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Una sentencia peor que el delito

Lectura de la sentencia de 'la manada'

Javier Pérez Royo

Para la víctima de la conducta de los cinco miembros de ‘la manada’, que ha sido calificada por el Tribunal de Navarra como “abuso sexual” y no como “violación”, tiene que haber sido mucho más dolorosa la conducta de los jueces que la de los que la agredieron.

Y tiene que haberlo sido, porque objetivamente, desde una perspectiva moral lo es, aunque no lo sea desde una perspectiva jurídica. Los jueces que dictaron sentencia no han cometido ningún delito, aunque sí han vulnerado el ordenamiento jurídico, como argumentaré en otro artículo.  Pero moralmente su decisión supone una violación para la chica mucho más dolorosa que la que sufrió realmente por los integrantes de ‘la manada’. Porque es imposible que ella entienda que, tras pasar lo que pasó, la sentencia haya sido la que ha sido.

El “abuso sexual” que dice la sentencia, la violación que realmente sufrió en los Sanfermines, fue “la lotería en negativo”. Tuvo mala suerte. Se topó con unos sujetos que la degradaron convirtiéndola en objeto de sus fantasías de dominación masculina, en la que la dominación sexual ocupa un lugar destacado. Pero fue mala suerte. Le tocó porque le tocó, como le podía haber tocado a cualquier otra mujer. Como de hecho les ha tocado a otras mujeres antes y desgraciadamente, le seguirá tocando a otras.

La sentencia de un Tribunal es otra cosa. Una sentencia no puede ser una lotería.  Que una mujer se tope con cinco energúmenos es una desgracia, pero que los jueces hagan una descripción en los hechos probados de la sentencia de lo que no puede ser nada más que una violación y a continuación no la califiquen jurídicamente como tal, es mucho peor que una desgracia. Es una destrucción de la confianza en el proceso de administración de justicia.

La conducta de los cinco miembros de ‘la manada’ es un indicador de que hay un porcentaje de podredumbre en la sociedad española, cuyo olor emerge de vez en cuando. Pero la conducta de los jueces es un indicador de que hay algo podrido en el interior del poder judicial. Y esto es mucho más grave. Porque con la existencia de conductas como la de los integrantes de ‘la manada’ hay que contar, porque no se le puede poner fin, aunque haya que hacer todo lo posible para ponérselo. Pero con la existencia de conductas como la de los jueces de Pamplona no solo no hay que contar, sino que deberíamos dar por supuesto que no existen.

Solamente con mentes muy podridas se puede dictar una sentencia como la que estos jueces han dictado. Jurídicamente es posible que no se les pueda exigir ninguna responsabilidad de tipo penal. Pero moralmente su conducta es despreciable.  Yo desde luego esta sentencia no la respeto.  Más todavía: me repugna. Si hay jueces que entienden que se puede ejercer la función jurisdiccional de la forma en que ellos lo han hecho, este país tiene un problema muy serio.

Hay veces en que el remedio es peor que la enfermedad. Y eso es lo que ha ocurrido en este caso. La conducta de los miembros de ‘la manada’ es constitutiva de delito. La de los jueces que la han calificado, no lo es. Pero para la sociedad española en general, y para las mujeres y la víctima concreta en este caso, la conducta de los jueces es mucho más peligrosa que la de los agresores.

La inseguridad que genera la sentencia es muy superior a la que genera el “abuso sexual”, en realidad violación, que se produjo hace unos años en los Sanfermines. Estadísticamente sabemos que hay un porcentaje de agresiones sexuales y de violaciones. Hay un porcentaje de inseguridad con el que las mujeres tienen que contar. Este porcentaje se multiplica de manera extraordinaria con sentencias como la conocida el jueves.

Montesquieu definió la libertad como la sensación que cada uno tiene de su propia seguridad. Tras la sentencia del Tribunal navarro del jueves, las mujeres en España no pueden no sentirse menos seguras y, por tanto, menos libres.

Por todo ello no puedo entender que las cuatro Asociaciones de Jueces hayan emitido un comunicado considerando desproporcionada la reacción social contra la sentencia. Los jueces son individualmente titulares de un poder del Estado. Son los únicos individuos que tienen esa condición. El corporativismo judicial no es, por tanto, análogo a los otros corporativismos que puedan existir en la sociedad. Ese desgraciado comunicado no hace más que subrayar la gravedad del fallo judicial. Una vergüenza.

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