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Aragón impulsa técnicas biológicas para evitar el uso de plaguicidas en la alfalfa

Franja de alfalfa para actuar como refugio. Foto:Aragón hoy

Eduardo Bayona / Eduardo Bayona

Zaragoza —

¿Es posible evitar el uso de plaguicidas químicos en las casi 250.000 hectáreas de alfalfa que se cultivan en España? Dos proyectos del CITA (Centro de Investigación y Tecnologías Agrarias) del Gobierno de Aragón apuntan a que sí.

Medidas de ese tipo, además de cumplir con la directiva europea de Gestión Integrada de Plagas, que desde enero del año pasado obliga a reducir el uso de productos químicos en el campo en favor de técnicas alternativas como el control biológico, favorecería la biodiversidad y mejoraría la seguridad alimentaria, ya que el forraje es uno de los principales alimentos de los animales de abasto, a los que llegaría sin residuos.

“El papel ecológico de la alfalfa es importante –explica Eva Núñez Seoane, investigadora de la Unidad de Sanidad Vegetal del CITA que lidera esos proyectos- en los ecosistemas micro, ya que en ese vegetal habitan muchos insectos beneficiosos que, además de permitir un control de las plagas, actúan desde ella sobre otros vegetales”. Sin embargo, el uso habitual de los plaguicidas los elimina, ya sea por exterminación o por forzar su marcha a otras zonas, y cuando regresan a los campos las plagas están extendidas de nuevo.

Dos plagas frecuentes: gusano verde y pulgón

La alfalfa sufre dos plagas habitualmente: el gusano verde y el pulgón, a las que, de manera esporádica pero muy devastadora, se une en ocasiones la llamada “cuca verde”, que suele aparecer avanzada la primavera.

El gusano, que ha proliferado en los últimos años, deposita sus huevos en los tallos del alfalfa en invierno, mientras que el pulgón aparece en junio. El primero hace que en algunas zonas se le aplique al vegetal hasta dos tratamientos tras el primero de los cinco o seis cortes que los agricultores realizan en la alfalfa entre abril, cuando rebrota tras las parada biológica invernal, y finales de octubre. El segundo provoca hasta tres sulfatadas en algunas zonas.

Los técnicos del CITA están testeando los efectos de “realizar un corte invernal para evitar que prolifere el gusano al abortar el desarrollo de las larvas sin que sea necesario sulfatar” la explotación, explica Núñez. “Llevamos dos años y los resultados son muy buenos –añade-, aunque faltan otra campaña, o quizás dos”, para considerar validado el sistema.

Cinco años sin tratamiento

En el caso del pulgón, los ensayos comenzaron hace ya diez años.  “Ha habido parcelas que no han tenido pulgón en cinco años sin tratamiento químico”, explica.

La estrategia para combatirlo de una forma natural consiste en dejar una franja de alfalfa sin cortar, de una anchura de unos tres metros, en el centro de la parcela si es pequeña o una del mismo tamaño cada 50 o 60 metros si la explotación es de gran extensión. En cada corte, alternativamente, se cosecha esa franja y se deja intacta otra contigua para que los insectos y arácnidos beneficiosos se refugien en ella y recolonicen después la zona.

“De esta manera están disponibles para recolonizar el campo”, indica la investigadora, que destaca la estabilidad que este cultivo ofrece como hábitat –se siembra para segar durante cinco años- y su riqueza en especies, además de “capacidad para tolerar cierto nivel de daño sin que repercuta en la producción o en su calidad”.

Conservar especies en lugar de introducirlas

“Se trata de una estrategia de control que, en lugar de en introducir especies, se basa en conservar y retener las que de forma natural ayudan a controlar las plagas”, explica Núñez, que destaca que esas prácticas “pueden ayudar a reducir significativamente el uso de productos químicos” en el cultivo.

La investigadora, que hizo su tesis sobre el control biológico de plagas y que comenzó sus ensayos con el Centro de Sanidad y Certificación Vegetal, considera que “la mayoría de los tratamientos que se aplican a la alfalfa no son necesarios. La presencia de la plaga no justifica el uso de productos químicos”.

Los dos sistemas, anota, resultan complementarios: “El corte invernal permite evitar la plaga del gusano verde y las franjas, la del pulgón”. “El agricultor debe adaptarse al nuevo escenario”, añade.

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