Reino Unido, primera gran potencia en dedicar un 0,7% a la cooperación al desarrollo
Lo ha anunciado el ministro de Hacienda, el conservador George Osborne, e inmediatamente ha desatado la euforia entre las ONG: es “un día histórico”, ha celebrado UNICEF. “Es una gran victoria”, ha dicho en su primera reacción Save the Children.
Reino Unido se convierte, en plena crisis, en el primer país del G8 (las potencias económicas y militares más poderosas del mundo) en cumplir una vieja reivindicación del mundo de la solidaridad y la cooperación al desarrollo: dedicar un 0,7% de la Renta Bruta Nacional a políticas de ayuda externa. Un británico con sueldo medio (unas 25.000 libras brutas anuales) dedicará 52 libras cada año a financiar proyectos de desarrollo, según cáculos de The Guardian.
Solo cinco países de referencia han aprobado un presupuesto tan redistributivo como el que ahora saca adelante el Reino Unido: son el dream team nórdico (Noruega, Suecia y Dinamarca), Holanda y Luxemburgo, todos por encima del 0,7%. Y ahora Reino Unido. El resto de países ha ingorado el compromiso alcanzado en los años 70 en Naciones Unidas.
En España, el Gobierno de Rodríguez Zapatero llevó la inversión en Cooperación al máximo histórico, por encima del 0,4% del presupuesto en 2010. Fue su mismo gobierno el que empezó a recortar la ayuda en 2011. Desde entonces, España ha renegado de la Cooperación y el dinero para cooperación ha bajado un 70%, volviendo al 0,2% de la RNB de los años 90 en los presupuestos de 2013.
Cameron, el conservador, cumple con la eterna promesa progresista
El primer ministro británico es David Cameron y es conservador, del mismo partido que Margaret Thatcher, el icono político para tantas generaciones de neoliberalismo y mando de hierro. Y, sin embargo, ha sacado adelante una decisión que hace historia en el mundo de la redistribución de la riqueza, por mucho que muchas voces crítican alerten de que dedicar un 0.7% al desarrollo no es suficiente, y hasta puede tener truco: utilizar el dinero que parece ser para fines solidarios para en realidad crear mercados de consumo o potenciar a empresas nacionales en territorios desfavorecidos, con las ventajas que eso tiene para la explotación laboral.
O, aún más, la Ayuda Oficial al Desarrollo británica (allí las siglas son ODA) puede convertirse en un saco donde meter todo lo que tenga que ver con políticas sociales que afecten a extranjeros, aunque sea también en territorio nacional. Por ejemplo, The Guardian explica que los 20 millones de libras dedicadas en 2011 al apoyo a refugiados en el Reino Unido fueron incluídos como Ayuda al Desarrollo.
Reino Unido, en todo caso, ha sabido allanar el camino para esta medida con un discurso muy instrumental, aunque en otro sentido: Cameron dijo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el año pasado que invertir en Cooperación no era solo una obligación moral sino también un gesto de geopolítica inteligente para evitar conflictos, movimientos migratorios masivos y otro tipo de problemas que, si no se evitan en los países subdesarrollados, “acabarán por afectarnos aquí en nuestro pais”, dijo.
El impuesto de sociedades baja
Habrá más impuestos dedicados a la cooperación al desarrollo, pero esos impuestos salrán en menor medida de los beneficios de las empresas. El ministro de Hacienda también ha anunciado que Reino Unido planea bajar el impuesto de sociedades, año a año, para dejarlo en el 20% para 2015, ocho puntos menos que ahora. Esta medida es un ejercicio explícito de publicidad fiscal: “queremos mandar un mensaje a cualquiera que quiera invertir aquí: Reino Unido está disponible para hacer negocios”, ha dicho el jefe de la Hacienda británica.