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Santiago Cantera, el historiador falangista que se convirtió en el guardián del cadáver de Franco

Santiago Cantera

Clara Roca / Jesús Bastante

Santiago Cantera (Madrid, 1972) se ha convertido en el símbolo de resistencia contra la exhumación del cadáver de Francisco Franco. El actual prior del Valle de los Caídos se niega a acatar tanto las órdenes del Tribunal Supremo como las del Vaticano. Cantera se mantiene inquebrantable. Solo una orden del rey le haría cambiar de opinión, llegó a confesar a sus más íntimos el pasado año. O del papa Francisco, como ha asegurado a su entorno estas semanas.

Pero la misión del prior del Valle de los Caídos no siempre fue la de impedir la exhumación del dictador. Antes tuvo una vida, alejada del celibato, como historiador, profesor y escritor –con más de una docena de libros publicados–, e incluso político. Su biografía como monje benedictino empieza a partir de sus 30 años. Para entonces ya se había presentado a las elecciones generales de 1993 y a las europeas de 1994 como candidato del partido Falange Española Independiente, ahora fusionado con Falange Española de las JONS.

Durante su vida de estudiante, Cantera es recordado como un chico muy educado, estudioso, culto y reservado. En su relación con otros alumnos, prefería los contactos unipersonales y solía intentar adoctrinarles sobre episodios de la historia de España que consideraba heroicos o ejemplares, relata un compañero de instituto.

Ese interés por el pasado le llevó a estudiar Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctoró en Historia Medieval. También fue profesor en la Universidad San Pablo-CEU. A los 21 años empezó a vincularse políticamente a la Falange Española Independiente. Profesores de su época en el CEU subrayan que él no se consideraba franquista, sino falangista.

En 1993 decidió presentarse como candidato en las elecciones generales. Al año siguiente, cuando estaba terminando sus estudios en Historia Medieval, entró en las listas para los comicios europeos. En ambas ocasiones lo hizo alejado de los primeros puestos, en el número 32 y 40 de las listas, respectivamente. Tras no resultar electo, no volvió a presentarse.

“Ni me arrepiento ni me avergüenzo de mi pasado. Tenía veintitantos años, tenía mi idealismo y era seglar. Tampoco es un delito que uno tenga o haya tenido unas ideas políticas y, menos aún, cuando hoy se pacta con otras ideologías que incluso han sustentado el terrorismo”, se defendía en una entrevista concedida a la revista católica Vida Nueva a principios de este año.

De profesor a monje

La crisis de los treinta llegó para Cantera en forma de celibato. ¿La razón? Fuentes de su entorno de aquel momento afirman que un desengaño amoroso le llevó a querer abandonar su vida como profesor para meterse a monje en la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, conocida como la Orden de la Trapa, con un estricto código de silencio y reclusión. Sus amigos le insistieron para que eligiera una opción menos restrictiva. “Le convencimos para optar por el Valle”, relata su exprofesor.

Fue así como en 2002 ingresó en la abadía de Cuelgamuros, de la orden benedictina. Doce años más tarde estaría a cargo del monasterio, aunque con un sabor agridulce. Cantera sustituyó al abad del Valle de los Caídos, Anselmo Álvarez, quien se retiró por motivos de salud. Pero no le sucedió en la misma jerarquía, ya que no obtuvo los apoyos necesarios para ser abad. Fue nombrado prior administrador ad nutum superioris del monasterio por el superior mayor de la Federación benedictina de Solesmes (de la que depende la Abadía del Valle). Esa categoría& implica que su superior puede revocar el nombramiento en cualquier momento.

Como líder de la abadía, Cantera seguiría los pasos de Anselmo Álvarez, quien consideraba que el Valle se había construido con trabajos voluntarios y sostenía que los símbolos franquistas en el monumento “son casi irrelevantes”.

A lo largo de su carrera eclesiástica, Cantera ha mantenido una buena relación con los Franco. El prior no ha condenado el franquismo y afirma que el Valle no es un símbolo de la dictadura, sino que se trata de un lugar de reconciliación. Una reconciliación “que solo se puede alcanzar bajo los brazos redentores de la Cruz”.

Más allá de las flores, siempre frescas, que coronan cada día la tumba del dictador, Cantera también ofició, el 29 de diciembre de 2017, la misa en el tanatorio de Carabanchel por Carmen Franco, la hija del dictador.

El cambio de Gobierno

En junio de 2018, el gobierno cambia de color y la sombra de la exhumación de Franco empieza a caer sobre la abadía. Ese verano, la familia del dictador toma medidas preventivas y le entrega un poder notarial a Cantera, en el que se niegan a hacerse cargo del cuerpo del dictador. Ese documento ha servido para el prior como motivo para llevar su negativa de la exhumación hasta las últimas consecuencias.

Pero Cantera no solo ha impedido la exhumación de Franco, también lo ha hecho con la de los hermanos Manuel y Antonio Lapeña, dos anarquistas represaliados, así como la de otras ocho personas, enterradas en el Valle junto a más de 30.000 cadáveres. “La operación podría dañar la basílica”, argumentó en marzo de 2018 para respaldar su negativa de tocar la mayor fosa común de España.

En el caso de los hermanos Lapeña, la jerarquía eclesiástica fue inflexible, y el cardenal Blázquez le obligó a obedecer las resoluciones judiciales, si bien la familia continúa esperando a que Patrimonio permita la exhumación de los cuerpos.

Ahora, después de que este jueves el Supremo haya dejado sin efecto el último obstáculo para la exhumación de Franco, queda por ver cuál será el próximo movimiento de Cantera, aquel historiador falangista que se ha convertido en el máximo defensor del mausoleo franquista.

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