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La calavera de un antipapa ha desatado una rivalidad centenaria entre dos pueblos de Zaragoza

En junio de 2021 la reliquia del Papa Luna regresó a Sabiñán 21 años después de haber sido sustraída

Héctor Farrés

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Ninguno de los dos municipios implicados acepta ceder terreno en el litigio. Illueca insiste en que la reliquia del Papa Luna pertenece a su patrimonio por razones de origen y memoria familiar. Por otro lado, Sabiñán sostiene que la custodia es suya porque la reliquia estuvo depositada allí durante siglos y porque los descendientes del palacio de Argillo la entregaron legalmente al pueblo.

Esa firmeza mantiene viva una tensión que, más allá de lo judicial, marca la relación entre dos localidades separadas por poco más de 15 minutos de carretera. Así, la disputa por un cráneo medieval sigue hoy en el centro de sus agendas municipales.

Una nueva ofensiva judicial busca replantear la voluntad de los descendientes

El último movimiento lo protagonizó Illueca al contratar al abogado Jorge Español para presentar una nueva demanda. Según explicó a El Periódico, el letrado pretende que los jueces determinen “quién puede cumplir mejor la voluntad de los descendientes del Papa Luna”. La estrategia marca un cambio respecto a lo que resolvió en 2023 el Tribunal Superior de Justicia de Aragón, que otorgó la titularidad a Sabiñán tras la donación realizada en 2019 por la familia Olazábal-Bordiu.

Los alcaldes defienden con vehemencia la legitimidad de sus argumentos

En Sabiñán el alcalde José Ignacio Marcuello recuerda que la reliquia “lleva décadas custodiada en nuestro municipio y ahora la Justicia ha despejado cualquier duda”. Asegura también que “la reliquia ha sido custodiada aquí con rigor y respeto” y añade que afrontan este nuevo proceso “con serenidad y confianza en la justicia”.

Desde Illueca, en cambio, el regidor José Javier Vicente considera que “Benedicto XIII nació en Illueca y sus restos forman parte de nuestra historia. No vamos a renunciar a lo que nos corresponde”.

Seis siglos de traslados y saqueos explican el largo viaje de la reliquia

El conflicto hunde sus raíces en una trayectoria de seis siglos. Tras morir en Peñíscola en 1423, Pedro de Luna fue trasladado por decisión de su sobrino al castillo palacio de Illueca. Allí descansó hasta que en los primeros años del siglo XVIII, en el contexto de la Guerra de Sucesión, las tropas partidarias de Felipe V profanaron la tumba. Solo se conservó el cráneo, que acabó en el palacio de los condes de Argillo en Sabiñán.

La trayectoria del antipapa, marcado por su firmeza durante el Gran Cisma, ha dejado una expresión popular y una herencia incómoda que todavía divide a Illueca y Sabiñán

La reliquia permaneció allí hasta que en abril de 2000 fue robada por dos jóvenes que intentaron exigir un rescate de un millón de pesetas. El cráneo apareció meses después en una caseta y se sometió a pruebas de carbono 14 y exámenes digitales que confirmaron su autenticidad. Tras pasar por el Museo Provincial de Zaragoza, en 2021 regresó a Sabiñán, ya con la consideración de Bien de Interés Cultural y protegido en la iglesia de Santa Ana.

Ese retorno cerraba provisionalmente una etapa convulsa, pero Illueca no dio por zanjada su reclamación. La localidad recuerda que el traslado original al palacio natal del antipapa se realizó con el aval de la Corona de Aragón y por voluntad de los familiares. A su juicio, ese origen tiene más importancia que la posterior donación al consistorio vecino.

La figura de Pedro de Luna alimenta la disputa actual entre las dos localidades

El trasfondo del pleito se entiende mejor al observar quién fue el hombre detrás de la calavera. Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor, nacido en Illueca en 1328, fue elegido pontífice en Aviñón en 1394 durante el Gran Cisma de Occidente. Se mantuvo en sus convicciones incluso tras ser excomulgado y morir en Peñíscola en 1423. La obstinación que le caracterizó dio lugar a la expresión popular “mantenerse en sus trece”.

Esa huella lingüística, unida a la singularidad de que un antipapa medieval tenga su cráneo disputado seis siglos después, explica la pasión que desatan sus restos. En este punto, Illueca y Sabiñán parecen condenados a repetir sus argumentos frente a los tribunales, porque ninguno de los dos pueblos da su brazo a torcer.

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