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El 'proceso 15-M', nuevos tiempos para la política.

ANDRÉS HOLGADO MAESTRE

El 15-M supone un fenómeno muy complejo. Fue la toma de conciencia por parte de un importante número de personas en España, de muy distintas posiciones ideológicas y situaciones económicas o profesionales (lo que lo hace de difícil análisis), acerca de una situación claramente percibida: los poderes públicos no estaban actuando en busca del “interés general” en lo que ya en aquellos momentos (2011) era una crisis declarada.

El eslogan “Esto no es una crisis, esto es una estafa” vino a sintetizar esa sensación, cada vez más generalizada. Hubo una sucesión de acontecimientos posteriores (con el punto álgido, institucionalmente hablando, de la entrega formal del poder político al poder financiero, al aprobar sumarísimamente y bajo presión irresistible a algunos diputados, en agosto de ese año, la infame reforma constitucional que supuso el principio del fin del “sistema de partidos de la transición”, aquellos que han gobernado aquí o allá y que se han beneficiado de sus peculiaridades), y la inevitable entrada en un nuevo proceso constituyente, que es en lo que estamos ahora aunque algunos sencillamente ni lo vislumbren. Pero no siempre los que viven la historia son conscientes de la misma.

De ese proceso espontáneo y desestructurado del 15-M, (aunque había y hay obviamente grupos políticos organizados y distintos según las zonas de España donde se “organizó”, que se reconocerían como “hijos” o “padres” del mismo 15-M), surgió una conciencia social que tendrá que plasmarse en alternativas políticas concretas que lleven esas demandas sociales al plano normativo y político-institucional. La plataforma antidesahucios o las distintas mareas, o la lucha por la renta básica son ejemplos de esto.

En la misma primera convocatoria electoral que hubo, las generales de noviembre de 2011, ya se dio un primer resultado: la aplastante mayoría del PP, que entonces canalizó mucho del voto del “descontento” de las capas sociales amenazadas por los recortes. Digno de analizar en este sentido: qué importancia pudo tener el 15-M en la abultadísima derrota del PSOE entonces en el Gobierno, y cuánto del voto masivo que tuvo el PP no pudo deberse a la confusión de un electorado asustado por las políticas anti-sociales que ya iniciara el PSOE y que creyeron el mensaje, falso a todas luces, de “eficiencia” del PP, por una parte; y por otra, cuántos votos se debieron al propio temor que tuvo que infundir en ciertas capas de población conservadora el propio 15-M. Recuérdense las propuestas que se hicieron luego en Madrid por parte de su “alcaldesa consorte” para limitar el derecho de manifestación a ciertas zonas. El diferencial de voto PP y PSOE, en Madrid capital, podría explicarse, acaso, por ese “miedo”.

Para las europeas de mayo de este año ya habían cristalizado algunas “ofertas propias” surgidas desde los movimientos o asambleas generadas desde el 15-M, aunque mucha de esa energía permaneciera, y permanece, lastrada por la sana costumbre política pero escasa capacidad organizativa del asambleísmo a ultranza, propia de estos movimientos hasta que fraguan... y desaparecen, dirían algunos amigos míos.

No obstante, ya se dio una importante presencia de opciones de regeneración del sistema desde posturas radicalmente democráticas (haremos un catálogo de las mismas) que se vieron oscurecidas por el fulgor personalista (hasta en la papeleta electoral) de Podemos, que facilitó mucho una primera identificación del “voto indignado” hacia esa opción, (IU recogió bastante más, pero “no está de moda”) potenciado además por la suma perfecta, pero irreal, de la circunscripción única.

Hubo también una primera manifestación de la debacle del PP: más de 6 millones de votantes en 2011 no lo hicieron en 2014, mientras que UPyD o Ciudadanos (que están en su mismo espectro ideológico) se hicieron con una parte importante de ese voto. Incluso VOX estuvo en un tris de obtener un eurodiputado, con lo que ahora sería evidente para todo el mundo lo que estoy afirmando: la recomposición de la “derecha” española es otro proceso en curso, y no separable del 15-M que nos ocupa.

En esas estamos y seguiremos con el asunto, pues nos quedan meses antes de la próxima cita electoral, si es que todo va por las vías reglamentarias...

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