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The Guardian en español

El fiasco del Brexit no puede achacarse al laborismo

El líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn

Owen Jones

La votación celebrada este martes en el parlamento debería marcar el fin de una mentira. Es posible que esto suene un poco raro, teniendo en cuenta que ese fue el día en que los diputados votaron por una enmienda que exige buscar alternativas al 'backstop' [conjunto de restricciones previsto para evitar controles fronterizos entre las dos Irlandas], una posibilidad que la Unión Europea ha descartado una y otra vez.

El martes fue el día en que los diputados conservadores votaron por algo que saben imposible de conseguir. David Lidington, el número dos de Theresa May que hace tan solo tres semanas denunciaba las “fantasías de acuerdos alternativos y mágicos”, votó el martes por algo que sabe imposible de conseguir. La primera ministra, que insistía en negar la posibilidad de alternativas a su acuerdo y vapuleaba a sus diputados hasta el ridículo para que se opusieran a otros acuerdos, votó el martes por algo que sabe imposible de conseguir. Y los diputados del norirlandés Partido Unionista Democrático [DUP, por sus siglas en inglés] votaron el martes por algo que saben imposible de conseguir, aunque al menos ellos tienen la excusa de haberse quedado varados en el siglo XVII.

El Partido Conservador está sometiendo al país a una comedia. Recitan un guión que, ellos lo saben, no tiene ninguna similitud con la realidad. Están prolongando la confusión dentro de Reino Unido y la humillación puertas afuera solo por defender los intereses del partido.

La mentira que terminó este martes por la noche no fue esa sino la idea de que el Partido Laborista tiene voz en lo referente a cuestiones esenciales del Brexit. Los laboristas presentaron una enmienda que evitaba una salida sin acuerdo y ofrecía la posibilidad de un segundo referéndum. También apoyaron la enmienda de Yvette Cooper para extender durante tres meses el artículo 50 y la de Dominic Grieve para organizar votaciones de consulta a planes alternativos al Brexit de May. Las tres enmiendas fueron rechazadas en el parlamento. La razón es que, gracias al DUP, los conservadores tienen una mayoría de votos.

Ponerle fin a las divisiones del partido conservador prevalece sobre los intereses de la nación. Esa es la consigna de los diputados tory, independientemente de donde esté su corazón en lo referido al Brexit. Junto a la obsesión de su partido por la austeridad, esa priorización será el origen de la próxima crisis británica. Suena evidente, pero algunas veces decir lo evidente es un acto revolucionario.

Y sin embargo hay gente que considera corresponsable al partido opositor, aunque solo tenga una minoría de los escaños parlamentarios. Catorce diputados laboristas votaron contra la enmienda Cooper y se despertó la cólera contra el laborismo. Por alguna razón, los líderes laboristas aparecen como responsables de que haya poco más de doce diputados rebelándose y desobedeciendo las órdenes.

Los ataques a Corbyn

La verdad es que los ataques dirigidos contra Jeremy Corbyn deberían ser más consistentes. ¿Es un líder autoritario que somete al partido a un terror estalinista, metiendo el miedo en el cuerpo a los diputados con la posibilidad de que los militantes elijan democráticamente a otro candidato? ¿O es un líder que no sabe imponer disciplina entre sus diputados? ¿En qué quedamos? De hecho, y como ha sido publicado en repetidas ocasiones, la presión del movimiento laborista de izquierdas Momentum y el miedo a que los sacaran de sus puestos ha sido esencial para que muchos de los diputados laboristas de derecha no apoyaran el acuerdo de May. ¿Acaso lo que están pidiendo ahora los críticos de Corbyn es aumentar esa presión?

Si los ciudadanos están furiosos por el desastre del Brexit, y tienen todos los motivos para estarlo, tendrían que dirigir su furia contra las decisiones del gobierno conservador, votadas y respaldadas por prácticamente todos y cada uno de los diputados conservadores.

