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La revolución de la moringa: una planta para combatir la desnutrición

La presidenta de la ONG coruñesa Miradas al Mundo, María Martínez, le ha declarado la guerra a la desnutrición en Guinea Bissau con "La revolución de la moringa", un proyecto que acaba de cumplir cinco años y que se ha extendido recientemente a sesenta comunidades con el objetivo de reactivar el consumo y cultivo de esta planta rica en nutrientes.

EFE

A Coruña —

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La presidenta de la ONG coruñesa Miradas al Mundo, María Martínez, le ha declarado la guerra a la desnutrición en Guinea Bissau con “La revolución de la moringa”, un proyecto que acaba de cumplir cinco años y que se ha extendido recientemente a sesenta comunidades con el objetivo de reactivar el consumo y cultivo de esta planta rica en nutrientes.

Cuando se embarcó en la iniciativa, los habitantes del país africano desconocían por completo las propiedades de la moringa y lo fácil que era su cultivo, mientras que ahora unas 20.000 personas se han beneficiado de su información, calcula en una charla con Efe esta altruista gallega de 51 años que vive a caballo entre A Coruña y la localidad guineana de Varela.

“Me moriré sensibilizando a la gente para que la consuma”, asegura Martínez, una de las inspiradoras del libro “Todos los caminos llevan a África” (Casiopea), que reparte en cuarenta escuelas y a niños con desnutrición en hospitales esta planta conocida como “árbol milagro”, por la variedad de virtudes que se le atribuyen.

Con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, la moringa -rica en proteínas, calcio, aminoácidos, vitaminas y minerales- ayuda a “curar y prevenir trescientas enfermedades” y se usa en los países occidentales para elaborar cosméticos y otros productos.

Gracias a la colaboración de Miradas al Mundo con la ONG Tosta, en el último año el árbol milagro ha llegado a sesenta comunidades de Guinea Bissau, de modo que las palabras de María ya vuelan por dos de las cinco regiones del país.

“Este año hemos cruzado fronteras”, afirma la trabajadora social, pues la moringa ha aterrizado en Senegal y también comparte su idea con otras organizaciones para que estas virtudes curativas lleguen a más países.

Allí denominan a este vegetal “nebedaye”, nombre que viene del inglés “never die” (“nunca muere”), y es la palabra que gritan los habitantes de cada aldea cada vez que ven llegar a María.

Además de la distribución en colegios, forman a profesores para darles a conocer sus propiedades y así que desarrollen actividades como la creación de un huerto escolar, pues “las condiciones para plantarla son muy sencillas”.

El empoderamiento femenino también tiene su hueco en esta iniciativa, ya que la ONG ofrece a las mujeres la oportunidad de ser beneficiarias de su trabajo, de modo que les compran la hoja seca de la moringa para hacer polvo y las semillas para hacer aceite pagándoles “un precio justo” que les permita tener una fuente de ingresos.

Las hojas trituradas de esta planta, originaria de la India y muy abundante en África, se pueden tomar en infusión o para aliñar ensaladas, pastas y arroz a modo de orégano.

La moringa, que se usaba como planta medicinal “desde hace muchísimos años”, se ha cultivado en todo el arco subtropical del mundo, desde el Asia sudoriental y Filipinas, hasta Centro y Sudamérica, pasando por África oriental y meridional.

Según el Atlas Mundial de datos Knoema, la prevalencia de la desnutrición en el total de la población de Guinea Bissau era en el 2018 de un 28 %, mientras que en 2007 era de un 24 %.

María Martínez, que tras 24 años en el negocio bancario dejó su empleo por su vocación, comenzó sus proyectos en África en 2004 y cuatro años después decidió que Miradas al Mundo se constituyese como una ONG.

La mayoría de sus iniciativas, como la construcción de escuelas y pozos, se centran en Guinea Bissau, país que escogió porque pensó que “era el que más lo necesitaba” debido a su nivel de pobreza.

“No te puedes imaginar cómo puedes cambiar la vida a una persona que se siente con salud gracias a que consume moringa”, relata la exempleada de banca, que nació en Vigo, se crió en Lugo y residió en Madrid, A Coruña, Vitoria o esta república del oeste africano. Y de allí no piensa moverse, pues sentencia sin dudar: “yo me voy a morir en Guinea Bissau”.

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