El porqué de la escultura de un ciclista en un capitel de una casa modernista de Barcelona
No son pocos los artistas que, en algún recoveco de sus obras, dejan un detalle que, además de ser parte del conjunto, suponen todo un guiño a alguien en concreto. Una suerte de pequeño o modesto homenaje que puede sorprender a más de un neófito en el estilo de la obra en cuestión pero que no pasa desapercibido para los expertos estudiosos que dedican infinidad de horas a repasar cada centímetro de la joya de la arquitectura, escultura o pintura.
Es el caso de la escultura de un ciclista que aparece y sorprende cuando observa con detenimiento el capitel de la Casa Macaya, una de las preciosas casas modernistas que se pueden visitar y apreciar en la capital catalana. Casa cuyo autor es Josep Puig i Cadafalch, uno de los grandes arquitectos del modernismo catalán, además de un referente del nacionalismo político a finales del siglo XIX y principios del XX.
La obra de Puig i Cadafalch no se reduce, ni mucho menos, a la Casa Macaya. Bien al contrario, ya que es considerado un autor prolífico, especialmente en Barcelona, en la que intentó fundir arquitectura y política en la creación de un estilo autóctono que combinaba elementos del gótico medieval con los de la casa solariega catalana. Y un buen ejemplo del mencionado estilo es la Casa Macaya, un palacio modernista que Puig i Cadafalch diseñó en 1901 en el número 108 del paseo San Juan.
¿Y qué detalle sorprendente hay dicha casa modernista? ¿Qué llama la atención a más de un agradecido y paciente visitante, que repasa la casa estancia por estancia? Pues un ciclista. Una persona montada en un vehículo de dos ruedas que muchos expertos en la materia coinciden en que se trataría del propio Puig i Cadafalch. Pero, ¿fue un autorretrato?
La Casa Macaya fue concebida como residencia del industrial Román Macaya Gibert, un rico empresario catalán conocido por la fortuna que había cosechado en la lejana América con el cultivo del algodón. Decidió vender sus negocios y volver a Barcelona para disfrutar de sus últimos años de vida junto a su esposa Carmen Sanmartí y sus hijos. Macaya, para demostrar aún más su ostentación, buscó un lugar algo más lejano del centro para construir su palacete. Y compró un terreno en el paseo de San Juan.
Dos encargos a la vez
En 1898, el industrial le encargó a Josep Puig i Cadafalch la construcción de su palacete. Pero como este admirado arquitecto estaba realizando al mismo tiempo la Casa Amatller, otra joya de la arquitectura barcelonesa, durante el día hacía varios viajes en bicicleta para poder seguir personalmente las obras simultáneas de las dos casas.
El arquitecto y ciclista Puig i Cadafalch contó para la realización del palacete con el escultor Eusebi Arnau, uno de sus habituales colaboradores habituales. Y es al escultor al que se le adjudica el guiño que hizo al propio arquitecto, que no dejaba de recorrer los 1.300 metros que separaban ambas obras a lomos de una bicicleta como la que esculpió en el capitel.
La simultaneidad de los trabajos de ambos edificios podría explicar las similitudes arquitectónicas entre las dos obras maestras del modernismo, como la composición asimétrica y policromada de la fachada y la importancia de los vacíos. En el último piso, por ejemplo, encontraremos en ambas construcciones una galería con horquillas conopiales, una galería corrida que servía de balcón. Esta composición de estilos respondía a la voluntad de fijar las bases de una nueva arquitectura catalana. La Casa Macaya fue declarada Bien Cultural de Interés Nacional por el Govern de la Generalitat de Catalunya en 1976.
0