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“El público está bastante saturado de fotografías de muerte y destrucción”

Una de las fotografías de Lynsey Addario tomada en Afganistán.

Marcos Pinheiro

La vida profesional de la fotógrafa Lynsey Addario se convertirá en una película. Ella espera que la cinta no olvide a las protagonistas de sus coberturas: las mujeres en los conflictos armados. Addario estudió en Estados Unidos para después marcharse a América Latina donde comenzó a ejercer su pasión, la fotografía. Tras unos años dio el salto a la India, y de ahí al Afganistán controlado por los extremistas. Se movió por los países árabes enfrentándose al machismo de unos y otros. Fue secuestrada en Libia. Ganó un Pulitzer.

Addario reúne ahora todas estas experiencias en el libro En el instante preciso (Roca Editorial), que será llevado a la gran pantalla por Steven Spielberg. Cuenta, en conversación con eldiario.es, que el secuestro en Libia fue el detonante para comenzar a escribir el libro. Como le ocurrió a otros periodistas que trabajaban en la zona, las fuerzas leales al dictador Muamar el Gadafi la secuestraron durante la guerra civil de 2011. Aunque solo estuvo unos días en cautiverio, ese secuestro, durante el que simularon en varias ocasiones que la ejecutaban, dejó en ella una experiencia traumática.

Comenzar a escribir fue la manera de “procesar” ese trauma, “una especie de terapia”. Pasado un tiempo, esa excusa para mantener ocupada su cabeza y no pensar en la experiencia vivida en Libia había desembocado en un libro con un importante mensaje: “No todos los fotógrafos que cubren la guerra son adictos a la adrenalina. Esa idea errónea me vuelve loca”. Es una visión que espera que sea corregida en la película que va a contar sus vivencias.

Addario llegó a la fotografía de una manera gradual. Su afición desde la adolescencia se convirtió en un trabajo que le reportaba ingresos cuando se marchó a Argentina a aprender español. “Vi mis fotografías en el periódico y me di cuenta del poder de las imágenes para contar historias”. El fotoperiodismo se convirtió entonces en una manera de ganarse la vida. Sebastiao Salgado también jugó su papel. La fotógrafa cuenta cómo, tras ver una exposición suya, quedó “abrumada por el poder de sus imágenes y la forma en que una fotografía podía transportar al espectador a otro mundo”.

El fotoperiodismo de guerra entró en la vida de Addario de la misma manera, poco a poco. Primero se trasladó a la India y desde ahí comenzó a moverse por el sudeste asiático, enfocando su objetivo a las violaciones de los derechos de las mujeres, algo que ha seguido haciendo durante el resto de su carrera y que ha sido el emblema de su trabajo. El siguiente destino fue el Afganistán de los talibanes, en el año 2000, donde denunció con sus fotografías el infierno de las mujeres bajo esa sociedad tribal. Volvió tres veces más. Y entonces ocurrió el 11-S.

Addario forma parte de esa generación de fotógrafos que, como explicó David Furst, editor de fotografía internacional en The New York Times, han quedado marcados por los atentados contra las Torres Gemelas. Su carrera ha girado en torno a los conflictos que estallaron después. “Cuando estaba claro que EEUU iba a entrar en guerra con Irak, supe que tenía que estar allí para documentar la realidad sobre el terreno. Sentí la responsabilidad de estar allí”.

En uno de sus trabajos más famosos, publicado por la revista Time, Addario acompañó a una brigada de rescate en Afganistán. Se pegó a los soldados. En una secuencia de fotos, su objetivo casi roza con la espalda de los médicos que atendían a un militar herido. La última foto de la serie muestra cómo los sanitarios guardan un minuto de silencio frente a la bandera americana bajo la que se encuentra el soldado al que no han conseguido salvar la vida. Y admite: “Conseguir esas fotografías no fue fácil”.

