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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

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Memoria y elogio de la tercera España

Clara Campoamor.

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Sabemos, pero en tiempos de polarización nos quieren hacer olvidar, que algo que bien puede llamarse tercera España siempre ha sido la mayoría. Las oscilaciones hacia los polos en la primera experiencia ibérica con la democracia, en las elecciones para el Congreso durante la Segunda República, fueron un artefacto del sistema electoral, y es posible que la gente que prefería el terreno medio fuese la mayoría incluso en lo peor de la refriega, durante la Guerra Civil: todavía podemos encontrar su eco en una encuesta que hizo el CIS en 2008. Entre los entonces mayores de 65 años, con una memoria de primera mano, solo la mitad asignaban un bando a su familia (y a partes iguales, por cierto), mientras que la otra mitad decía que ambos, que ninguno, que no sabía o que no quería contestar. Y eso que para entonces muchos habían tenido que tomar partido habiendo preferido no hacerlo.

La tercera España fue generalmente republicana, porque era demócrata antes que nada, aunque los hubiera también conservadores y monárquicos. Algunos evitaron escoger bando durante la guerra, huyendo de ella, pero la mayoría, de nuevo, estuvo con la República, es decir, con la democracia, mientras eso fue posible. Algunos lo pagaron caro. Todos repudiaron sin excepción la barbarie de los extremistas, de ambos bandos. Quizá eso sea lo que los una, más que ninguna otra cosa. La democracia antes que las ideas; los derechos, la vida, antes que todo.

Hoy es común hacer chanzas con la tercera España, como lo es reivindicarla de forma un poco paradójica, partidista. Hoy la tercera España creo que somos (casi) todos y tal vez nos convendría rendirle cierto tributo. Estoy a favor de evitar la historia en la política, salvo en dosis medicinales, pero si hay que ir al baúl de los recuerdos, es mejor que sea para esto. Pintar un país de bloques polarizados, además de que necesita una brocha muy gruesa, tiene unos efectos muy poco deseables.

Recupero aquí una pequeña colección de personajes que creo que nos han legado cosas mucho más importantes para nosotros que las gestas de algunos de sus contemporáneos mejor recordados, para bien o para mal. La educación, el voto, la igualdad de derechos, la subordinación de las armas a la ley, el respeto a la vida y, por qué no decirlo, la libertad del espíritu. No son una muestra representativa, pero espero que se explique a sí misma.

 

José Castillejo (Ciudad Real, 1877 – Londres, 1945). Abogado y pedagogo, discípulo de Giner de los Ríos, liberal con resabios krausistas, fue, entre otras cosas, el secretario (y animador) de la Junta para la Ampliación de Estudios (desde 1907), presidida de forma más bien honorífica por Cajal y el impulsor del Instituto Escuela (1918). En tiempo de germanófilos (o francófilos) admiró la política y las instituciones educativas británicas (se casó con una escritora inglesa). La guerra civil le sorprende en Suiza, de donde regresa inmediatamente. En Madrid a duras penas, y gracias a ciertas amistades, logra salvarse de que lo “pasearan”. Al parecer fue literalmente paseado una madrugada, y devuelto a casa. Solo “para asustar”. Asustado, puso a salvo a su familia en Londres, adonde huyó él mismo en cuanto pudo. Entre otras muchas cosas, en el exilio escribió un libro muy notable Democracias destronadas, en inglés, que no apareció en español hasta el año 2008, y que es un precursor de la ciencia política de un cuarto de siglo posterior. Fue un intenso agitador contra los totalitarismos, y sus alocuciones en español La Voz de Londres sobre el nazismo parece que eran notables.

De acuerdo con sus contemporáneos, hizo un colosal esfuerzo para organizar la ciencia española y para atender “a los austeros trabajos de la reforma universitaria” (Jiménez Fraud). Desde 2004  hay unas becas de movilidad de profesores que llevan su nombre. Este manchego tiene una discreta pero linda plaza circular en la colonia del Cruz del Rayo, en Madrid.

Domingo Batet i Mestres (Tarragona, 1872 – Burgos, 1937). Veterano de Cuba y de África (fue juez en el caso del expediente Picasso, en el que muchos africanistas y el propio Rey salían mal parados), juzgado por conspirar contra Primo de Rivera (pero absuelto) y Capitán General de Cataluña durante buena parte del periodo republicano. Fue un hombre prudente que supo respetar las instituciones autonómicas y relajar las tensiones que esto suscitaba en el ejército. Cuando la Generalitat se rebeló en 1934, su Presidente le pidió que se pusiera a sus órdenes, pero Batet se puso a disposición de Lerroux, Jefe del Gobierno legal. Con la mínima fuerza y la mínima destrucción posibles, empleada solo después de haber ofrecido el diálogo, desbarató la sublevación. Compárese con la simultánea escabechina de Asturias, con más de un millar de muertos, para entender la importancia de esto. Era jefe de la VI división cuando se preparaba el “alzamiento”, lo que intentó impedir obteniendo garantías de sus subordinados, como Mola, de no participar en él. Fue traicionado, arrestado y fusilado, por pura ferocidad, por Franco en Burgos. Al otro lado de la línea, su familia fue perseguida durante la “revolución” subsiguiente, salvándose y escapando a Francia, al parecer, gracias a la amistad de Josep Tarradellas.

