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27-S, la prensa catalana ante el espejo

Víctor Saura

El dilema está servido y todos los medios catalanes nos tendremos que retratar. Será de inmediato, tan pronto como termine esta pequeña tregua de actualidad tragisòrdida estival y arranque de nuevo la precampaña. El interrogante que debe estar planeando sobre muchas redacciones es el siguiente: ¿Planteamos la cobertura de la campaña del 27-S como un referéndum (encubierto) sobre la independencia de Catalunya o como unas elecciones autonómicas más? La cosa varía bastante si se toma un camino u otro, y en cierta medida nos posiciona en un lugar u otro del cuadrilátero. En mi opinión, es una pregunta que concierne especialmente a los medios públicos (sobre todo TV3 y Catalunya Ràdio), pero no sólo, ya que no conozco ningún medio catalán privado que no presuma de apartidismo, de compromiso con la veracidad y de vocación de servicio a los lectores.

Se trata de una situación absolutamente inédita. Hasta ahora todo el mundo sabía a qué se jugaba en cada cita electoral, las reglas del juego eran claras y, bajo la apariencia de la falsa objetividad, cada medio barría para la casa que fuera, con más o menos gracia, con mayor o menor sutileza. Ahora es un todo o nada. O juegas o no juegas. Que esto sea un referéndum o unas elecciones depende mucho, también, de lo que los medios quieran creer que son. Y el dilema no es menor. Casi tanto como concebir Catalunya (la de ahora o la del futuro) como un régimen presidencialista o parlamentario. Porque el presidente Mas defiende lo que defiende, pero si se toma como referencia la composición del Parlament antes de su disolución, a mí me sale que había 65 diputados pro elecciones-plebiscito (36 de CDC, 4 ex de UDC, 21 de ERC, 3 de la CUP y 1 ex del PSC), por 70 pro elecciones-normales (19 del PSC, 19 del PP, 13 de ICV, 10 de UDC y 9 de Ciudadanos).

En el caso de TV3, Catalunya Ràdio y los medios públicos catalanes en general, diría que se acercan las semanas más complicadas de su ya dilatada historia. Se juegan tanto como seguir siendo un buen modelo de emisora pública en el contexto ibérico (llamarlo referente me parecería un exceso, reservemos la grandilocuencia para la BBC), o si se transforman en el Canal 9 de los Zaplana y Camps o el Telemadrid de todos los tiempos. No debo ser el único que piensa que el riesgo es elevadísimo. El mismo Colegio de Periodistas de Catalunya, con una decana de Catalunya Ràdio a la cabeza, también se ha puesto la venda antes de la herida pidiendo “neutralidad” a los medios públicos catalanes de cara al 27-S.

No soy nadie para dar lecciones de periodismo a los excelentes profesionales que habitan en ambas casas, pero me temo que las difíciles decisiones que se acercan no serán ellos quienes las tomen. La más importante, como digo, es determinar cómo se encara el 27-S. Formalmente, son elecciones autonómicas, y por tanto se fijarán unos bloques electorales informativos con el tiempo que determine la Junta Electoral para cada candidatura. Pero esto es sólo el aperitivo de la cobertura informativa de la campaña; los platos fuertes se sirven en otros tiempos y formatos. Están los editoriales, las tertulias, las entrevistas, los debates, las semanas previas al corsé de la campaña, las noticias que no son de campaña pero que sí lo son...

Me pongo en la piel de un responsable de informativos y me pregunto, por ejemplo, cómo haremos el debate entre candidatos: ¿estamos conformes que sea Romeva quien represente a Juntspelsí y que no se hable nada de la acción de gobierno de los últimos cuatro años (Romeva ya ha dicho que no se piensa meter) o, puestos a buscar soluciones imaginativas, organizamos un debate entre los números 4 por qué pueda ir Mas? O en la clásica entrevista al candidato, ¿quién pediremos que participe, el número 1 de la lista o el candidato, ya que por primera vez en la historia no son la misma persona? ¿Puede Romeva, por ejemplo, pronunciarse sobre el momento preciso en que se hará la famosa Declaración Unilateral de Independencia (DUI) si no es él quien la firmará? En definitiva, ¿dejaremos que el presidente de los últimos cuatro años revalide el cargo sin haberle hecho ni una sola pregunta comprometida?

