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La pandemia disparó las peticiones de ayuda de menores por trastornos de alimentación e ideas suicidas

Niños con ordenador

África Gelardo Arrebola

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La pandemia de COVID-19 ha empeorado la salud mental de los menores de edad. Es una de las conclusiones que arroja el informe anual de la Fundación Anar, que analiza las peticiones de ayuda que dirigieron a su teléfono y chat de atención niños, niñas y adolescentes durante 2020. El diagnóstico concluye que, desde el inicio de la pandemia, los profesionales que atienden el servicio han visto cómo los problemas psicológicos y emocionales se han incrementado y han registrado una escalada de solicitudes de ayuda “urgente y grave”, alcanzando “cifras récord” respecto al año 2019.

La fundación, que fue declarada servicio esencial con la primera declaración de estado de alarma, recibió el año pasado más de 160.000 peticiones, de las cuales 2.277 se consideran 'intervenciones de emergencia', y 11.760 casos graves. En cuanto a las consultas relacionadas con problemas psicológicos, durante los meses de confinamiento, se incrementaron aquellos relacionados con las ideas suicidas, con más de un 250%; ansiedad, con cerca de un 300%; la baja autoestima, con un 210%; y la depresión y la tristeza, con cerca del 90%. En este sentido, durante las primeras salidas de la pandemia aumentaron los trastornos de alimentación más de un 800%; y con la vuelta a las aulas, las autolesiones (246%), la agresividad, y el duelo.

Pero no solo se ha detectado un aumento de las consultas relativas a problemas psicológicos en los menores, sino también un incremento de los casos de urgencia alta, con un 40%, y de máxima gravedad, con más de un 55%. En el caso de ya presentar a priori este tipo de situaciones, estos se han visto cronificados con los confinamientos, y las peticiones de ayuda en estos casos se incrementaron un 50% respecto al año anterior.

Según Benjamín Ballesteros, director de Programas de la Fundación ANAR, la situación epidemiológica ha supuesto un “cóctel molotov” de distintos elementos que ha derivado en este escenario: el confinamiento del núcleo familiar en un espacio pequeño, la presión en las familias por el trabajo o la ausencia de otros lugares protectores como el colegio o el médico, además del miedo por la pandemia y el duelo por seres queridos. Asimismo, Ballesteros considera que “ahora vemos las consecuencias” de una situación sobre la que ya alertaron al principio de la crisis sanitaria.

Por otro lado, también se ha observado un aumento de las consultas relacionadas con la tecnología, que pasan del 23% al 29%. Entre ellos, el acoso y abuso sexual online a niños, el llamado grooming; y otros como el ciberacoso, la pornografía y prostitución infantil.

Diferencias en las etapas

El informe establece una diferencia respecto a las peticiones de ayuda en las diferentes etapas de la pandemia en comparación con las mismas fechas en 2019: la prepandemia, el confinamiento estricto derivado de la primera declaración del estado de alarma, la llamada 'nueva normalidad', las primeras salidas, y la vuelta al cole –hasta el 31 de diciembre de 2020, que es el periodo analizado por la organización–.

En la primera etapa, especifica el estudio, los motivos de consulta se concentran en los casos de violencia (53%) y los problemas psicológicos (19,8%) en la misma línea que otros años. Sin embargo, durante el confinamiento estricto y el inicio de la pandemia, las cifras cambiaron y las consultas psicológicas de niños, niñas y adolescentes subieron un 28,7%. En este momento, se reforzó el chat Anar para proteger a los menores, ya que fueron especialmente vulnerables a los casos de violencia en el seno de las familias, pues convivían con sus agresores durante todo el día. Entre otras medidas, la fundación instaló el borrado automático de la conversación.

Asimismo, en el inicio de la pandemia, disminuyeron los casos de violencia ligeramente, aunque fue por el fuerte descenso de la violencia fuera del hogar, mientras que el ciberacoso y el maltrato dentro de las viviendas experimentaron una escalada.

En este contexto, era “esperable” que los jóvenes padecieran depresión, tristeza o ansiedad, pero los profesionales encontraron “problemas psicológicos muy graves como un incremento de los casos de ideas e intentos de suicidio”, así como los “trastornos de alimentación como forma de autorregulación emocional y baja autoestima”, especifica el análisis. Los profesionales consideran “sorprendente” el aumento de las autolesiones: “Conviviendo en el mismo espacio físico que sus madres y padres están sucediendo estos acontecimientos sin ser conscientes”, llaman la atención.

Para Brenda de la Peña, psicóloga y divulgadora en redes sociales, la situación vivida con los contagios supusieron un “estrés mental mantenido”, lo que “repercute mucho en la salud mental y física”. Según explica, “hay muchos tipos de autolesión, como cabrearte y pegarle un puñetazo al armario”, pero hay muchos padres que no lo califican como tal por la falta de información.

Con las primeras salidas, se mantuvieron las consultas sobre los intentos suicidas y las autolesiones, pero se registró un crecimiento récord respecto a otros años de los trastornos de la alimentación, así como de la agresividad y la ira. Durante este momento, se presenta “el mayor crecimiento en tiempos de pandemia de expulsión del hogar”, con un 260%, así como se observan problemas de separación, custodia y régimen de visitas, y ayudas sociales y pobreza infantil.

“Los niños tenían que estar con las familias y expuestos a situaciones de violencia física o verbal más tiempo, como cuando te machacan con el tema de la dieta o te presionan con el físico”, explica de la Peña. En este sentido, la psicóloga afirma que el contexto se mezclaba con la falta de motivación, por lo que muchos chavales veían una vía de escape en las redes sociales, lo que les produjo mayor presión por “estar estupendos”.

Finalmente, con la vuelta al cole se incrementaron los problemas de conducta, los intentos de suicidio en menores, y las autolesiones. Todo ello como consecuencia “de lo vivido durante los meses del confinamiento”, que han dejado “una huella y generan daños emocionales colaterales” en los jóvenes, concluye el diagnóstico.

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