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El fenómeno televisivo y judicial de 'Making a Murderer'

Steven Avery, en una de sus imágenes para la policía mostradas en Making a Murderer / Netflix

Jesús Travieso

La vida de Dean Strang y Jerry Buting ya no volverá a ser la misma. Estos abogados estadounidenses eran dos desconocidos que ahora son personajes muy queridos. En internet es fácil encontrar elogios o hasta declaraciones de amor hacia ellos. E incluso se ha llegado a calificar a Strang de “nuevo sex symbol” de Estados Unidos. ¿La razón? Haber defendido a Steven Avery, un hombre condenado por un crimen que posiblemente no cometió. El trabajo de ambos se puede ver en Making a Murderer, una serie documental que es el último éxito de Netflix.

El amor por Strang y Buting es solo uno de los ejemplos que evidencian el fenómeno que ha supuesto Making a Murderer para los espectadores que han visto sus 10 episodios en la plataforma de streaming. Y es que el caso de Steven Avery y de su sobrino Brendan Dassey ha trascendido al relato que han hecho de ellos las cineastas Laura Ricciardi y Moira Demos.

La historia de Avery es el paradigma de la desventaja de los pobres en la justicia de Estados Unidos, donde tienen todas las de perder con aquellos que cuentan con medios de sobra en forma de abogados, testigos y pruebas periciales. Donde todo lo que le ocurre tiene más que ver con el ensañamiento y el prejuicio que con la mala suerte. Una trama que, desde la distancia, se suma al renovado género con casos reales que revitalizaron primero Serial y después The Jinx.

La serie arranca con la condena a este chatarrero oriundo de Manitowoc (Wisconsin) por una violación, a pesar de que nunca hubo pruebas suficientes. No se le dejó ver a ningún abogado. Avery ya estaba en el objetivo de la policía, que le había detenido días antes por el ataque a una mujer, que resultó ser la esposa de uno de los agentes.

La evolución de la investigación en las pruebas de ADN acabó exculpándole, pero ya había pagado demasiado: estuvo 18 años entre rejas hasta que salió. Tras dejar la prisión, empieza una carrera judicial para hacer pagar a todos aquellos que fueron a por él injustamente. Y ahí vuelve a empezar su calvario, que acaba con su regreso a prisión por una acusación mucho más grave que la que recibió cuando era joven.

10 años de trabajo

La realidad que cuenta Making a Murderer comprende todos los periodos de la vida de Steven Avery. Para contar de forma pormenorizada y en 10 episodios lo que rodea al caso, las directoras pasaron investigando y rodando durante 10 años. E insisten en que se han quedado sin mucho material por utilizar. Ambas descubrieron el problema de Avery tras verlo en el New York Times. Y desde el estreno en Netflix no han parado de conceder entrevistas. Los matinales de EEUU han hablado de la serie y los late shows la han comentado e incluso parodiado. Todo el mundo habla de su documental.

Ricciardi y Demos tuvieron que cultivar relaciones con todos los implicados en el caso (aunque algunos no quisieron hablar con ellas). Por eso podemos ver las casas de la familia de Avery, los despachos de todos los abogados, sus paseos en coche de su novia e incluso escucharle a él mismo en las conversaciones por teléfono con las creadoras. Hasta lograron que uno de los jurados que estuvo en el juicio participase.

¿Por qué todos quieren a Avery?

La corriente en favor de Steven Avery y de su inocencia comenzó cuando se empezaron a conocer las primeras reacciones de los espectadores. Sus defensores llegaron a promover una petición a la Casa Blanca para que se pronuncie sobre un posible indulto, tras lograr las más de 100.000 firmas exigidas para que Washington responda.

Pero, ¿por qué se cree mayoritariamente que Avery es inocente? El relato del documental sobre la obtención de las pruebas contra él y los métodos utilizados por sus abogados para refutarlas es la primera respuesta. También lo que ocurrió en la primera condena injusta, donde se demuestra que la policía fue claramente a por él tras su choque con la esposa de un agente.

La otra razón es la batería de acciones judiciales que iba a iniciar Steven Avery para lograr condenas y una gran compensación económica por todos los años que no disfrutó de su libertad. Pretendía cargar en los juzgados contra los implicados en su arresto y posterior condena. Por el juicio pasaron todos los que formaron parte del proceso que había acabado con una pena injusta. Es justo durante la celebración de estas vistas cuando sucede el crimen que volvió a dar un vuelco a su vida.

También influye en el respaldo a Avery la suerte que corre su sobrino, Brendan Dassey, que se ve inmerso en el crimen cometido tras un llamativo interrogatorio por parte de los dos policías que investigan el caso. La polémica está en que puede que él nunca estuviese allí. Al joven, que tenía 16 años entonces, le aplicaron una técnica de interrogatorio llamada Reid, que puede lograr que alguien confiese algo que realmente no hizo. Las capacidades intelectuales de Dassey, menores que la media, y que no estuviese un abogado presente en la declaración hicieron el resto. Además, uno de sus abogados, Len Kachinsky, hizo una defensa discutible de su cliente. Tanto que es uno de los grandes malos de la serie. Pero no el único.

Buenos y malos tras la emisión

No todo lo que rodea a la serie han sido apoyos. La indignación por el posible montaje contra Avery ha provocado que se haya puesto una diana a varias personas que aparecen en la historia. Y es que los villanos no son solo de ficción.

El que más críticas ha recibido ha sido el fiscal del distrito, Ken Kratz, que buscó por todos los medios la condena del encausado. Kratz se ha defendido diciendo que no se muestra todo lo que rodea al caso por el que se condenó a Avery, algo que han rechazado las directoras. Lo último que rodea a Kratz es que se ha visto envuelto en acusaciones de enviar mensajes sexuales a mujeres implicadas en procesos en los que él ha intervenido. También ha recibido críticas de sus propios colegas. Además, ha anunciado que escribirá un libro para contar su versión.

El abogado Len Kachinski, los policías de Manitowoc y todos aquellos que fueron contra Avery tampoco son muy queridos en la actualidad. Lo mismo le ocurre al periodismo, que no sale muy bien parado en la serie: las televisiones se cebaron y alimentaron las acusaciones contra tío y sobrino, sin omitir ningún detalle.

Making a Murderer es una serie real donde los buenos quedan retratados como sospechosos y los malos logran recibir la etiqueta de “supuesto”. Todo apunta a que el crimen no lo han cometido los que están en la cárcel, sino todos aquellos que concentran el poder y se valieron de éste para encausar a aquellos que les incomodaban. Aunque lo extraño es no dudar de todo y de todos tras ver sus 10 episodios.

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