Brasil, el país del 7 a 1
Dilma Rousseff ha sido reelegida con el 51% de los votos, pero el número que mejor expresa a Brasil es el que festejó Angela Merkel en julio. Una inflación que roza el 7% anual y un crecimiento anémico que ni por asomo llega al 1% anuncian turbulencias. El PT logró la victoria porque mantuvo el desempleo bajo, pero ahora viene el ajuste. El voto por la continuidad anticipa un cambio – y no es para mejor.
La democracia brasileña está consolidada o, visto de otro modo, bloqueada: no cae, pero tampoco evoluciona. En los últimos veinte años, el sistema político desarrolló tres constantes: multipartidismo en el congreso, bipartidismo en la presidencia y coaliciones en el gabinete.
Brasil ostenta el parlamento más fragmentado del mundo, con un número efectivo de partidos superior a trece. Por comparación, el Congreso español no llega a tres. Como resultado de esa pulverización, el partido de la presidenta detenta el 13% de los diputados - ¡y es la primera minoría! Su contraparte en el Senado, el PMDB, carece de ideología, es el heredero de la oposición permitida durante la dictadura y es aliado del PT, que lo premia con la vicepresidencia y ministros. Pero aún con esta alianza el quórum queda lejos. La construcción de una mayoría legislativa que apruebe los proyectos del ejecutivo requiere la compra de voluntades adicionales. Que la gobernabilidad sea posible no significa que sea gratis. La fragmentación partidaria se extiende por todo el territorio nacional, donde nueve partidos se reparten el gobierno de los 27 estados. El PT sólo controla cinco.
Gráfico. Número Efectivo de Partidos (NEP) Presidencial y Legislativo, Brasil (1986-2014)
Paradójicamente, en las elecciones presidenciales el país ha sido bipartidista durante 20 años. Desde 1994, el PT y el PSDB se alternan en el primer y segundo lugar. El partido más grande, el PMDB, no presenta candidatos pero siempre incluye a uno de sus hombres como vicepresidente de alguno de los otros dos. Cuando su aliado es derrotado, no tiene complejos en correr en auxilio del vencedor.
La combinación de fragmentación parlamentaria con bipartidismo presidencial se ha manifestado en una fórmula de gobierno llamada presidencialismo de coalición. Los brasileños adaptaron al presidencialismo una práctica típica del parlamentarismo y la exportaron a toda la región. La fórmula, sin embargo, tiene contraindicaciones y efectos secundarios. El más visible es un gabinete sobredimensionado que en este momento incluye a 39 ministros de diez partidos. La consecuencia es un país que se gobierna pero no se reforma, porque el presupuesto alcanza para pagar políticos pero no políticas.
Los politólogos Daniela Campello y César Zucco identificaron los determinantes del voto en América Latina y llegaron a una conclusión: los electores premian o castigan a sus presidentes por causas ajenas a la gestión. El estudio revela que es posible predecir la reelección del presidente o de su partido sin apelar a factores domésticos: basta considerar el precio de los recursos naturales (léase valor de las exportaciones) y la tasa de interés internacional (léase valor del crédito y la deuda). En jerga académica, it’s the economy, stupid!
Gráfico. Evolución del PIB y de la tasa de desempleo
Dilma ha ganado porque la economía brasileña está parando pero todavía no está cayendo. Sin embargo, las perspectivas son negativas. Se acerca un periodo de crecimiento raquítico, inflación alta y aumento de las demandas sociales. La presidenta deberá afrontarlo con un Congreso que, además de fragmentado, será el más conservador de la historia.
Mientras la economía exige gastar menos, la política reclama gastar más. Por eso Brasil es tan previsible, y periódicamente repite sus milagros cortos salpicados por estancamientos largos.