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Por qué el Orgullo LGTBI siempre ha sido algo político aunque Ciudadanos lo llame así ahora para desacreditarlo

Una de las pancartas del Orgullo de Madrid 2019.

Marta Borraz

“El Orgullo ha sido colonizado por movimientos políticos”, aseguraba este lunes Begoña Villacís sobre el plante a Ciudadanos en el Orgullo LGTBI del pasado sábado. “No puede polititizarse una causa que es de todos”, “nos parece lamentable que algunos quieran politizar el Orgullo”, publicaban días antes en sus redes. La formación naranja reitera el mantra de la “politización” de la manifestación como forma de desacreditar el malestar que buena parte de la comunidad LGTBI y los organizadores del Orgullo mostraron por su presencia. Sin embargo, el Orgullo es en sí mismo algo político que precisamente este año ha reforzado su lado reivindicativo.

El bloqueo a los de Albert Rivera se inició hace semanas, cuando fueron vetados de las carrozas de la marcha estatal y del Pride de Barcelona por sus acuerdos con Vox para facilitar gobiernos y alcaldías de derechas. El partido se había negado a firmar un decálogo de COGAM, entidad organizadora, que, de nuevo, volvió a tildar de “político” y que incluía el requisito de no pactar “con la extrema derecha”. Ciudadanos intentó durante días salir al paso de las críticas reivindicándose como defensor de los derechos LGTBI, pero el sábado acabó con sus miembros abucheados e increpados y abandonando la marcha.

Sus líderes han pedido la dimisión del ministro Fernando Grande-Marlaska por sus declaraciones previas y acusan a los manifestantes de “radicales” y “sectarios”. Por su parte, los organizadores del Orgullo señalan que el partido “no ha entendido o no ha querido entender” que “era una manifestación política”. “Si no, ¿qué sentido tiene? Es una de nuestras herramientas políticas para reivindicar necesidades y defender derechos”, explica Uge Sangil, presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB).

La reivindicación tras el Orgullo

Aunque la cita convive con los reproches del Orgullo Crítico desde hace años, que denuncia su “deriva comercial”, a la que acompañan carrozas pagadas por empresas, el Orgullo como causa, que no solo se celebra en Madrid, es en sí mismo algo político, como lo es la manifestación del 8M o la antirracista del 12N. De hecho, cada año elige un mensaje reivindicativo como lema: el de este tenía por objetivo homenajear a los mayores LGTBI que han sufrido represión y hostigamiento. En 2018, exigió la despatogización de la transexualidad, en 2016 la visibilidad bisexual o en 2012 el fin de los recortes hasta llegar a 1977, año de la primera manifestación en Barcelona para pedir la derogación de las leyes franquistas que perseguían a las personas LGTBI.

“Lo único que demuestra esta situación es la enorme ignorancia de Ciudadanos respecto a la historia del movimiento LGTBI. Desde los disturbios de Stonewall de 1969, cada año lo que hace el Orgullo es reclamar derechos y exigir libertades”, explica el periodista y guionista Paco Tomás, co-creador de la serie documental sobre la historia del movimiento Nosotrxs Somos. “No puede ser más que político. La LGTBIfobia es un asunto estructural y público, no es algo individual ni personal”, añade la jurista especializada en derechos LGTBI, Violeta Assiego.

Para la experta, Ciudadanos “confunde político con partidista” y utiliza la primera palabra, así como otras que “sabe que generan impacto en la opinión pública”, con el objetivo de “desacreditar y señalar a la organización como algo que excede del ámbito que a su juicio tendría que tener el Orgullo, pero está equivocado. Los que nos manifestamos exigimos el fin de la LGTBIfobia”.

De hecho, la manifestación se utiliza para exigir el fin de la discriminación que las personas que viven las personas LGTBI: las cifras más recientes revelan que solo en 2017 la FELGTB registró más de 50 incidentes de odio contra el colectivo y únicamente el 38% de las personas gays, lesbianas o bisexuales están fuera del armario en el trabajo.

Precisamente, el Orgullo de este año enfilaba su día grande siendo el más político de los últimos años. Esta vez, los colectivos LGTBI intensificaron sus declaraciones públicas al respecto. y ya al principio de la manifestación fueron contundentes: “Necesitamos parar a la ultraderecha que ha entrado en las instituciones. No vamos a dar ni un paso atrás”.

Y es que el colectivo critica a la formación naranja que pacte con un partido que ha propuesto llevar el Orgullo a la Casa de Campo, que pide la derogación de las leyes LGTBI o que defiende la existencia de las terapias de conversión para homosexuales. “Ciudadanos se ha aliado con Vox, que es una formación que está en contra de nuestros derechos. Ese doble juego es inasumible,” denuncia Jordi Griset , un hombre gay que en los años 60 fue víctima de una de las dolorosas terapias de electroshock que en aquella época sostenía el régimen franquista.

A Griset le parece “especialmente perverso” que, desde el pasado sábado, los miembros de Ciudadanos, entre ellos Inés Arrimadas o Ignacio Aguado, estén refiriéndose a los manifestantes que les bloquearon el sábado como “fascistas”. “Es indignante que estén utilizando esa palabra contra un colectivo perseguido y represaliado históricamente”.

“¿A qué venía realmente Ciudadanos?”

En el plante ante Ciudadanos del pasado sábado acabaron participando cientos de personas, pero la mecha la prendió “El cuento de le ciudadane”, una performance realizada por una veintena de activistas ataviadas como El cuento de la criada que salieron al paso de la formación para reprocharle sus pactos con Vox.

Para muchos activistas y colectivos LGTBI, esta ha sido una forma de recuperar la esencia combativa de una convocatoria que, según declaran muchas voces, se había descafeinado. “Otra cosa es que como colectivo tengamos que hacer autocrítica sobre por qué Ciudadanos cree que es una fiesta y puede estar ahí como si lo fuera. Quizás esta parte ha tenido más repercusión mediática. No obstante, que un partido lo crea demuestra que es irresponsable”, dice Paco Tomás. De hecho, la formación naranja propuso el pasado mes de febrero declarar el Orgullo fiesta de interés turístico.

“Pero ¿a qué venía realmente Ciudadanos a la manifestación del sábado?”, se pregunta el periodista. Precisamente este mismo lunes se ha conocido que el partido se felicita en informes internos por los titulares tras visitas como la de Rentería o el pueblo de Josu Ternera, donde se produjeron protestas y altercados. Tanto Tomás como la jurista Violeta Assiego apuntan al lema que utilizaron para la pancarta –Al Orgullo, ¡Vamos!– para ejemplificar que “no asistieron para reivindicar los derechos LGTBI, sino para reivindicarse a sí mismos. Ninguna de sus consignas era contra la LGTBIfobia. Ellos gritaban libertad, como si fueran los que han sido discriminados y perseguidos y no los mayores LGTBI, que eran los homenajeados ese día. Les han robado el protagonismo”.

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