¿Por qué Francia está revisando los bidones radioactivos que hay abandonados en la costa gallega?

La misión está coordinada por instituciones científicas y nucleares de primer nivel

Héctor Farrés

8 de julio de 2025 14:38 h

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Han pasado 43 años desde el último vertido de residuos nucleares en aguas profundas frente a Galicia. En todo ese tiempo, ninguna institución europea ha accedido a revisar el estado de los barriles abandonados, a pesar de que un informe interno de la Comisión reconocía que “se desconoce el estado técnico de estos objetos”. La iniciativa ha llegado ahora desde Francia, que ha decidido actuar por su cuenta. El proyecto se ha puesto en marcha con la localización de un millar de bidones radiactivos.

Una misión científica parte desde Brest hacia uno de los mayores cementerios radiactivos del planeta

El trabajo de campo se está desarrollando a bordo del buque L’Atalante, que zarpó del puerto de Brest el pasado 15 de junio con rumbo a la llanura abisal del Atlántico nororiental, a unos 650 kilómetros al noroeste de Fisterra. La zona, situada en aguas internacionales, alberga uno de los mayores vertederos nucleares del mundo.

Allí se arrojaron, entre 1946 y 1990, más de 220.000 bidones procedentes de países como Reino Unido, Suiza, Países Bajos o Bélgica, según el inventario del Organismo Internacional de Energía Atómica. La mayor parte de ellos contiene residuos de baja y media radiactividad encapsulados en cemento o bitumen.

A bordo viaja el robot submarino autónomo UlyX, capaz de operar hasta los 6.000 metros de profundidad. Este vehículo ha sido el encargado de identificar y cartografiar los primeros depósitos. En algunas inmersiones se han detectado estructuras cilíndricas cubiertas de sedimentos, cuya disposición sugiere su origen industrial. Gracias al uso de sonar de alta resolución y sensores ambientales, se han recorrido más de 20 kilómetros cuadrados en busca de estos restos.

El objetivo principal de esta primera fase, bautizada como NODSSUM-I, es localizar los bidones y evaluar su estado de conservación. Según el CNRS, la misión incluye también la recogida de muestras de agua, sedimentos y fauna marina para medir posibles concentraciones de radionucleidos y su desplazamiento a través de corrientes o procesos de sedimentación. Los análisis se realizarán tanto a bordo como en laboratorios en tierra, con protocolos de seguridad radiológica estrictos.

La investigación reúne a expertos de varios países con el apoyo de organismos internacionales de seguridad

La campaña científica está coordinada por el Centre national de la recherche scientifique en colaboración con el instituto Ifremer y otras entidades internacionales como la Autoridad de Seguridad Nuclear y de Radioprotección, además de universidades de Noruega, Canadá y Alemania. La única representación española en el proyecto corresponde al departamento de Geología de la Universitat de Girona.

El geólogo Javier Escartín, uno de los responsables de la misión, explicó al diario L’Express que el equipo busca identificar zonas clave para la toma posterior de muestras directas. En sus palabras: “El objetivo de nuestra misión es mapear y muestrear las zonas cercanas a estos residuos para entender el impacto que han tenido en este entorno”.

En total, la zona de estudio abarca unos 6.000 kilómetros cuadrados, delimitados en dos áreas marcadas por la Agencia para la Energía Nuclear bajo los nombres NEA n.º 3 y n.º 4. Se trata de una franja abisal que acumula más del 90 % de los residuos radiactivos sumergidos en todo el planeta.

Muchos de los materiales depositados corresponden a restos de uso médico, militar o industrial, tal como recoge el inventario del Organismo Internacional de Energía Atómica, con una carga total de 46 petabequerelios.

La segunda fase de la misión se centrará en el muestreo directo de los bidones mediante robots y submarinos

La primera campaña concluirá el 11 de julio. La segunda fase, denominada NODSSUM-II, está prevista para 2026. A diferencia de la actual, contará con un robot operado remotamente o un submarino tripulado como el Nautile o el ROV Victor. Estas herramientas permitirán acercarse más a los bidones y tomar muestras directas en sus inmediaciones.

Las medidas de seguridad seguirán siendo una prioridad. Antes del análisis de cualquier material, las muestras pasarán por detectores de radiactividad para proteger a las personas a bordo. Estas revisiones se mantendrán también en los laboratorios en tierra para asegurar la correcta manipulación de cada elemento.

Esta operación no cuenta con precedentes. Bruselas rechazó en 2023 la posibilidad de intervenir, pese a admitir la falta de información. Ahora, Francia asume en solitario la investigación científica de un legado nuclear que ha permanecido oculto durante décadas en el fondo del océano.

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