¿Y qué haremos con Junqueras? Imagino que poco más que nada. Si los números dos habitualmente no tienen ningún papel mediático relevante, imagínense uno que va de cinco. Tal vez para compensar el ostracismo que le espera a quien hace unos meses parecía llamado a convertirse en el 130º presidente de la Generalitat alguien pensó de hacerle aquella ridícula “entrevista al jefe de la oposición”; y escribo ridícula porque fue el apelativo empleado en un duro comunicado por la sección sindical del Sindicato de Periodistas de Catalunya, en el que especialmente se censuró la retransmisión en directo de la firma de la convocatoria electoral, una más de las decenas de momentos históricos retransmitidos en directo por TV3 a mayor honor y gloria del masianismo.

Sin duda, el 11S será una fecha clave, seguramente la que más. Se espera una gran movilización ciudadana en la Meridiana, y en consecuencia eso merece una amplia cobertura mediática, a la altura de la de los 11S de los últimos años. Pero la cuestión es si esta cobertura computará como tiempo dedicado a una candidatura, y por lo tanto al resto de listas se les dará el tiempo proporcional que les corresponda. Lo veo improbable, pero a la vez entiendo las voces que defienden que debe ser considerado acto electoral por mucho que la ANC esté diciendo que no debe verse así. Al fin y al cabo, será el primer día oficial de campaña, la manifestación la promueven entidades que impulsan y están integradas en Juntspelsí, y el mensaje de la mani y el de la candidatura no pueden ser más idénticos. Dicho esto, y visto lo ocurrido con el logo de verano de Junts en TV3, ¿cómo cubrimos la Diada?

¿Y qué actitud mantendremos con los otros, los que no compran las plebiscitarias? Les preguntaremos únicamente sobre la cuestión nacional o querremos saber también si tienen alguna propuesta para mejorar la sanidad o la educación, o alguna crítica sobre la gestión de los recursos públicos o sobre medidas que no se han tomado para combatir la crisis y crear empleo? ¿Estará vedado en esta campaña hablar, por ejemplo, de la privatización de Aigües Ter-Llobregat, del posicionamiento de cada uno ante el TTIP, del impuesto de sucesiones, del caso Pujol, de las pelotas de goma o de la escuela inclusiva? En definitiva, ¿fomentaremos una campaña monotemática o la abriremos a la diversidad de asuntos que rodean la vida diaria de los ciudadanos?

En las tertulias, grandes creadoras de opinión, es donde se juega buena parte de la partida. Por ello, el menú y los comensales son cuidadosamente elegidos. Y el resultado es que escasean tanto la diversidad de temas como la pluralidad de ideas. Intento explicarme: encuentro comprensible, incluso profesionalmente irreprochable, que la cuestión nacional sea un tema recurrente en las tertulias de TV3 y Catalunya Ràdio, pero si llevas tres semanas en que la cosa aparece caaaada día, por la mañana, mediodía, tarde y noche, y en las que las reflexiones son más o menos las mismas hechas más o menos por las mismas personas... es que quizá algo no se está haciendo bien. Y aquí no llevamos tres semanas, ni tres meses, ni tres años, sino mucho más. De acuerdo, tal vez no sea cada puñetero día, pero lo parece.

Las tertulias radiadas y televisadas, tan serias y sesudas, a menudo tienen poco que envidiar a la típica tertulia futbolera donde todos, moderador incluido, son declaradamente culés y como mucho aparece uno del Madrid para darle un toque de color y crear la falsa sensación de pluralismo (subrayo, antes de que me lapiden, que en las teles de la capital el esquema y los vicios son calcados, pero a la inversa, tres del Madrid y uno del Barça). Claro que cada tertuliano se presenta como un librepensador con opiniones propias, faltaría más, pero tampoco nos chupemos el dedo, la abrumadora mayoría de los que aparecen en la radio y tele públicas catalanas se identifican con las posiciones de CiU y ERC, y éste era un statu quo que podía colar mientras eran dos partidos distintos y distantes, pero ahora que se han refundido en una opción política habrá que ir con mucho tiento si se quiere evitar el ridículo. Es decir, si se quiere evitar ir hacia el modelo telemeseta.

Hagan lo que hagan, TV3 y Catalunya Radio serán objeto de duras críticas en las próximas semanas. Todos lo seremos, por supuesto, pero más aquellas de las que todos somos accionistas. Lo único que las puede salvar, medianamente, es que estas críticas provengan de todas partes, y muy especialmente de la lista de los buenos catalanes.

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