La primera vez que se empotró junto a un grupo de militares, estos se mostraron “preocupados de que no fuese capaz de aguantar los rigores” de una base militar en un punto remoto de Afganistán. En un primer momento, se opusieron a que les acompañase a las zonas más peligrosas, pero la actitud de los soldados cambió cuando ella y sus compañeros demostraron que eran capaces de soportar las condiciones que se sufrían en la primera línea del frente.

“La gente merece ser consciente de lo que sucede”

Addario es prácticamente una excepción en una profesión sin apenas mujeres. Cuando empezó había muy pocas, y la situación no ha cambiado mucho 20 años después. “Supongo que tiene que ver con el hecho de que el trabajo es tanto psicológica como físicamente exigente, y que no se presta a una vida personal”. Es una hipótesis, dice. Lo cierto es que al mirar la lista de los ganadores de premios como el Pulitzer o el World Press Photo, apenas aparecen nombres femeninos.

La fotógrafa también pone el foco en la dificultad de compaginar su profesión con su vida fuera de ella. Tener una vida normal para un fotoperiodista de guerra es, asegura, “una lucha constante”. “Durante muchos años después de empezar a fotografiar, simplemente no tenía vida personal. Lo seguí intentando, pero era muy difícil mantener el equilibrio de estar ausente en zonas de guerra durante 2 y 3 meses y luego tratar de mantener una vida en el hogar. En algún momento, acabé pasando un promedio de 280 días al año viajando”, relata.

Esta fotógrafa estadounidense, que ganó el Pulitzer en 2009 junto a otros periodistas de The New York Times, pertenece a la corriente de fotógrafos que cree que la imagen ha perdido en parte su poder de persuasión. Que la saturación a través de internet está inmunizando al público frente a las atrocidades que recogen los fotógrafos. “El público está bastante saturado de fotografías de muerte y destrucción, de la crisis de los refugiados, etc.”.

En su opinión, en esa saturación han influido dos factores: las redes sociales y las constantes guerras durante los últimos 15 años. “La gente está cansada de ser bombardeada con temas difíciles”. La solución pasa porque los fotoperiodistas hagan un mayor esfuerzo por “involucrar a al público, por asegurase de que ponen su atención, en lugar de mirar hacia otro lado”. “Tenemos que ser creativos sobre cómo contamos las historias. Es una lucha constante, pero tenemos que seguir cubriendo estos temas, porque el público merece ser consciente de lo que está sucediendo en todo el mundo”, explica Addario.

Y, ¿cómo afectan esas imágenes a quienes las captan? Muchos periodistas y fotógrafos de guerra aseguran que vienen a su mente aún cuando han pasado muchos años desde que las presenciaron. “Trato de dejar mis sentimientos y emociones a un lado”, cuenta Addario, lo que no significa que no se emocione, dice. “A veces lloro cuando estoy trabajando, pero mantengo la cámara delante de mi ojo, sigo concentrada”. Cuenta que es cuando se aleja de la historia que está cubriendo, en la distancia, cuando sobrevienen todas las emociones.

Esta presión psicológica, unida al riesgo de la profesión, hace que la edad de retiro de quienes la ejercen se adelante considerablemente. No es su caso, cuenta Addario. Sigue planeando su próxima cobertura. “Puede que haya un momento en el futuro en el que sienta que necesito abandonar, pero no ha sucedido todavía”.

El siguiente paso en la vida de Linsey Addario es ver como ésta se hace película. La dirigirá Steven Spielberg y estará protagonizada por Jennifer Lawrence. “Es una sensación extraña. En la forma en la que lo veo no se trata de una película sobre mí, sino sobre la vida de de los corresponsales de guerra y reporteros gráficos en general”.

“Creo que hay un gran malentendido acerca de por qué los corresponsales cubren la guerra, y lo que nos mueve, y espero que la película dé al público una mejor comprensión de nuestras vidas”. Addario insiste en que confía que el film ponga el foco en los temas que han centrado su carrera: la situación de las mujeres en los conflictos y las violaciones de los derechos humanos. Que se muestren al público desde la gran pantalla. “Esa es la belleza de Hollywood, que el mundo presta atención”.

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