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Hispania era una mina de plata para el Imperio Romano hasta que esta zona ignorada por la historia la reemplazó como principal proveedor

Las excavaciones revelaron una industria a gran escala bien organizada

Héctor Farrés

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Los tratados sobre economía romana suelen mencionar Hispania al oeste o Dacia al norte al referirse a las regiones que alimentaron con metales la riqueza imperial. Estas zonas aparecen como ejemplos clásicos de explotación organizada, con sus minas, sus rutas y su mano de obra especializada. El relato histórico tradicional ha colocado en ellas el origen de buena parte del oro y la plata que ayudaron a la expansión y las finanzas romanas.

Sin embargo, la geografía real de esa extracción fue más amplia y compleja de lo que la historiografía ha hecho creer. Al revisar los registros arqueológicos, surge la evidencia de que el mapa económico del Imperio abarcaba también regiones que permanecieron en la sombra durante siglos, y esa revisión ha cambiado la comprensión sobre cómo Roma mantenía su suministro de metales y su estabilidad monetaria. El resultado es un desplazamiento de protagonismo que, con ello, sitúa a los Balcanes Centrales en el centro de la historia económica romana.

Dragana Mladenović colocó a los Balcanes en el centro de la economía imperial

El estudio de la arqueóloga Dragana Mladenović, publicado en el Jahrbuch des Deutschen Archäologischen Instituts, demuestra que los Balcanes Centrales fueron el principal proveedor de plata del Imperio Romano durante más de 200 años. Su investigación detalla cómo las actuales Bosnia y Herzegovina, Serbia y Kosovo formaron una red extractiva que abasteció al Estado imperial en los siglos II y III d. C. La autora reinterpreta las fuentes arqueológicas y metalúrgicas para mostrar que, lejos de ser una periferia, la región fue esencial en el mantenimiento de la moneda romana en tiempos de crisis y en la consolidación de la economía estatal.

Las fronteras administrativas y los conflictos ocultaron la importancia minera

Durante siglos, la importancia minera de esta área quedó eclipsada. Las divisiones administrativas romanas y modernas dificultaron reconstruir el sistema extractivo como un conjunto coherente. A ello se sumó la preferencia historiográfica por las fuentes escritas frente a las arqueológicas y, en tiempos recientes, los conflictos de los años noventa, que obstaculizaron el acceso a yacimientos. El resultado fue una subestimación sistemática de la aportación balcánica, lo que llevó a considerar su papel como residual cuando, en realidad, fue decisivo para la producción de metales preciosos que mantenían el sistema monetario.

Las evidencias procedentes de Dalmacia y Mesia Superior han permitido reconstruir la magnitud de la actividad. En Bosnia, los romanos aplicaron minería hidráulica a gran escala para extraer oro de los ríos y vetas de montaña, dejando colinas de grava estéril que aún dan nombre a localidades actuales. En Serbia y Kosovo, las minas de galena argentífera fueron explotadas con técnicas subterráneas de notable perfección, como muestran las galerías talladas en Domavia y los restos de fundición en el monte Kosmaj. Este último caso es clave: la ausencia de explotación posterior permitió calcular la magnitud de la producción romana, que alcanzó unas 5.500 toneladas de plata y 680.000 de plomo, una cifra comparable a la del célebre Laurión ateniense.

El poder imperial tomó el control total de la plata balcánica

La administración imperial impuso un control férreo sobre esta riqueza. Las minas de plata eran propiedad del emperador y estaban gestionadas por procuradores ecuestres. Se organizaron cohortes militares para custodiar los distritos y se estableció una red de puestos aduaneros que vigilaban la circulación del metal.

En Roma se acuñaron monedas de bronce con inscripciones que hacían referencia explícita a los metales de Dardania, lo que sugiere un sistema de moneda restringida para los territorios mineros. Esta centralización, junto con la presencia militar, revela un modelo de gestión sin precedentes.

El relato clásico dejó fuera una parte esencial del mapa metalífero romano

El auge de las minas balcánicas coincidió con el declive de otras regiones metalíferas del Imperio. A partir del siglo II d. C., las explotaciones de Hispania comenzaron a agotarse y las de Dacia fueron abandonadas tras las invasiones del siglo III. El Estado romano redirigió entonces su atención hacia los Balcanes, reforzó su presencia militar y trasladó parte de las cecas imperiales más cerca de las fuentes de plata. En época de Constantino, todavía se producían donativos de plata en Naissus, y la minería continuó bajo control estatal hasta las incursiones ávaras del siglo VI, que marcaron su fin.

La investigación de Mladenović muestra así cómo la riqueza subterránea de los Balcanes mantuvo la economía romana durante más de dos siglos y moldeó su administración, su ejército y su paisaje social, consolidando una relación duradera entre poder político y recursos minerales.

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