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El boom de la alimentación ecológica en España: ¿burbuja o una tendencia sostenible?

Huerto de lechugas ecológicas

Moha Gerehou

Desimplicados, ecologistas, convencidos y preocupados por la salud. En estos cuatro perfiles divide el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente a los consumidores de productos ecológicos, un grupo que en todo el mundo ha vivido un espectacular aumento en los últimos años y que se ha convertido en un negocio que cada vez mueve más millones.

En el sector coinciden en señalar el aumento de la conciencia ecológica en la población, especialmente entre la población joven y que son los que tiran del carro del sector no solo a la hora de consumir, sino también para producir (los menores de 55 años son un 61% del sector, mientras que en la agricultura convencional representan el 44%). Sin embargo en la fase final, la que va del comercio a casa, solo los jóvenes con un buen nivel adquisitivo son capaces de permitirse los precios de los productos ecológicos.

La oferta de alimentación orgánica en los estantes de los supermercados tiene un precio bastante más elevado en comparación a la de los productos convencionales y convierten al comprador en alguien que lo hace por principios e ideales, haciendo difícil que otros con un nivel adquisitivo menor se sumen a este estilo de vida por la gran diferencia que supone para el bolsillo. Por ello, las dudas surgen al preguntarse por qué los precios son tan altos para el consumidor, siendo como es un sector que recibe importantes subvenciones para incentivar su producción y consumo. Por ejemplo, un kilo de tomates en Carrefour saldría por 1,29€, mientras que en un supermercado ecológico como EnterBio el precio ascendería a 2,30€/kilo.

Un sector con gran apoyo de Europa

A día de hoy, España es uno de los grandes productores mundiales de alimentos ecológicos y también la que mayor superficie y número de productores tiene en la Unión Europea. Los datos corroboran sin duda el liderazgo en el sector, ya no solo a nivel europeo sino mundial. Por ejemplo, España es el noveno país en el mundo en número de productores de productos ecológicos o el segundo país de Europa en número de certificados concedidos de agricultura ecológica.

Pero estas cifras contrastan con las del consumo interno español, que apenas alcanza el 2% sobre el total y supone solamente un gasto de 20 euros por persona al año. Asimismo, el 25% de lo que producimos se consume aquí, por lo que las otras tres cuartas partes acaban siendo de provecho fuera de nuestras fronteras.

Pese a su buena posición internacional, es el cuarto país europeo que más subvenciones recibe, con más de 150 millones de euros entre 2007-2011 (último periodo con datos oficiales de la UE). En esta clasificación están muy por delante Austria, Alemania e Italia, todos ellos superando la barrera de los 200 millones de euros en ayudas a pesar de dedicar todos ellos mucha menor superficie que España a la agricultura ecológica. Estas cifras reflejan la seria apuesta de la Unión Europea, ya que las previsiones en cuanto a inversión en producción ecológica ascienden a más de 1.000 millones de euros en el periodo entre 2014 y 2020.

En marzo, el diario británico The Guardian se hizo eco de una tendencia de Gran Bretaña que puede dar la pista sobre hacia donde irá la producción ecológica en el resto de Europa desde la perspectiva de agricultores y ganaderos.

En Reino Unido los datos no son halagüeños, ya que el número de productores ecológicos se ha reducido por quinto año consecutivo. Además, según los últimos datos disponibles, el ritmo de conversión de terrenos a la agricultura orgánica ha bajado y, además, los terrenos ya dedicados a este tipo de producción se redujeron en total un 3,9%.

Esta tendencia británica por el momento no afecta a España ya que gran parte de lo que se produce se exporta a otros países. Pero cabe resaltar que incluso con la generosidad de las subvenciones, la superficie sembrada en Europa tan solo ha pasado de poco más de un 4 a un 5% en el periodo que fue desde 2008 a 2011.

