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El nuevo señor deudal

El escritor y periodista Antonio Baños. / Los libros del Lince

Andrés Gil

Antonio Baños sabe mucho. Y lo cuenta muy bien. Es uno de los periodistas más brillantes de la prensa española. O ibérica. O estatal. O como quieran llamarla, ahora que hay tanto recelo entre su Cataluña natal y el resto de España. Pero lo cierto es que cada palabra que elige, es la mejor posible, cada argumento, el mejor hilvanado, cada idea, la mejor parida.

Baños escribe de economía, pero también de política, de ciencia, de arte, de religión. Es un erudito, él dice que precario y mileurista (y seguramente sea cierto en un mundo que penaliza el talento), por cuyas venas corre sangre roja, pero con rayas negras.

Posteconomía llega tras La Economía no existe. Pero sobre todo es un alarde conceptual con la prosa agitada, chocante, que te atrapa palabra a palabra, de un Baños inspirado que ve en la crisis actual un regreso a los peores tiempos de nuestra historia. Esa Edad Media oscura, enemiga del saber, perpetuadora de unos privilegios heredados de la cuna, cuya sociedad estamental se dividía en tres estados estancos: nobleza, clero y tercer estado.

En pleno 2012, las deudas, legítimas, ilegítimas o mediopensionistas, pero deudas al fin y al cabo, son imposibles de satisfacer para cada vez más personas y más Estados. Son deudas que arrebatan empleos, hogares, hospitales, profesores y salarios. Y sin salario, empleo ni casa, apunta Baños, nos volvemos siervos del señor deudal.

Pero no todo ha de ser tristeza. Y a Baños le sobra ironía, sentido del humor y sarcasmo. Al fin y al cabo, siempre se puede encontrar una salida. O, al menos, imaginarla. Baños la pinta con buenas dosis deductivas: este capitalismo, lo que está haciendo este capitalismo con la gente, sólo puede generar anticapitalistas a marchas forzadas. En su voracidad estará el origen de su autodestrucción. Como dice Baños, “el capitalismo contemporáneo es un juerga que sólo la juventud es capaz de soportar. A partir de cierta edad, se nos hace insoportable, como el calimocho. Tanta ambición y testosterona no casan con una vida equilibrada. El capitalismo te exige entrega total, radicalidad ideológica y eso que ahora en la monserga corporativa le llaman pasión”.

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