El pequeño pueblo madrileño con antenas gigantes que lleva más de 60 años siendo fundamental para la NASA
Un módulo descendía sobre una superficie grisácea mientras las comunicaciones se reanudaban tras una pausa inquietante. La Tierra contenía la respiración. Aquel mensaje, breve pero definitivo, confirmó el primer contacto directo de la humanidad con otro cuerpo celeste. El 20 de julio de 1969, el salto que tantas veces se había proyectado en teorías científicas se transformó en una acción real. Fue justo entonces cuando Robledo de Chavela entró en la historia.
El seguimiento constante de las misiones se basa en una red global perfectamente sincronizada
A 70 kilómetros de Madrid, esta pequeña localidad conserva una relación con el espacio que comenzó hace seis décadas y que sigue más viva que nunca. Enclavado entre pinares y valles, el Complejo de Comunicaciones del Espacio Profundo alberga el mayor número de antenas activas de la red global de la NASA.
En total, seis radiotelescopios repartidos por la ladera, de los cuales uno alcanza los 70 metros de diámetro y opera con tecnología hidráulica. Esa antena es única en su tipo dentro del sistema, ya que su diseño permite detectar señales débiles enviadas desde más allá del sistema solar.
Las instalaciones se despliegan como una colonia técnica perfectamente integrada en el paisaje serrano. Las antenas se orientan de forma autónoma siguiendo las trayectorias de las misiones. Cada ocho horas, el control pasa de Robledo a la californiana Goldstone y después a la australiana Canberra, formando un engranaje sincronizado que cubre toda la superficie terrestre. Este método, conocido como follow the sun, asegura que siempre haya un punto activo recibiendo datos, sin importar el giro del planeta.
Un nuevo acuerdo garantiza que Robledo seguirá escuchando el universo durante al menos 15 años más
El acuerdo entre la NASA y el Gobierno de España, renovado en junio de 2024, ha consolidado la operatividad del centro hasta al menos 2039. Esta colaboración se gestiona a través del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, dependiente del Ministerio de Defensa, y mantiene a Robledo como pieza central del esfuerzo científico global. Las tareas diarias incluyen seguimiento de sondas como la Voyager 1, que actualmente navega por el espacio interestelar a más de 24.000 millones de kilómetros.
La recuperación de la señal de esa nave fue uno de los logros recientes más complejos. En abril de 2024, las seis antenas de Robledo se alinearon por primera vez para rastrear una emisión casi perdida. El problema, causado por un fallo en la memoria de la sonda, se solucionó tras descifrar una secuencia desordenada
David Muñoz, responsable de la mecánica de las estructuras, explicaba a ARA que “simplemente estaba desordenada y se logró recolocar su programa en otra zona de la memoria de la nave que no estaba dañada”. En palabras de Sandra Connelly, del Directorio de Misiones Científicas de la NASA, recogidas por el diario ARA, “por primera vez en la historia, las seis antenas se pusieron en formación juntas y recuperaron la comunicación con la Voyager 1, fue fabuloso y la imagen es icónica”.
Esa escena, con los radiotelescopios mirando al mismo punto en el cielo madrileño, resume el papel central que ha adquirido Robledo dentro de la arquitectura espacial internacional.
Aunque la plantilla se ha reducido, el centro opera ahora con más eficacia que nunca
Actualmente trabajan en el centro unas 90 personas, en su mayoría ingenieros y técnicos especializados. Aunque años atrás el personal superaba los 400, la modernización de los sistemas ha permitido reducir la plantilla sin disminuir la operatividad. Las antenas más recientes, inauguradas en 2021 y 2022, incorporan un diseño más accesible que permite realizar ajustes sin detener el funcionamiento general, algo imposible en las más antiguas.
Una de las antenas inactivas se mantiene en pie como testigo de uno de los momentos más emblemáticos del siglo XX. Fue la que captó la señal de Neil Armstrong en la Luna, y desde entonces permanece apuntando al cenit. Su conservación como pieza histórica refleja el valor simbólico que Robledo representa para la exploración espacial, aunque su verdadero poder sigue estando en su capacidad actual.
En paralelo a las labores técnicas, la estación participa en proyectos educativos, como los realizados con centros escolares que, durante años, han operado uno de los radiotelescopios en desuso para aprender astronomía. Esta combinación de divulgación y tecnología puntera refuerza el vínculo entre la ciencia y la sociedad local, que convive con el complejo con naturalidad desde hace generaciones.
La estación madrileña se adapta al futuro de la exploración con nuevas tecnologías
El complejo de comunicaciones, construido en 1964 y trasladado a su actual ubicación en los años 80, sigue ampliando sus capacidades para responder a las demandas de las nuevas misiones Artemis. Las obras de actualización incluyen la instalación de transmisores en banda K y nuevos sistemas de refrigeración, lo que permitirá mantener comunicaciones constantes con futuras bases lunares.
A lo largo de estos 70 años, Robledo de Chavela ha pasado de ser un pequeño pueblo de montaña a convertirse en un enclave estratégico que conecta la Tierra con lo que ocurre más allá del sistema solar. De esta manera, las antenas continúan apuntando al cielo, preparadas para recibir la próxima señal.
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