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Rajoy sobrevive entre ruinas

Mariano Rajoy

Rodolfo Irago

A estas alturas de la película no se pueden discutir las grandes dotes de supervivencia que ha tenido Mariano Rajoy a lo largo de su dilatadísima carrera política. 35 años en coche oficial.

Algún mérito y notable hay que tener para salir primero con vida del PP gallego en el que le hacían vudú; ganar después la guerra de sucesión de Aznar frente a tiburones como Rato o Mayor Oreja; sobrevivir de milagro más tarde a sus escandalosos SMS a Bárcenas y seguir vivo a día de hoy después de haber convivido con todos los líderes machacados por la corrupción en el PP: Matas, Camps, Costa, Fabra, Pedro Antonio Sánchez, José Manuel Soria, Ana Mato, Esperanza Aguirre, González, Granados, Cifuentes y los que no caben en esta lista.

Todos han ido cayendo uno detrás de otro sin que Rajoy tuviera que despeinarse. Eso sí, por el camino el destrozo ha sido descomunal. Destrozo para el PP, destrozo para las instituciones y destrozo para la moral pública.

Una autentica ruina sobre la que Rajoy pretende seguir gobernando como si nada hubiera pasado. A su alrededor, un partido carcomido por la corrupción, roto en mil pedazos y en descomposición política y ética como hemos visto espantados en los últimos días con el final mafioso del caso Cifuentes.

Y a su alrededor también un país agotado, hastiado de las cloacas, harto de la tensión política con el separatismo catalán, gravemente deteriorado por 10 años de crisis y desigualdad y en el que hay claros signos de retrocesos en derechos y libertades.

Rajoy no tiene nada que decirle ni proponerles a los españoles más allá de frías estadísticas macroeconómicas; solo intenta sobrevivir hasta la próxima cita electoral para ver si ocurre un milagro y se pincha el espectacular ascenso hacia Moncloa de Ciudadanos. Y así se han salvado los presupuestos con la intención de alargar esta agonía dos años más.

En medio de este panorama desolador, dos síntomas de que todavía hay esperanza. La movilización de los pensionistas que le han doblado el brazo al gobierno y la indignación de las mujeres que han dado un paso al frente que no tiene marcha atrás ni en casa, ni en la calle, ni en el trabajo; ni ante el gobierno ni ante la justicia.

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