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El peso de los días en las familias separadas por la COVID-19

Teresa (i) y Carolina (d) aprovechan su salida a la calle para saludar a su abuela, Rosario, que les devuelve el saludo desde su ventana, esperando el día que pueda darles un abrazo.

EFE

Madrid —

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Casi dos meses después de la declaración del estado de alarma, muchas familias siguen contando los días para estar con los suyos y las ganas de cercanía van en aumento. Hay algunos que ya lo han logrado y que recordarán siempre cómo fue verse después de tanto tiempo de echarse de menos.

“El reencuentro con mi marido fue precioso, con muchísimo amor... Mi hijo estaba emocionado, tiene tres años y no conseguimos que se durmiese hasta las doce de la noche”, explica Cynthia, de 40 años y embarazada de casi seis meses, que se reencontró con su marido a finales de abril.

Cynthia se fue a Pedrobernardo (Ávila) y dejó a su pareja en Madrid haciendo una cuarentena en la casa que ambos comparten, con la intención de juntarse pasados los primeros 15 días, pero, según explica a EFE, tuvo que esperar a tener una cita ginecológica para volver a la capital, porque sin justificante para desplazarse no querían arriesgarse a viajar.

En el pueblo podía salir cada día a pasear a los perros de sus padres sin riesgo de contagio y, sin embargo, en Madrid ha decidido encerrarse en casa porque tiene miedo de poner en riesgo al bebé que esperan.

“Pero estoy feliz de estar aquí, es muchísimo mejor que estemos los tres juntos. Los primeros días mi hijo estaba emocionado de estar con su padre, de poder jugar... Nada que ver con la videollamada”, explica Cynthia, recién mudada de Londres junto a su familia y que está aprovechando la cuarentena para crear un “nidito” en Madrid, dice a EFE.

Ochenta y tres días sin ver a su hijo lleva Luis. Tiene 45 años, vive en Basilea (Suiza) y hasta la crisis del coronavirus volaba a Madrid cada dos semanas para visitar a su hijo de 11, que vive con su exmujer.

Se ha hecho a la idea de que lo verá “como pronto” en julio o en agosto y trata de no permitirse pensamientos negativos y centrarse en lo que ha aprendido este tiempo. “Estoy interactuando con él mucho más que antes. Hablamos tres o cuatro veces al día, y a veces aprovechamos para hacer juntos la gimnasia o los deberes”, explica.

Hacen las tareas, claro está, mediante videoconferencia: cada uno se conecta a su ordenador y va trabajando. Si el chaval tiene dudas, se las pregunta a su padre.

“Mi ex se está dando palizas, está muy cansada: trabajando desde casa, ayudando a su madre que es dependiente y atendiendo a nuestro hijo preadolescente. Trato de descargarla en lo que puedo”, explica Luis.

En medio de la pandemia, ha logrado construir también una mejor relación con la madre de su hijo: “Hablamos mucho y mostramos unión para afrontar la rebeldía preadolescente”.

Y no solo eso ha cambiado: antes hablaba con su madre si acaso una vez por semana, mientras que ahora ha incluido esa llamada en la rutina de todos los días.

A Joan, de 33 años, la pandemia le pilló en Viena (Austria). No tenía claro que lo mejor fuese volver, pero la compañía en la que trabaja decidió por él y lo repatrió a València.

Una decisión que lo ha “atrapado” en su tierra, pues ya casi ha agotado sus vacaciones y lleva semanas tratando de que la empresa lo devuelva a su centro de trabajo, sin éxito.

Le van posponiendo la fecha de reincorporación semana a semana y ahora tiene el 25 de mayo en el horizonte. “Casi no salen aviones. Espero no tener que pegarme la paliza de cruzarme Europa en coche”, explica.

Está cerca de sus padres, Juan Antonio y Reme, y de su hermano Pablo, que vive con ellos. Al inicio de la pandemia, los padres se iniciaron en el uso de Whatsapp Web para contactar con sus otros dos hijos, pero ahora han vuelto al teléfono y reservan la videollamada ocasiones como cumpleaños, santos, etcétera.

LA ENFERMERA QUE ELIGIÓ CONFINARSE

En Coruña vive Vanessa, una auxiliar de enfermería de unos 45 años a la que le cuesta hablar de los males de su situación personal porque no llega siquiera a percibirlos.

Por su profesión, debe estar cuanto más aislada mejor. Vivía con su pareja pero él tiene otro piso en la misma ciudad y optaron por separarse, una decisión que mantienen a día de hoy.

“Sigo con la misma mentalidad, igual que mi pareja, Marcos. Es lo que tenemos que hacer. Nuestro amor es muy sólido. Estamos en contacto permanente. Vendrán tiempos mejores”, escribe a través de Whatsapp Vanessa, porque, dice, anda “a tres mil en el trabajo”.

“¿Qué más da que nos veamos ahora que dentro de 15 días? ¿Qué son dos semanas, o las que sean, en una vida? Hay que ser responsables”, dijo Vanessa a EFE hace casi dos meses, cuando contó su situación para una crónica sobre cómo viven el confinamiento las familias separadas. Y la actitud sigue siendo la misma.

“Es una alegría ver que la presión hospitalaria está bajando y que la ciudadanía, salvo excepciones, que son pocas, cumple con las fases de la desescalada. En nuestro caso particular, conservamos la salud. El bicho no ha entrado en nuestras casas, ahora dos”, dice.

ALICIA Y CARLES, VIVIR CON EL “A SABER” CUÁNDO SE VEN

Aún así, los días van pesando y las ganas de reencontrarse son cada vez mayores. Eso le pasa por ejemplo a Alicia, que con 15 años de relación optó por pasar esta crisis separada de Carles: ella se quedó en la casa que ambos comparten en Madrid y él en Barcelona, donde pasa dos días por semana por motivos de trabajo.

Hace dos meses respondía a EFE con ironía y buen humor que a Carles lo echaba de menos sobre todo a la hora de comer porque él siempre le hacía la comía y ella solo sabe cocinar lentejas. Ahora ya lo extraña mucho más a menudo.

“Lo estoy empezando a llevar peor, hay días en que me entra el bajón”, dice Alicia, que aclara enseguida que no está “desesperada” pero que sí se agobia un poco porque “a saber” cuándo se vuelven a ver.

Carles y ella han establecido una nueva rutina de confinamiento: cenan todos los días juntos por videoconferencia y los fines de semana también a veces el aperitivo. Se acompañan mucho, conversan, y se ayudan, pero se les hace cada vez más cuesta arriba esta separación.

Situaciones a las que ya casi nos vamos acostumbrando que jamás pensábamos que viviríamos. Cambios y más cambios que no nos han quitado las ganas de abrazar cuanto antes a los nuestros.

Lourdes Velasco

(Recursos de archivo en www.lafototeca.com. Código 12383245 y otros)

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