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Los otros asesinados

Wayne Lotter, asesinado por defender a los elefantes en África. Foto: Krissie Clark/PAMS Foundation

Ruth Toledano

  • Wayne Lotter se suma a la larga lista de asesinados por defender la vida y la naturaleza publicada por The Guardian: 117 activistas en lo que va de año, 118 con él

Wayne Lotter, que llevaba tres décadas defendiendo a los elefantes en África, fue asesinado hace pocos días en Tanzania. Le pegaron varios tiros cuando iba en taxi por Dar es Saalam. Lo confirmó la PAMS Foundation, organización conservacionista que Lotter había cofundado, y lo ha denunciado la reconocida primatóloga Jane Goodall, que considera un “héroe” a este luchador por el medio ambiente y los otros animales. La policía tanzana señala como culpables del crimen a bandas ilegales de comercio de marfil y de caza furtiva, que el héroe ayudó a reducir en un 50%.

Wayne Lotter se suma a la larga lista de asesinados por defender la vida y la naturaleza publicada por The Guardian: 117 activistas en lo que va de año, 118 con Lotter. En 2016 fueron asesinados 201 defensores de la tierra. Brasil, Colombia, Filipinas y Honduras tienen el siniestro record de víctimas, pero los héroes del medioambiente también son eliminados en México, Guatemala, India, Kenia, República Democrática del Congo… En Argentina, el artesano Santiago Maldonado está desaparecido tras la represión ejercida por los militares argentinos contra la comunidad mapuche que ocupa desde hace dos años una pequeña parte de las 900.000 hectáreas que Luciano Benetton y su familia explotan en la Patagonia. The Guardian y Global Witness calculan que, a este ritmo, cuatro personas heroicas serán asesinadas cada semana por estos motivos.

No es casualidad que, mientras tanto, Donald Trump prohíba a su Administración utilizar el término “cambio climático”, así como las expresiones “reducir gases de efecto invernadero” o “extraer carbón”, tal y como hizo saber el Servicio de Conservación de Recursos Naturales a sus distintos departamentos, según unos correos internos a los que también The Guardian tuvo acceso. No es casualidad porque quienes disparan el gatillo contra los activistas actúan a las órdenes de las grandes corporaciones, las empresas extractivistas y las mafias aliadas. Al magnate Trump no le interesa la conservación de los recursos naturales porque va en contra de sus obtusas miras y sus cortoplacistas intereses, únicamente económicos. Con la violencia que le caracteriza, este vergonzoso mandatario mundial ha anunciado que Estados Unisdos se retira del ya de por sí insuficiente Acuerdo de París sobre cambio climático, y ha disuelto en Washington su Comité Asesor sobre esta materia.

A estas alturas de destrucción planetaria, podríamos decir que el mundo se divide entre quienes fomentan esa destrucción, como Trump, sus esbirros multinacionales y los cómplices políticos, y quienes atienden a la última llamada que da nombre al imprescindible blog que publica eldiario.es, cuyos impulsores alertan de que la crisis de régimen y de civilización no se superará sin atender a la crisis ecológica. “No queremos prestar atención a las personas que hace ya décadas vienen repitiendo y repitiendo machaconamente lo mismo con una razón aplastante: hay que cambiar de modelo ya que el actual no funciona porque es insostenible y lo insostenible, tarde o temprano, termina cayéndose”, escribían recientemente Marga Mediavilla y Jorge Riechmann en Última Llamada.

No solo no queremos prestar atención a esas personas sino que sus asesinatos casi pasan desapercibidos o se olvidan con rapidez. Pero una cifra de muertos como la que componen debería generar una alarma social y política a escala mundial. Porque es una cifra que da cuenta de que la violencia contra los recursos naturales y contra la vida de todos se está personalizando para eliminar los obstáculos más visibles (más valientes) y con fines disuasorios, atentando contra esas personas cuyo activismo supone una amenaza para los intereses de gente como Trump. Porque Trump no está solo: representa, en realidad, al capital transnacional de las empresas mineras, agroalimentarias, madereras, hidroeléctricas y de caza furtiva, como la que, probablemente, ha asesinado a Lotte.

“Nuestro territorio”, escriben Mediavilla y Riechmann, “está siendo tragado por el Sahara y eso debería provocar una inmensa movilización social que ni se ve ni se espera, y, sin embargo, es un problema de una relevancia histórica enormemente mayor que todas las controversias Madrid-Barcelona que ocupan páginas y páginas en los diarios”. El artículo fue publicado el pasado mes de junio, por lo que aún no se habían producido los terribles atentados en Cataluña. Si viene al caso es porque la controversia a la que se refieren los autores (que nada tiene que ver con las víctimas de Barcelona y Cambrils ni con la consecuente movilización social que ha generado ese dolor) se ha recrudecido y visibilizado en estos días, llenando muchas más páginas en los medios que los otros 118 asesinados en lo que va de año. Asesinados por defender, por ejemplo, a los elefantes en África. Elefantes como los que ha asesinado, por cierto, el padre de Felipe el Abucheado.

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