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Ocaña: setenta años del pintor travesti que “se fue vestida de sol”

Cuadro central de la exposición sobre Ocaña en el Espacio Turina

Luis Mesa

Agosto de 1983. Cantillana, provincia de Sevilla. Al calor del verano, un año más el pueblo se engalanaba para sus fiestas patronales, y con petaladas, algarabía y baile, el artista del pueblo llegaba a su tierra natal desde la moderna Barcelona como de costumbre. Siempre con su pueblo, la Virgen de la Pastora en su recuerdo, y todo su arte reflejado en aquellas tardes de niñez por su pueblo entre amapolas y paseos con su hermana, Pérez Ocaña, en la perfección que produce la extravagancia, se personaba en las plazas del pueblo disfrazado de sol.

A base de papel y pirotecnia, sin duda la luz y la vanguardia la llevaba consigo más que nunca. Hay quien dice que la alegría lleva la tragedia detrás siempre, y en plena performance, los fuegos artificiales se convertían en el peor enemigo del artista y su disfraz de sol ardía como el sol mismo. Fruto de las quemaduras, semanas después, se marchaba Ocaña como aquel sol que se pierde en la tarde. Fue “un personaje que dio color, dimensión y sentido a Barcelona”, indicaba Antonio Álvarez Solís en una columna del Periódico de Catalunya el día después de su muerte. Se fue pero dejó una profunda huella. Quedaba la memoria.

Todo este legado se recuerda hoy y, con motivo del setenta aniversario de su nacimiento, la Sala Atín Aya del Espacio Turina en Sevilla recoge prácticamente toda la obra pictórica del activista sevillano, “la gran desconocida frente a sus performances y activismo”, destaca Joaquín Recio, comisario de la muestra. Por primera vez en Sevilla, tres plantas recogen la vida creativa de un artista que dedicó su obra a ofrecer luz y color en la agonía del Franquismo y el inicio de la Democracia. “Es una pena que la obra haya llegado tan tarde a Sevilla, pero es importante que llegara”, destaca su hermano mellizo Jesús Pérez Ocaña. Según la alcaldesa de su Cantillana local, Angelines García, Ocaña “se adelantó 25 años a todos con todo el movimiento que generó y la lucha que mantuvo toda su vida”. Ahora su legado puede disfrutarse en la capital hispalense.

La obra expuesta recoge la extensa producción del artista: desde sus albores en una Cantillana que le encandiló pero que  “se le quedaba pequeña, no le dejaba respirar”, tal como apunta el hermano, hasta su desarrollo en Barcelona, donde florece toda su obra en Las Ramblas, entre la vanguardia naïf de la época y las ansias de libertad. Sin embargo, tal como rezan las paredes de la exposición, “no hubiéramos tenido a Ocaña sin la Cantillana religiosa, festiva y represiva de su homosexualidad, y sin la Barcelona de aquella época, libertaria y acogedora”. La mezcla hace al artista.

Pese a la ingente obra expuesta (y las muchas piezas en colecciones privadas), Ocaña “muere en el momento en el que se estaba definiendo del todo su pintura”, indica Recio, reconociendo la exposición como la “más grande nunca expuesta” al contar con toda su etapa de creación en acrílico, poco vista hasta el momento. La unión de todas las “Manolas”, retratos femeninos propios de su localidad, “El trío de Cantillana”, pieza que nunca había salido del pueblo, o cesiones privadas de personalidades como el director de cine Ventura Pons engrosan una exposición que estará en Sevilla hasta el 1 de octubre.

Barcelona como musa

Hablar de Ocaña es reconocer a un artista que despuntó en Barcelona. “Todo el mundo de la Barcelona de los 80 le recuerda”, destaca Carla Camacho, gestora de proyectos culturales de la Fundación Setba, institución que actualmente expone en la casa que en su día fuera el hogar de Ocaña.

“Ocaña disfrutó hasta ciertos niveles de mucha libertad (en su pueblo), pero había gente que le hacía la vida imposible por ser maricón”, cuenta su hermano. Después de la mili, su hermano Jesús se marcha a Barcelona, y apenas meses tarda Ocaña en seguirle la pista. Ganándose la vida pintando con brocha gorda, Las Ramblas será el lugar donde luchar por sus derechos y encumbrarse como artista. “Se iba a las Ramblas y se disfrazaba con mantón de manila y sin calzones. Enseñaba el culo porque luchaba por la libertad de homosexuales y lesbianas de la época y para promocionar su obra”, resalta Jesús Pérez Ocaña.

Desde ese momento, “conocido por toda la escena catalana”, entabló amistades con artistas de la talla de Lluis Llach (que compró su casa tras su muerte) o Ventura Pons que le convirtió en actor. Las fronteras de la obra de Ocaña salen de Cataluña, con etapas de mucha creación en Euskadi y hasta un salto a Francia. “Fuera de Cataluña lo tenían como folclórico y maricón pero no como pintor”, apunta su hermano, y recuerda que fueron los ochenta la época más pictórica del artista, a pocos años de su muerte.

Libertad y derechos

Si algo recuerda la sociedad del legado de Ocaña fue su lucha como activista por la libertad y derechos de los homosexuales. Anarquista y siempre fiel a sus ideales, el artista también sufrió de primera mano la represión social y política tanto en la dictadura como después. “En Barcelona cada detención suya generaba masas de gente en la Dirección General de Seguridad de la Vía Laietana”, comenta Recio.

Además, el pintor nunca abandonó sus símbolos en su obra pictórica. Hoces y martillos al revés “como hacía Marcelino Camacho” o banderas andaluzas se entremezclaban con vírgenes, retratos llanos de su pueblo o incluso palizas a homosexuales para concienciar. “Ocaña Siempre tuvo debilidad por los minusválidos, los ancianos y la causa homosexual”, destaca el comisario. Elementos como “las mantilleras que cosían en la Plaza del Caño” de Cantillana o “las vírgenes y enrrejados” fueron conocidos por la sociedad gracias a Ocaña, “un gran orgullo” en palabras de la alcaldesa Angelines García.

Con todo esto, hasta octubre Sevilla puede disfrutar, en palabras de su hermano, de “una persona íntegra, libertaria, maricón y pintor”, un artista que setenta años después de su nacimiento sigue siendo recordado por la geografía española como referente en la lucha por los derechos y la libertad. Cantaba Carlos Cano que Ocaña “se fue vestida de sol”, aunque está más vivo que nunca. 

 

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