del grupo que había viajado desde Singapur. Ahora sabemos, o al menos sospechamos con más seguridad, que detectar no es un término absoluto sino un mecanismo en el que entran en juego factores como la suerte, la edad, el tipo de test, el tiempo transcurrido desde la infección, la situación personal o las enfermedades previas.

Como cada tarde, la médica de familia Paula Chao recibía las visitas de sus pacientes en el consultorio local de Serranillos del Valle, un pueblo del sur de Madrid colindante con Toledo. Serranillos tiene poco más de 4.000 habitantes y la doctora tiene asignados 1.700 de ellos, en general gente joven. Empezó a ver pacientes con síntomas de gripe a principios de diciembre pero la ola epidémica llegó a esta población entre 4 y 6 semanas más tarde de lo habitual, lo que supuso que el pico de la gripe coincidiera con la primera quincena de febrero. La mayoría de ellos llegaban con los síntomas gripales habituales: fiebre muy alta, dolor muscular y malestar general, pero ni mucha tos ni congestión nasal, que son los dos indicios habituales para diferenciar la gripe del catarro común. “Coincidiendo con ese pico de incidencia de la gripe –dice Paula– recuerdo que vi en consulta muchos pacientes con síntomas gastrointestinales, principalmente diarrea, que no son habituales en la gripe común pero que entonces asumí como una manifestación atípica de la de este año. Esas manifestaciones las veía sobre todo en pacientes de mediana edad”. 

En los primeros días de febrero, las grandes empresas de telefonía se iban descolgando del evento barcelonés Mobile World Congress y la organización valoraba su cancelación. Se sucedían eventos menores, como la feria del vino en la Fira de Barcelona, que atrajo a 15.000 visitantes, o los diversos encuentros relacionados con la joya, la bisutería y el regalo en Madrid, por los que pasaron 6.400 profesionales de 34 países. El Mobile, en cambio, se preparaba para acoger a más de 100.000 personas con la recomendación de evitar estrechar la mano al conocerse: las familias y los amigos ya bromeaban ensayando saludos con el codo y el tobillo. Las grandes concentraciones de gente se sucedían sin que nos llamaran la atención, como los 49.000 espectadores en San Mamés y los 64.000 en el Santiago Bernabéu presenciando los cuartos de la Copa del Rey, ambos el 6 de febrero.

Las autoridades nacionales y catalanas dijeron que no había riesgo sanitario alguno y apostaron por su celebración. En cambio, la retirada de empresas como Vodafone, Sony, Nokia, BT o Deutsche Telekom decantó la balanza y el 12 de febrero la organización del Mobile decidió su cancelación. Ese fue el primer gran golpe de realidad de la nueva anormalidad que estaba a punto de instalarse en España.

La doctora Chao, que además de su trabajo en asistencia primaria es vocal rural del Colegio de Médicos de Madrid, rememora que en esos días, alrededor del viernes 7 de febrero, vio “un caso muy extraño”. “Lo recuerdo porque la enferma es compañera mía del centro de salud y a la vez paciente, ya que es vecina del pueblo donde trabajo. Comenzó con un cuadro catarral, sin fiebre tan alta como una gripe normal, pero con intenso malestar general y decaimiento. Lo extraño del caso era que ella, que es un terremoto, principalmente se quejaba de mucho cansancio y no podía realizar sus tareas habituales. Pasaba el día en el sillón y con poco que hacía se notaba muy fatigada, no solo a nivel físico sino también respiratorio”.

A Serrat y a Sabina no les detuvo virus alguno. Si acaso, al segundo, una absurda caída del escenario el 12 de febrero, que dejó a sus fans preocupados. La gira 'No hay dos sin tres' ya había recalado en dos ocasiones en el WiZink Center a mediados de enero, con 12.000 admiradores en cada cita. Y luego, otras dos veces en febrero, y una más en el Palau Sant Jordi de Barcelona para 15.000 personas. El año empezaba fuerte para estos dos pájaros. La Copa del Rey seguía su curso, pasando a las semifinales. Pero con el transcurso de los acontecimientos, la final prevista para el 18 de abril quedó aplazada y el concierto de compensación por la accidentada actuación de Joaquín Sabina para el 22 de mayo, también. 

Paula Chao seguía preocupada por su paciente y compañera, que a la semana de empezar con los síntomas no mejoraba, a pesar de que una gripe común dura siete días. Se llegó a plantear que hubiera cogido una infección por cualquier otro germen. Solicitó análisis y radiografía de pecho, cosa “sumamente infrecuente” para una paciente de mediana edad sana que adolece de gripe. Los resultados fueron normales pero decidió repetir la analítica porque no mejoraba. “Lo curioso del caso –recuerda– es que la auscultación pulmonar era rigurosamente normal pero ella seguía refiriendo mucha disnea (sensación de que el aire no le llenaba por completo el pecho) aunque el oxígeno en sangre, que medimos en las consultas con los saturímetros, era normal”. 

