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Por el reconocimiento real y efectivo de las especialidades de enfermería en España

Una encuesta revela que 7 de cada 10 enfermeras han trabajado sin protección

Blanca Montero Saborido

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Hoy en día, todos somos héroes. Si cuando estábamos en la carrera, allá por el 2008, al comienzo de la famosa crisis económica, nos hubieran dicho que a las ocho de la tarde toda España saldría a aplaudirnos a las ventanas y a los balcones, habríamos arqueado las cejas con incredulidad y nos habríamos mirado entre nosotros. Unos años más tarde, con el diploma en la mano y la crisis todavía patente en todo el país, nos habría dado un ataque de risa. ¿Por qué? Pues porque, aunque es algo que agradecemos enormemente en estos días de sufrimiento y mucho trabajo, no es en lo que pensamos cuando hablamos de valorar a la profesión sanitaria. En este caso, a la Enfermería.

Hoy día muchos se echan las manos a la cabeza cuando escuchan que muchos médicos, sobre todo en las Comunidades Autónomas (CCAA) más afectadas por la crisis de la COVID-19, deben cambiar de especialidad para poder colaborar en otras unidades donde la presión asistencial está por las nubes. ¿Cómo va a intubarme un ginecólogo? ¿Cómo va a valorar un nefrólogo una neumonía bilateral? ¿Cómo un enfermero puede trabajar en una UCI Neonatal y al día siguiente ser enviado a Cirugía Vascular y ser obligado a ofrecer el mismo nivel de asistencia en dos servicios tan diferentes? La sociedad se compadece de la Medicina, pero se lo exige a la Enfermería.

Esto fue algo que vislumbramos cuando comenzamos nuestra andadura profesional. La inmensa mayoría no tuvimos más remedio que emigrar. Algunos, entre CCAA, aunque fuimos más los que nos mudamos al extranjero. Para algunos, la experiencia fue positiva, pero para muchos de nosotros, no. Nos sentíamos rechazados por nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), que gritaba a los cuatro vientos lo necesarios y lo valorados que éramos, pero que después nos rechazaba a pesar de que el ratio enfermero/paciente era muy alto y empeoraba cada vez más. Los que decidimos no cruzar fronteras íbamos mareados de un lugar a otro a otro, con contratos precarios, mal pagados, en clínicas privadas donde lo importante era la facturación a fin de mes y no el cuidado del paciente.

Debido a nuestra experiencia, hemos comprendido que el concepto de enfermero generalista, “enfermero para todo” o “enfermero todoterreno”, capaz de ir a cualquier servicio que nos vendieron (y siguen vendiendo), y que tan bien queda de cara al resto de Europa, “los mejores enfermeros del mundo», está obsoleto. Es arcaico y contraproducente, no permite el avance de la profesión y coloca barreras a los sanitarios que quieren desarrollarse en su trabajo.

La especialización enfermera es necesaria como se ha podido comprobar en esta situación de crisis en la que muchos profesionales se han visto movidos hacia áreas de cuidados críticos sin la debida formación en los mismos, lo cual supone un riesgo tanto para el profesional como para el paciente y el sistema. Y aunque es algo que se lleva haciendo durante años, con la enorme demanda que ha surgido estas últimas semanas han sido todavía más los enfermeros generalistas que han sido desplazados a estos servicios sin la formación sanitaria adecuada.

Resultaría extraño, ridículo, que un profesor de preescolar diese clase a alumnos de segundo de Bachillerato. No tendría sentido que un Ingeniero Químico hiciera el trabajo de un Ingeniero Industrial, o que un Internista realizase una cesárea de urgencia. Entonces, ¿por qué este mismo principio no se aplica a la Enfermería? ¿por qué se nos exige algo que, para el resto de las áreas laborales, resultaría inadmisible? Al trabajar en un área en la que no se tiene experiencia, se producen problemas relacionados con la complejidad del manejo de los pacientes, en el que interactúan factores organizativos, factores personales y formativos de los profesionales, y factores relacionados con la enfermedad. Todo esto pone en peligro la seguridad del paciente; no puede brindarse una asistencia sanitaria segura, efectiva y eficiente. Las bases de un sistema de salud de los que muchos se vanaglorian. Los efectos derivados de este problema provocan una causa de elevada morbilidad y mortalidad. Si se analiza todo esto, ¿resulta económicamente rentable para nuestra Consejería de Salud, para nuestro SNS?

