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Entrevista a José Martínez

Ex sargento de la Guardia Urbana: “Lo más triste del 4F es que no es un caso aislado”

José Martínez, ex Sargento de la Guardia Urbana denuncia abusos policales / Jordi Molina

Jordi Molina

Barcelona —

Reparte su tiempo libre entre la familia, sus paseos por Cambrils, donde reside, y su blog. Sin embargo, hasta hace unos años, cuando se jubiló, fue sargento de la Guardia Urbana de Barcelona. Primero en Ciutat Vella, más tarde en Nou Barris y finalmente en la Estación del Norte, su último destino. En esta entrevista, José Martínez (Barcelona, 1944) relata algunos casos de tortura que sucedieron durante su ejercicio y su lucha estéril por erradicar del cuerpo a “las manzanas podridas”. Tras la dimensión pública que ha tomado el 4-F a raíz del documental Ciutat Morta, cuenta el ambiente de esos días que pasó en la UCI, junto a la familia del agente malherido, y carga sin tapujos contra la manipulación policial, judicial y política que marcó el caso.

Perdone la ignorancia. ¿Exactamente, cuál es la función de un sargento?

Conducir una brigada. Y dejar claro a tus agentes que velen, siempre, por la protección de los derechos y libertades de los ciudadanos. Para eso estamos. O para eso deberíamos estar.

No siempre es así…

La Guardia Urbana parece que sea una policía muy cercana al pueblo, pero muchos agentes no lo son, otros sí. Cuando yo daba el servicio en el aula siempre les decía a mis chicos: “cuidado con la calle, que es peligrosa”. Y, sobre todo, les insistía para que cuidaran sus actuaciones, con las manos quietas. Un detenido es un detenido, y hay que respetarle sus derechos fundamentales. Nos ha de dar absolutamente igual si es antisistema u okupa. ¿Quién somos nosotros para dar una paliza a alguien? ¿O para tocar un solo pelo? Quién hace eso no merece estar en una patrulla. Siempre he procurado llevar a los agentes por el camino del compromiso con la ciudadanía.

Usted estaba de servicio la noche del 4 de febrero de 2006…

Esa misma noche estaba patrullando en Nou Barris, entonces era mi zona de influencia. Cuando me enteré de lo que ocurrió fui al hospital a dar apoyo a los compañeros. No conocía al agente herido, él era de la brigada de los Antidisturbios, pero como sargento me quise acercar a dar apoyo a los familiares. La verdad es que no le pudimos ver porque estaba en la UCI.

¿Qué recuerda de los días y semanas posteriores al 4-F?

Estuve muchos días visitando a la esposa. Y la verdad es que he seguido visitándola puntualmente y ella siempre me lo ha agradecido mucho. El compañero herido tenía cuatro hijos, era una situación complicada, muy difícil. Insistí al jefe de la Guardia Urbana que no le dejaran aislado y que el sueldo se le respetará al 100%, independientemente de lo que durara la invalidez. Lamentablemente él se quedó y sigue parapléjico. En aquella época llegué hablar con el entonces concejal de Seguridad, Jordi Hereu, y me garantizó que así sería.

Sin embargo, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, a usted no le encajan las piezas…

Empecé a investigar por mi cuenta. Me sorprendía la tensión que había en la Guardia Urbana, que no ayudaba nada a encontrar la verdad. Los colectivos policiales son muy corporativistas y había realmente una tensión muy fuerte por lo que había sucedido con uno de los nuestros. Era habitual que se refirieran a los presuntos autores como “el sudaca”, o “los moros de mierda”. En fin…

¿Cómo reaccionó?

Cuando llegó el juicio me presenté en los juzgados. Estuve los tres días que duró la vista. Desde el primer minuto que empezó ya supe que habría cinco cabezas de turco. Cinco inocentes que iban a palmar. Solo se aceptaron las declaraciones de los dos policías, Bakari Samyang y Víctor Bayon. Los que posteriormente serían condenados e irían a la cárcel por el vergonzoso caso de Yuri, otro ejemplo más de abuso. La jueza Carmen Garcia Martínez no admitió a trámite ni siquiera las pruebas de los abogados defensores.

Dicho en otras palabras: ¿Fue un montaje?

Y una venganza. Las dos cosas. El edificio donde estaba la gran fiesta era propiedad del Ayuntamiento. Y, por lo tanto, el consistorio era el subsidiario de lo que ahí estaba pasando. El entonces alcalde, Joan Clos, hizo unas declaraciones en las que afirmaba que el objeto responsable del impacto en la cabeza del agente era una maceta. Su informador, estoy casi seguro, que fue Victor Gíbanel, aunque él lo niega. Él era el que informaba siempre y, además, era el jefe de asuntos internos, la unidad que investiga cualquier tipo de corrupción que pueda cometer el cuerpo. Él metió la pata, se dio cuenta, y cambiaron la versión. Estoy seguro que le debieron decir que había que dejar de hablar de la jodida maceta.

¿Qué hizo usted?

Hablé con CCOO y me dijeron que elaborarían un escrito. Pero también me aconsejaron que no me metiera mucho. Me dio la sensación que se podría hacer más bien poco y fui a hablar con Gonzalo Boyé, el abogado de Rodrigo Lanza. Me agradeció mucho el interés, y le dije lo que pensaba: los chicos van a pringar. Ambos sabíamos dónde nos habíamos metido. En mi caso, soy activista, pero no soy tonto. Me encontraba muy solo y recurrí a alguien a quién jamás hubiera planteado pedirle nada.