4 de febrero es la fecha que se toma como posterior al pico de la gripe. A partir de ahí, debería descender. Pero este año, no lo hizo. 

Exceso de gripe en Catalunya

Ermengol Coma y su equipo, del Sistema d'Informació d'Atenció Primària del Institut Català de la Salut, monitorizan diariamente los casos de gripe diagnosticados en atención primaria desde hace diez años, a partir de la extracción de datos de la historia clínica informatizada. “Este año nos dimos cuenta de que la forma de la curva epidémica de gripe no era la habitual y sufría un aplanamiento en su descenso”.

Por ello, Coma, junto a otros investigadores, incluido Daniel Prieto-Alhambra de la Universidad de Oxford, decidió estudiar cómo se estaban comportando en Catalunya gripes como las que estaba tratando Paula Chao en Madrid. “Dado que la gripe comparte parte de los síntomas con el coronavirus, nos hizo sospechar que podía estar enmascarándose el coronavirus como gripe, puesto que la epidemia de COVID empezó en Europa en época de epidemia gripal”. 

“Lo que hicimos –explica– fue comparar los diagnósticos clínicos de gripe hechos en la atención primaria con los casos de gripe esperados”. Fue en ese momento cuando vieron que algo no cuadraba, aunque en realidad muchos médicos de cabecera ya lo estaban hablando entre ellos, sin tener herramientas a la mano con las que demostrarlo. “Cuando hacemos esta comparación, nos damos cuenta de que ha habido muchos más casos de gripe en el periodo entre el 4 de febrero y el 20 de marzo de los que se esperarían si la epidemia de gripe se hubiera comportado como en los años anteriores. Esta diferencia es la que llamamos ‘exceso de gripe’. Y nuestra hipótesis es que este exceso de gripe puede ser COVID-19 que ya circulaba por la comunidad”.

Los investigadores tuvieron conocimiento de que unos colegas franceses habían hecho un estudio semejante sobre el exceso de gripe en el país galo, la cual atribuyeron a una posible COVID-19. “Nosotros observamos que el exceso de gripe desaparece cuando los protocolos de manejo de COVID ya contemplan la opción de caso posible de COVID-19 basando su diagnóstico solo en la sintomatología y reservando test para los casos más graves o personal sanitario”.

Mediante este estudio afloró un exceso gripal de 8.000 casos, un 20% de la gripe diagnosticada. Aunque “no podemos determinar qué casos concretos son este exceso ni sus características propias”, añade. “Sin embargo, nosotros lanzamos una hipótesis”, dice, teniendo en cuenta que el primer caso en Francia se detectó el 24 de enero pero el primero de Catalunya no apareció hasta un mes después, el 25 de febrero. “En ese momento de movilidad total parece probable que la COVID-19 se introdujera antes en Catalunya”. La primera muerte en Francia tuvo lugar el 15 de febrero en París, un turista chino de 80 años originario de Hubei; él sería el primer fallecido fuera de Asia por culpa de la COVID-19, como tan solo unos días antes había bautizado la OMS a la enfermedad que provoca el virus de Wuhan.

La de Coma es una hipótesis, como pueden existir otras que expliquen el fenómeno y que hay que tener en cuenta. Por ejemplo, que pacientes con sintomatología más leve de gripe consultaran más de lo que lo habrían hecho en otras circunstancias por las noticias que nos llegaban de Italia y otros países acerca de la epidemia. No obstante, hasta el 24 de febrero, telediarios y periódicos informaban de que no se había detectado ningún caso de coronavirus en la península.

A pesar de la cancelación del Mobile, España siguió instalada en su calendario de conciertos, eventos deportivos y ferias durante el mes de febrero. 35.000 espectadores disfrutaron de las semifinales de la Copa del Rey en el estadio de Anoeta, en Donosti, el día 13. El día 18, Madrid recibió 4.000 hinchas ingleses del Liverpool para ver a su equipo celebrar los octavos de final de la Champions League contra el Atlético, en un estadio lleno con más de 68.000 espectadores. En Catalunya se celebró la pretemporada de la Fórmula 1 en Montmeló del 19 al 28 de febrero con casi 46.000 espectadores.