Después de este análisis, creemos que es necesario desarrollar un cambio clave en la formación de los enfermeros generalistas. La Enfermería tiene el mismo derecho que la Medicina a tener sus especialidades. ¿Por qué los médicos pueden estudiar y desempeñar solo el área en el que se han formado y al personal de enfermería se nos exige ser competentes en cualquier especialidad que engloba la sanidad? No es justo que un enfermero se exponga profesional y emocionalmente cada vez que se produce un cambio de contrato (que suele ser bastante a menudo, además).

Muchos tratan de vender la idea de que la Enfermería es polivalente, pero eso no es cierto. Los enfermeros disponemos de conocimientos sobre qué debemos hacer a nivel general, pero no a nivel específico. Porque (y esto es algo que resulta ridículamente obvio de remarcar) no podemos conocer todos los protocolos, técnicas, cuidados enfermeros, tratamientos, complicaciones, todo lo anexo a una especialidad en concreto. Y, con contratos que en muchas ocasiones no duran más de un mes (aunque muchas veces no son más que unos pocos días o semanas), no tenemos el tiempo ni la capacidad de asimilar toda la información necesaria del área en donde trabajamos.

De esto podríamos tomar nota de los británicos, quienes tienen un gran abanico de especialidades, como enfermería de EPOC o de rehabilitación cardiovascular, por citar algunos ejemplos. En España, aunque tenemos algunas reconocidas, siguen siendo insuficientes para cubrir todas las áreas y servicios con el que cuenta nuestro SNS.

Por desgracia, este tema no solo afecta a los enfermeros generalistas. También se da en las pocas especialidades enfermeras que están reconocidas a día de hoy, y cuyas competencias (se supone) están bien definidas. Un ejemplo claro es la Enfermería Obstétrico-Ginecológica. Por propia experiencia, hemos observado las enormes desigualdades que existen en la atención a la mujer entre CCAA. Las más sonadas, en la Atención Primaria (AP). En CCAA como Aragón o el País Vasco, la atención que se ofrece es completa. Las pacientes tienen a su matrona en los Centros de AP, y estas les ofrecen la posibilidad de atender todo su ciclo vital, desde consultas de anticoncepción, pasando por el embarazo y el puerperio, la toma de citologías, hasta el climaterio y la menopausia. Por otro lado, tenemos a Andalucía, donde sus residentes de matrona ni siquiera tienen la oportunidad de formarse en la última etapa sexual de la vida de la mujer, ya que la mayoría de los Centros de AP de la comunidad no ofrecen ese servicio. Pero no solo eso. En provincias como Córdoba apenas hay matronas cubriendo plazas en estos centros. En su gran mayoría, las mujeres durante el proceso de embarazo y puerperio son atendidas por Médicos de AP y enfermeros generalistas, no especializados. Y aunque encontramos a grandes profesionales, no están preparados para atender todas las dudas y necesidades que pueden surgir en una etapa vital de esta importancia, ya que no fueron formados para ello. Para comprobar este hecho, solo habría que preguntar por el tiempo formativo que pasaron realizando prácticas en el área de Ginecología y Obstetricia.