Repasemos los casos de los llamados conservadores rebeldes. Jo Johnson, por ejemplo. Cuando sus diferencias con el Brexit de May le hicieron dimitir como ministro de Transporte fue aclamado como un héroe de la causa pro Unión Europea y recibido con vítores en un mitin de People's Vote [la campaña por un referéndum que valide el acuerdo final del Brexit], donde fue entrevistado por la estrella del fútbol nacional Gary Lineker. El martes, Johnson votó contra la enmienda no vinculante de la conservadora Caroline Spelman que proponía impedir una salida sin acuerdo. Se opuso a la enmienda Cooper y se abstuvo en la enmienda Grieve.

El propio Grieve es otro ejemplo. El año pasado presentó una enmienda al ‘voto significativo’ [que impuso la aprobación parlamentaria del acuerdo del Brexit] y luego terminó votando en contra. O el caso de Nicky Morgan, que se alió con Jacob Rees-Mogg para sacar adelante el “Compromiso de Malthouse”, que solo parece servir para hacer más probable una salida sin acuerdo. O el de la pro Unión Europea Anna Soubry, que votó contra la posibilidad de garantizar la residencia en el Reino Unido de los ciudadanos de la Unión y dijo preferir un Brexit bajo un gobierno conservador antes que seguir en la Unión Europea con un gobierno de Corbyn.

Los conservadores “rebeldes”

Los “rebeldes” conservadores han demostrado una y otra vez ser unos charlatanes y unos embaucadores. Pero el crédito que le conceden a estos “rebeldes” conservadores algunos partidarios de quedarse en la UE parece no tener fin. Es tan grande como su escepticismo cuando se trata de laboristas, ¿por qué?

Ah, pero luego dicen que toda la culpa es del Partido Laborista por no haberse pronunciado a favor de un segundo referéndum. Permítanme decirlo suavemente: el parlamento ni siquiera ha sido capaz de apoyar la posibilidad de una prórroga de tres meses para el artículo 50, respaldada por el laborismo. No es que los números no den para otra votación, es que ni siquiera se acercan. El 90% de los diputados conservadores no quiere otro referéndum. En las circunscripciones donde ganó la opción del Brexit, decenas de diputados laboristas hicieron campaña durante las elecciones generales de 2017 prometiendo que no obstaculizarían la decisión de salir de la Unión Europea. Yvette Cooper, por ejemplo, repartía folletos en los que se comprometía a “no votar para bloquear el Brexit”.

Hacemos bien en condenar a los partidarios del Brexit por prometer durante la campaña cosas imposibles de cumplir. ¿Pero por qué exigimos entonces a los diputados laboristas que rompan sus promesas? Si Corbyn exigiera a sus diputados votar por un segundo referéndum, una gran parte de ellos se rebelaría y la medida no se aprobaría.

La campaña de People’s Vote está pidiendo al Partido Laborista que se coloque en una posición que provocaría renuncias masivas entre sus principales diputados, desataría una gigantesca rebelión parlamentaria y el enfado de sus votantes pro Brexit. Y todo eso, para una propuesta que además no tiene posibilidades de ser aprobada. Algunos defienden que hay que hacerlo por el ferviente compromiso con una causa legítima. Otros, como Chuka Umunna, creen que la brecha que eso abriría entre miembros y votantes laboristas con la dirección permitiría fundar un nuevo partido “de centro”.

Nada de esto significa que haya que absolver al laborismo de todas sus críticas. El partido no ha logrado defender eficazmente las bondades de la inmigración pese a contar con Jeremy Corbyn, Diane Abbott y John McDonnell, figuras clave que crecieron en política haciendo campaña por migrantes y refugiados. Este lunes, los laboristas estuvieron a punto de abstenerse en la ley de inmigración de los conservadores, lo que habría sido escandaloso. Pero decir que el Partido Laborista es corresponsable del caos del Brexit no tiene ningún fundamento.

Si hay algo que queda claro con las votaciones parlamentarias de esta semana es esto: el gobierno conservador es la fuente de los males del Reino Unido. Hasta que no se termine, nuestro país está condenado.

Traducido por Francisco de Zárate

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