Los hijos e incluso los nietos del público de Sabina y Serrat también tuvieron citas tumultuosas, como el concierto de los Jonas Brothers el 16 de febrero en el WiZink Center, completando las 15.000 localidades del aforo, o los 7.000 fans del heavy metal español que se dieron cita en el festival Escena Rock celebrado en Ifema.

La médica Paula Chao seguía día a día a su paciente. “Sobre el 15º o 18º día tras el comienzo del cuadro, comenzó a mejorar de forma progresiva pero la sensación de cansancio le ha durado semanas después”, dice. “La sensación general que tengo cuando hablo con compañeros es que el coronavirus estaba entre nosotros mucho antes de que se declarase el primer caso pero no supimos diferenciarlo bien de la gripe”, añade. “A día de hoy creo que muchos de aquellos pacientes que vinieron con diarrea pudieron ser casos de COVID-19 pero no puedo demostrarlo. Desde luego, en el caso de mi paciente-compañera no tengo duda porque ha llegado a perder el gusto y el olfato una temporada, que son síntomas relacionados con la infección por SARS-CoV-2”.

En ese momento no lo sabíamos pero el 14 de febrero, el empalagoso día oficial de los enamorados, es el día que el SARS-CoV-2 entró en España, según el estudio genético del Instituto de Salud Carlos III, mediante múltiples introducciones por esas fechas.

La investigación indica que el ancestro de todos los virus españoles viene de Wuhan pero se han encontrado diferentes genomas. Los de la familia S, muchos de ellos encontrados en Valencia, vienen de un caso detectado el 1 de febrero en Shanghái y habrían llegado en torno al 14. En cambio, los de la familia G que se encontraron en Madrid habrían llegado alrededor del 18 de febrero. Uno de nuestros virus se encontró diseminado al menos en otros seis países. En Madrid, del 24 al 28 de febrero, tiene lugar la feria Arco: más de 93.000 visitantes llegados de 30 países. Sin distancia social, sin mascarillas, con apretones de mano. Y, mientras los profesionales y los admiradores del arte contemporáneo visitaban el recinto ferial, Real Madrid y Manchester City se batían en duelo en la Champions, con 3.500 ingleses en la capital y 75.600 espectadores en el campo. 

Niños asintomáticos con lesiones en la piel

“Es muy seguro que hubiera casos asintomáticos que se nos escaparon”, concedió en una rueda de prensa Fernando Simón a finales de abril. “No hubo claramente un paciente cero. El gran incremento en marzo se debió a la entrada de varios casos. No llegó un caso solo, eso es obvio, si no, no hubiera sido tan explosivo y tan inmediato el crecimiento exponencial. Lo cierto es que si existía esa circulación no fue detectada por los servicios sanitarios”.

Con miles de personas confinadas en el norte de Italia, donde el virus golpeaba salvajemente en febrero, en Tenerife, 800 turistas se quedan encerrados y con los gastos pagados, a medio camino entre la pesadilla y el planazo, en el hotel H10 Costa Adeje Palace el 25 de febrero, después de que un médico italiano alojado allí diera positivo. El cuarto positivo sería su esposa.

En esa isla vive Amaia, de 33 años. Su marido, que tiene un puesto de trabajo en contacto con muchas personas, pilló “una de esas gripes fuertes” entre, según sus cálculos, el 6 y el 9 de febrero. Estuvo en la cama tres días. El segundo día, con él malísimo, Amaia empezó a sentir fiebre. “Ambos teníamos dificultades para respirar y malestar, muchísimas flemas pero sin secreción nasal, que es lo más típico de la gripe”, recuerda.

“A él le diagnosticaron, más tarde, una pulmonía mal curada, y le prescribieron antibióticos. Yo, en cambio, lo pasé con un antigripal común que no me hacía nada, solo me bajaba un poco la fiebre”, recuerda. Ambos estuvieron unos cuatro días de baja. Con la mala suerte de que ese fin de semana, su sobrina de 8 años se había quedado con ellos en casa. La niña empezó a toser y a encontrarse mal el día 11 y el médico de familia le recetó antigripales y paracetamol para la fiebre. “Así pasamos casi tres semanas los tres, con una gripe muy rara e inusual. Mi pareja contagió a sus padres y nos sorprendía, para mal, lo rápido que era el contagio”. La sobrina contagió a su madre que, para colmo de males, trabaja en una farmacia: “y bueno, todo lo demás, ya ha venido solo con el devenir de los días”. Amaia escribió sobre esto en Twitter y obtuvo como respuesta muchísimas historias semejantes de personas que habían vivido la gripe más extraña de su vida este año.