Clara Campoamor (Madrid 1988-Lausana 1972). Lejos de estar mal recordada, todo el mundo sabe que esta admirable abogada y política fue la principal protagonista del debate, frente a Victoria Kent, que logró la introducción del sufragio universal en España. Pobre de familia, se había matriculado en la secundaria a los 32 años, y en la universidad a los 34. A pesar de la opinión contraria de muchos periodistas y de una exministra de igualdad, no fue nunca socialista ni diputada socialista, sino liberal y de centro. (“Estoy tan alejada del fascismo como del comunismo. Soy liberal”). Fue parte del núcleo fundador de la Acción Republicana de Azaña, pasando después al Partido Radical, cuando fue imposible que se construyera un único partido liberal republicano. Abandonó a los radicales cuando se fueron hacia la derecha (tras Asturias) pero le negaron el ingreso en Izquierda Republicana (donde sí fue elegida, en el 36, Victoria Kent). Además del voto femenino, que primero intentó que fuera un derecho constitucional, sin éxito, como vocal de la comisión constitucional introdujo la no discriminación por razón de sexo, la igualdad de derechos dentro y fuera del matrimonio (también para los hijos) y el derecho al divorcio. Se marchó del país apenas comenzó la guerra.

Por cierto que la mala en el debate del sufragio, la krausista Victoria Kent, originalmente del partido radical-socialista, fue Directora General de Prisiones hasta 1934 (ojalá lo hubiera sido mucho más tiempo) donde, entre otras cosas, erradicó los grilletes y las cadenas, que mandó fundir, según se cuenta, para construir una estatua a Concepción Arenal.

Melchor Rodríguez (Sevilla 1893- Madrid 1972). Nacido en Triana, huérfano de un obrero muerto en un accidente, fue monaguillo en el hospicio, calderero y novillero. En el Madrid de los años 20 fue chapista, se afilió a la CNT y a la FAI. Su militancia se centraba en asistir a los presos políticos. Fue arrestado 34 veces en su vida; cuando le hicieron delegado de prisiones se pudo decir que conocía su trabajo como su casa. Hombre de pésima pluma (“torpe, sí, porque es la pluma de un explotado”) escribió malos artículos y peores versos. (“Vida, nobleza, bondad/ satisfacción, alegría/ todo esto es Anarquía”). Se recuerda una frase blanda que describe bien a este tolstoiano andaluz: “Se puede morir por los ideales, pero no matar”.

Es conocido por haber detenido los fusilamientos de presos de Madrid en Paracuellos y alrededores, que comenzaron el 7 de noviembre del 36. Tras confirmar sus poderes con el gobierno de Valencia, a comienzos de diciembre, hizo cesar las sacas y ejecuciones. Puede que salvara miles de vidas (se le atribuye haber impedido con una acción personal decidida el linchamiento de presos en Alcalá, donde había 1400 detenidos). En marzo fue destituido por Negrín, presionado por los comunistas (algunos siguieron diciendo hasta la Transición que fue un quintacolumnista) y pasó a ocuparse de la dirección de cementerios. Concejal por la FAI de Madrid, no quiso huir, y se quedó con Besteiro. Un tribunal franquista le condenó a seis años, cumplió año y medio. Algunos mandamases del nuevo régimen le debían su vida y testificaron en su defensa. Según sus compañeros de militancia rehusó cualquier ayuda del régimen y trabajó como agente de seguros el resto de su vida. Murió como anarquista. Varias fuentes aseguran que su entierro reunió a muchas personas de los dos bandos, y que en el cementerio de la Almudena el ministro Martín Artajo rezó un padrenuestro, tras lo cual los compañeros de Melchor cantaron “A las barricadas”. Hay que imaginar el imponente son de La Varsoviana, en 1972, escuchado en silencio por las autoridades.

Rafael Cansinos Assens (Sevilla 1882- Madrid 1964). Escritor y erudito a quien una generación de autores, la mayoría de los vanguardistas, llamaban simplemente “maestro”, incluyendo a Jorge Luis Borges, uno de sus innumerables corresponsales, y peregrinos a su piso de la Morería, frente al Viaducto de Madrid. Fue poeta, novelista, crítico y memorialista. Entre otras cosas, fue el gran animador del interés por el mundo judío sefardí, y editor él mismo de unas “Bellezas del Talmud”. Tenía el don de lenguas. Para practicar, sus diarios personales los redactaba normalmente en inglés, pero también en francés, alemán y hasta árabe aljamiado. Padre inverosímil del ultraísmo, fue libre, irónico y sabio por encima de todo. Republicano convencido, la brutalidad de la política lo intimidaba o divertía, según el caso. Comunistas y fascistas reciben por igual sus burlas e ironías, pero aceptaba con curiosidad la amistad de todo el que se la brindaba. Era muy simpático. Mantenía correspondencia con personas de todo el mundo, pero jamás salió de Madrid, adonde llegó con 15 años. Nunca vio el mar, ni otro horizonte que la sierra desde el viaducto. Nunca fue a la universidad ni recibió educación reglada. Nunca le dieron un premio, ni un dinero que no fuera fatigoso de ganar. Cuando el franquismo le ofreció colaborar en una publicación oficial, simplemente rehusó. Vivió olvidado, traduciendo para su amigo Aguilar: el Corán, las Mil y una noches, casi todo Goethe, Schiller, Dostoyevski, Balzac… Un auténtico prodigio. Aunque siempre vivió con su hermana “y un montón de pájaros”, conoció el amor y la paternidad siendo ya bastante mayor. A su hijo estaban dedicados algunos de sus últimos poemas. Borges dijo de él que solo había conocido a tres auténticos genios en su vida, uno de ellos Cansinos Assens. No dijo quiénes eran los otros dos, tal vez dispuestos para evitar la hipérbole.

*Esta entrada recupera algunos fragmentos de textos aparecidos aquí y aquí

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