¿A quién?

Le escribí un correo a Pilar Rahola. Creí que por una cuestión de audiencia podría ser útil. Le dije que en un escrito que iban a caer cinco persones inocentes. En el correo decía que estaba avergonzado. Me respondió su secretaría y me dijeron que verían que se podía hacer. Nunca más me dijeron nada.

¿Qué es lo que más le duele de todo el caso?

La muerte de Patricia Heras. Hay que ser muy miserable por tomarla con alguien únicamente por su aspecto. Ella se encontró allí con el marrón de los chicos, uno con la cara destrozada y el otro con la mano rota. Pero no tuvo nada que ver, ni siquiera estuvo en la fiesta. Para mí siempre fue compatible estar al lado de mi compañero y su familia y tratar de evitar que se cometiera la injusticia que se iba a cometer.

¿Les conoce?

No, no les conocí, pero sí a su jefe. Prefiero no decir su nombre, pero no me gustaba ni un pelo. Era un tipo muy abusivo, excesivamente agresivo en los interrogatorios y en las detenciones.

El documental Ciutat Morta relata que uno de los agentes encarcelados, Bakari Samyang, también tenía cargo de formador.Ciutat Morta

Imagínate los que recibían esa disciplina… No puede ser que tengamos torturadores dentro del cuerpo y mucho menos que sean estos agentes los que imparten la formación. Me consta que le dieron cancha.

Usted que ha pasado una vida en la Guardia Urbana, hay muchos como él o Víctor Bayona?

La Guardia Urbana de Barcelona hay que regenerarla. Empezando por la Unidad de Policía Administrativa y de Seguridad, los UPAS, el ala más dura en la aplicación de la tolerancia cero en las calles y donde hay más manzanas podridas. Una unidad que se debería de disolver. Se han hecho auténticas barbaridades. La trayectoria del escuadrón de los UPAS está plagada de violencia, malos tratos y heridos.

¿Todavía se dan este tipo de infracciones?

Sí. Por lo menos hasta que yo me jubilé. Y el Ayuntamiento tiene conocimiento de todo esto. Joan Clos y Jordi Hereu son responsables de encubrir el 4-F. Y, desgraciadamente, lo peor del 4-F es que no es un caso aislado. Hay otros muchos casos que ponen los pelos de punta.

Le escucho.

Dos años antes de jubilarme me pasó algo que todavía no he podido olvidar. E intenté llevarlo ante la Justicia, pero mi confidente se echó atrás. El caso es que apalearon a tres detenidos. El agente que vio lo que sucedió me lo contó. Dieron una paliza a unos muchachos, les metieron a patadas en el calabozo y, al cabo de un rato, le dijeron a mi confidente que les llevara un mocho para recoger la sangre derramada.

¿Qué hizo?

Fui a hablar con el jefe Xavier Vilaró y se lo conté todo. Intenté convencer a mi compañero para que declarase, pero no quiso venir. Vilaró me dijo que sin pruebas no podía hacer nada. Que me quedaría, de nuevo, solo. Sí tengo constancia que se habló con los mandos de los Antidisturbios, pero nada más que un toque. Pero lo de siempre… Los agentes que cometieron esa paliza dijeron que era mentira.

¿Las cámaras en los calabozos evitan estos abusos de poder?

Des de que se pusieron las cámaras no hemos visto tantas imágenes atroces. Fue un avance y me consta que no sentó nada bien. Se dijo entre los compañeros que el entonces conseller de Interior, Joan Saura, se había pasado tres pueblos.

¿Cree que se reabrirá el caso 4-F?

No lo sé. Lo que sí le pido a la persona que lanzó la maceta, o al testigo que sabe quién es, que salga. Por favor, que no se muera con esa carga de conciencia. Rabia contenida. Hay seis víctimas: el agente y los otros cinco. Víctimas producidas por las instrucciones políticas y judiciales.

¿Qué cambiaría en el cuerpo de la Guardia Urbana?

Se ha construido una mentalidad que viene a decir que contra más denuncias hagas, mejor agente de policía eres. Y no es mejor guardia el que más denuncias pone. El mejor guardia es aquel que sale a la calle, que hace prevención, que conoce a la gente, que es flexible y que si ve una infracción leve es capaz de informar y advertir.

¿Por qué no se hace?

Muy fácil. Por el llamado ‘plan por objetivos’. Des de la Jefatura se confecciona un listado de las denuncias que se han de hacer al mes. Se llama a todas las unidades y se les dice que hay que procesar, por ejemplo, cinco mil denuncias al año de semáforos rojos. O veinte mil de motoristas que no llevan casco. Y las veas o no las veas, las has de hacer. Si no, no eres un buen agente.

Entonces, es sólo por una cuestión de recaudación.

Totalmente. Nada más que eso.

Cómo valora la gestión de Felip Puig y Ramón Espadaler al frente de Interior?

Mal. Les mandé una carta diciéndoles que según la Ley todos los policías de este país han de ir debidamente identificados. Ese ha sido mi uno de los objetivos de mi activismo durante diez años. Contra la impunidad hay que ir identificado. Les advertí que, bajo su mandato, la represión, la brutalidad y la indefensión contra los ciudadanos habían aumentado.

No son especialmente atentos cuando se les pide la placa…

Pruébalo un día. Te van a dar un par de tortas y si te resistes quedarás detenido por desacato a la autoridad. Si te dan una paliza o te vacían un ojo, lo mínimo es que puedas saber quién te lo ha hecho.

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