Los agricultores sufren pese a las ayudas

Lo cierto es que el coste de la producción ecológica requiere de un número bastante superior de medidas respecto al convencional para poder ser considerada como tal. Eso deriva en que los agricultores y ganaderos tienen que invertir mucho más a la hora de empezar de cero o invertir una cantidad importante para transformarlo en terreno ecológico. Por otro lado, los productos han de pasar una serie de certificaciones de calidad y que garanticen el proceso ecológico durante toda la cadena.

En España estos dependen del lugar donde se produzca, ya que la legislación y los requerimientos no son iguales en todas las comunidades autónomas, lo que da lugar a una importante disparidad de criterios y precios dependiendo de la zona. Esto lleva a los productores a pensárselo dos veces antes de emprender en este sector, donde las subvenciones no son suficientes para garantizar la rentabilidad de la producción ecológica.

La FAO, el organismo especializado en Alimentación y Agricultura de la ONU, da algunas explicaciones de por qué se produce el encarecimiento de estos productos por encima de los que proceden de la agricultura convencional. Así, los costes de producción son generalmente más altos debido a que es necesario un mayor trabajo previo para conseguir que el producto sea completamente orgánico. Otra de las causas que da la organización es un mayor coste de transporte del material cosechado, ya que las cantidades suelen ser menores y deben ir separadas de los productos convencionales, lo cual da lugar a unos envíos más ineficientes y que por ende cuestan más.

Para algunas partes del sector, precisamente el hecho de que los consumidores de productos ecológicos estén concienciados y dispuestos de antemano a pagar más por dichos bienes hace que los precios se mantengan altos, pudiendo permitirse márgenes más elevados.

Uno de los grandes comercializadores de productos ecológicos y con más de 100 años de experiencia, Santiveri, justifica el nivel de estos precios explicando que la materia que a ellos les llega viene con un coste alto, asegurando que no les deja mucho margen de maniobra para bajar los precios. Aún así, insisten en que trabajan para que el coste de ambos se equipare lo máximo posible, como afirman que ya se produce en algunos de sus productos.

Ese es precisamente el objetivo final de los consumidores de productos ecológicos: encontrar los mismos a precios similares al de los productos convencionales para que los precios no sean un impedimento para poder aplicar su conciencia ecológica.

El oasis de las distribuidoras

Por su parte, las distribuidoras de productos ecológicos se encuentran en una situación curiosa. Al encontrarse en una posición intermedia, reciben los productos de los agricultores a un precio razonable y luego lo venden a las grandes cadenas a lo que coinciden en señalar como buenos precios, bastante lejos de los que finalmente les llega al consumidor en el supermercado pero que no fijan ellas. Además, la rentabilidad que puedan no encontrar en España la suplen exportando los productos a otros países con una cultura más acostumbrada al consumo ecológico como puede ser Alemania (el primer mercado de la UE en consumir este tipo de productos), Austria o incluso a los Estados Unidos.

Las Bodegas EHD, afincadas en Socuéllamos, se encargan del proceso completo desde la producción hasta la venta al consumidor, lo que abarata el precio final. Incluso con productos que requiere un embotellado como el vino, son ellos mismos los que lo llevan a cabo. Este método sin intermediarios es el que ven como clave para que al cliente le lleguen precios razonables que incluso rivalicen con los de productos convencionales.

Otro punto de vista con menor recorrido en la cadena la tienen empresas distribuidoras como Biocop, con más de 40 años de experiencia en el sector y que consideran que la agricultura ecológica sí puede ser rentable al ser un mercado en crecimiento y con el impulso de la Unión Europea. De la misma opinión son en Sojhappy, empresa fundada por el japonés Tasamiki Takazumi y afincada en España desde hace 20 años, donde también creen que el cambio de mentalidad de la población sobre la ecología, en especial por parte de la gente joven que está dispuesta a pagar un precio más alto en beneficio de una mayor calidad, traerá una mayor rentabilidad al sector.

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