Sin embargo, las desigualdades no terminan en la AP. En la mayoría de los hospitales andaluces, no se encuentran matronas más allá del servicio de paritorio. En plantas de maternidad, o de puerperio, son atendidas por enfermeros generalistas, mientras que en otras CCAA (ponemos de nuevo el ejemplo de Aragón), estas plazas están cubiertas por matronas, mejor formadas en el área del embarazo y el puerperio. De esta forma, se evitan las saturaciones en el área de paritorio y los problemas derivados de una alta demanda asistencial. Lo mismo sucede con el puerperio. Nadie mejor que una matrona está capacitada para atender las dudas de la lactancia y del recién nacido (RN), sobre todo en aquellas mujeres que sean primerizas. En muchísimas ocasiones, las madres se deciden por la lactancia artificial porque sus dudas no son respondidas o atendidas con la paciencia y los conocimientos que son necesarios.

Un último apunte, también obvio, son las plantas de ginecología. Si las matronas somos especialistas en Enfermería Obstétrico-Ginecológica, ¿por qué nos relegan (aunque no siempre se cumple como hemos reseñado con anterioridad) a plantas de Obstetricia, cuando también nos obligan a formarnos en otra rama de la especialidad que apenas (y a veces nunca) volvemos a tocar? ¿Es descabellado que un especialista, recalcamos, de Obstetricia y Ginecología, trabaje en una planta de Obstetricia, o en otra dedicada a la Ginecología? Es una pregunta lógica y ridícula, pero que se da desde hace muchos años y tememos que se siga produciendo, ya que no se prevén cambios. La conclusión de esto es que, mientras hay mujeres peor atendidas por profesionales que no están preparados para ello, hay cientos de matronas en paro con unos conocimientos que están totalmente desaprovechados.

Con todo lo anterior, queremos reflejar nuestro descontento con la falta de especialidades para el personal de enfermería, por la falta de empatía del estado y su sanidad pública hacia nosotros. Tenemos derecho como profesionales sanitarios a un reconocimiento general y específico de nuestra situación laboral. Necesitamos que se nos escuche ante la falta de especialidades y del poco reconocimiento de las que existen.

La falta de homogeneidad en las bolsas de Enfermería de España, el abandono a las pocas especialidades que existen, la creación de bolsas específicas aleatoriamente, la forma de sumar puntos... es lo que está matando poco a poco a la Enfermería, y lo que provoca que a los enfermeros expatriados nos haga balbucear ante la pregunta sobre la Enfermería en España, y sobre si volveremos alguna vez. Volver a la precariedad, a la falta de seguridad, a no saber nunca donde vamos a trabajar, ni en qué condiciones, ni bajo qué supervisión, con la única certeza de que el cuidado que recibirán nuestros pacientes será el mejor que podamos darles, pero no el mejor que podrían recibir. Con la idea, también, de que los años que hemos amontonado de experiencias y cursos solo nos servirán para una bolsa general en la que podemos acabar trabajando en una planta de psiquiatría, mientras que una compañera, con la especialidad de Salud Mental, tendrá un contrato corto y eventual en una planta de cirugía general.

Son muchas las incongruencias que sacuden hoy en día a nuestra sanidad. La crisis de la COVID-19 nos ha hecho más vulnerables y han expuesto todas esas carencias que muchos profesionales sanitarios llevamos demandando y denunciando desde hace décadas. No queremos que se repita la situación que estamos viviendo los profesionales de la enfermería, cuando nos vemos obligados debido a las circunstancias actuales u otras, a cambiar de unidad y/o servicio y vernos desamparados.

No queremos ser héroes ni deseamos aplausos. Lo único que pedimos son las herramientas necesarias para que podamos realizar con seguridad nuestro trabajo, formación acorde (y no abusiva) de la especialidad que vayamos a desempeñar, para que la seguridad de nuestros pacientes, de la que tanto se está hablando estos días, sea nuestra mejor arma contra cualquier enfermedad. Los gestos se agradecen, pero son los cambios los que realmente salvarán vidas en un futuro.

Portavoz de la iniciativa: Blanca Montero @msprimperan

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