El 23 de febrero, Sanidad afirma que en España todavía no hay casos de contagio local. Pero dos días después, el virus ha saltado a la península, detectándose casos en Catalunya (Barcelona), Comunitat Valenciana (Castellón) y Madrid; las tres eran personas que habían viajado recientemente a Italia. El día 26, el Ministerio recomienda no visitar China, Japón, Corea, Irán, Singapur y el norte de Italia. “No lo estamos prohibiendo, lo estamos recomendando. Creemos que es de sentido común”, dijo Salvador Illa. 

Los niños son los asintomáticos más evidentes en la pandemia. La doctora Concha Sánchez Pina, presidenta de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, admite que en la segunda quincena de febrero los pediatras atendieron a un número importante de niños y niñas con fiebre y tos. “Algo habitual”, dice.

“La mayoría se curaron sin complicaciones y sin necesidad de hospitalización. Algunos de estos casos resultaron ser gripe tipo A; otros, gripe tipo B; otros, virus respiratorio sincitial y también vimos casos de mycoplasma pneumoniae y alguna tosferina”. Esos fueron los graves, pero para los leves no se realizaron pruebas diagnósticas, “por lo que no tenemos manera de saber retrospectivamente a qué germen atribuir estos casos de febrero”. “Lo que no es tan frecuente –añade– es ver algunos casos de pacientes que tuvieron ese mes fiebre durante más de 12 días, incluso alguna neumonía leve con derrame en niños pequeños sin fiebre, con patrón intersticial [el tejido alrededor de los sacos de aire de los pulmones] típico viral, pero tampoco tenemos por ahora una explicación científica para estos casos”.

Eulalia Baselga Torres es una reconocida especialista en dermatología pediátrica del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. La doctora ha estado examinando niños con lesiones en manos y pies que recuerdan a sabañones o vasculitis [inflamación de los vasos sanguíneos] y que, al preguntarles por síntomas propios de la COVID-19, algunos comentaron que tuvieron dos días de fiebre o tos o diarrea justo antes del confinamiento, aunque estos son síntomas comunes a otros virus.

“Es un tipo de lesión muy poco frecuente y el hecho de que estemos viendo ahora tantos casos, justo en un momento de pandemia por COVID-19, nos hace pensar que tiene alguna relación o que, de alguna manera, al menos en el tiempo, están relacionadas”, explica. A estos niños se les han hecho pruebas mediante PCR para detectar el virus y todos, hasta la fecha, han salido negativos, “lo cual indica que en este momento no están infectados ‘activamente’ o eliminando virus”. “Nuestra hipótesis es que es una manifestación o bien tardía o son el resultado de la lucha del paciente contra el virus, habiendo ganado en este caso el paciente, puesto que estos niños no tiene síntomas de infección grave”.

La Academia Española de Dermatología ha iniciado un gran estudio en este sentido, Covid-Piel, para compartir la experiencia de dermatólogos de todo el país, pues se están describiendo muchas erupciones cutáneas en pacientes con el virus.

2020 es un año bisiesto, al que muchos aludirán como “siniestro”, según reza el popular refrán. El mes de febrero termina con los primeros contagios locales el día 28, alcanzando los 25 casos en total. Al día siguiente, último del mes, la cifra se había duplicado.

Durante los primeros diez días de marzo, la vida social proseguía ajena a la presencia del coronavirus entre nosotros. Principalmente en Madrid, la ciudad a la que más afectaría la enfermedad. Fuimos al fútbol el 1 de marzo, más de 78.000 espectadores viendo en el Bernabéu un clásico Real Madrid contra el Barça, el partido que más público congregó en la Liga. De vuelta en el recinto ferial, 174.000 estudiantes, familias, docentes, orientadores, responsables de centros educativos y profesionales de 15 países visitaron la 'Semana de la Educación' entre el día 4 y el 7. Menos multitudinaria (12.600 visitantes) pero muy diversa (57 países) fue la feria de animales de compañía que se celebró simultáneamente, del 5 al 7.

En el WiZink Center de Goya, con sus 15.000 localidades de aforo, se celebraron los conciertos de Isabel Pantoja y Camela el 6 y el 7 de marzo respectivamente. Hasta desembocar en las manifestaciones por el Día de la Mujer, con 50.000 personas en Barcelona, 52.000 en Bilbao, 16.000 en Sevilla y 120.000 asistentes caminando por el centro de Madrid. Para colmo, el mismo día, Vox convocó a 9.000 de sus simpatizantes en el Palacio de Vistalegre. Madrid era una bomba biológica a punto de estallar, pero todo esto lo supimos más tarde, demasiado tarde.

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