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Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.

Claves para las elecciones europeas

Ilustración: Guillem Roig Serra

Josep M. Lloveras

Exfuncionario europeo —

Las elecciones al Parlamento Europeo tendrán lugar en España el domingo 26 de mayo de 2019 para elegir 64 diputados, número no despreciable en un parlamento de 705 escaños. El mismo día se celebrarán las municipales y en 13 comunidades también las autonómicas, lo cual puede generar movilización, pero también confusión. Las elecciones legislativas habrán tenido lugar un mes antes, con lo que al menos se habrá evitado un más indigesto superdomingo electoral. 

En las últimas europeas, celebradas en 2014 se presentaron en España 39 candidaturas de las que solo 10 obtuvieron representación. Las elecciones europeas suelen percibirse como distantes y secundarias y se votan a menudo en clave nacional, lo que se traduce en una baja participación. Si embargo, las próximas revisten una importancia particular, mayor que en anteriores ocasiones, por lo que conviene juzgarlas en clave europea y con plena conciencia de sus efectos. 

Del resultado dependerá la composición del Parlamento Europeo, el cual desde el Tratado de Lisboa tiene que dar su acuerdo previo a toda la legislación ordinaria de la UE, lo que afecta a multitud de ámbitos de nuestra vida diaria, entre ellos el margen de maniobra del Gobierno para conducir la política económica. El resultado condicionará también la elección del presidente de la Comisión Europea, figura clave en la dinámica de la integración europea. Recordemos que en las elecciones de 2009 irrumpieron los euroescépticos, ocupando 56 de 736 escaños y que en 2014 casi doblaron su presencia, hasta 108 de un total de 751. En la última ocasión y en la vecina Francia, el Frente Nacional fue la fuerza más votada.

Si observamos el peso creciente de los euroescépticos y de los antieuropeos de uno y otro extremo en los parlamentos nacionales, hay que considerar el posible resultado de un Parlamento Europeo con una cuarta parte de eurodiputados refractarios y tan fragmentado, que pueda resultar difícil conseguir las mayorías necesarias para impulsar el proyecto europeo. Ello podría ser un riesgo asumible si la UE no afrontase desafíos existenciales y se tratase de un proyecto culminado y plenamente equipado para resolverlos. Pero no es el caso.

Durante sus cinco años de vida, el actual Parlamento Europeo ha sufrido una acumulación de crisis sin precedentes y sin respiro. Mientras las secuelas de la crisis económica y financiera siguen aún marcando la agenda, con problemas pendientes como la desigualdad, el desempleo, especialmente juvenil, y la fractura norte-sur, empiezan a surgir dudas sobre cuándo puede surgir la próxima crisis. En paralelo, afloran otros retos igualmente importantes: la crisis de los refugiados en 2015, con el subsiguiente desacuerdo de muchos Estados miembros sobre la inmigración; el inicio del brexit en 2016, el acceso de Trump al poder en 2017 con una agenda contraria a los valores europeos; la puesta en cuestión de la legalidad democrática europea desde el interior (Hungría y Polonia) y de los procedimientos de disciplina económica desde Italia; el resurgir de imperios iliberales en el exterior (China, Rusia, Turquía); la guerra de Siria; la inestabilidad en el norte de Áfric; el recrudecimiento del terrorismo; la amenaza del cambio climático cada vez más present; los peligros de las redes sociales para la privacidad y la democracia y, una vez más, la dificultad en consensuar la política exterior, como hemos visto con Venezuela. Se comprende que la conjunción de tantas amenazas provoca un sentimiento de inseguridad y se traduce en el resurgir de los populismos en muchos países, incluido el nuestro.

Notable resilencia

Ante este difícil panorama, la Unión no se ha comportado pasivamente, incluso ha mostrado una notable resiliencia ante tamaño torbellino. Así lo muestran la posición unitaria y firme ante el Brexit, el papel en la conferencia del cambio climático de París en 2015, el reforzamiento del pilar de defensa, avances parciales en la unión monetaria y en mecanismos para reducir el riesgo de futuras crisis financieras, y propuestas en materia de inmigración o de responsabilidad de las redes sociales. Pero los resultados palidecen ante la magnitud de los retos, no por ignorancia de los problemas, sino por la debilidad de los instrumentos disponibles para atacarlos. En efecto, ninguno de estos retos se puede resolver en clave puramente nacional o incluso intergubernamental, es decir, cuando se requiere acuerdo unánime. Se precisan más mecanismos comunitarios o supranacionales, que implican cesión de soberanía a la UE. Pero los Estados son reticentes a aceptarlo y los políticos que mejor pueden liderar la UE, Merkel y Macron, están debilitados y el electorado vacila entre la desorientación y la indignación. 

Se empiezan a conocer los programas de los diferentes partidos políticos para las elecciones. Convendrá juzgarlos en su justo valor. He aquí algunas claves.

  1. No descalificar a nadie a priori. Los antieuropeos suelen ser maestros en el arte de identificar las preocupaciones de los ciudadanos, aunque no en la forma de resolverlos. Reconocer los problemas es el primer paso.
  2. La utilidad. En una elección de circunscripción única, regida por nuestra regla habitual de proporcionalidad, la mayoría de listas acaban en la papelera, por lo que el voto de protesta o testimonial suele acabar en el olvido.
  3. El grupo. ¿Con qué grupo del Parlamento Europeo se asociará cada lista para poder ejecutar su programa? Dime con quién andas y te diré no solo quién eres, sino qué puedes conseguir.
  4. El candidato a presidir la Comisión Europea. ¿Está definido? ¿Parece adecuado? 
  5. El programa. ¿Ataca los problemas? ¿Lo hace con soluciones europeas y en línea con los valores europeos? ¿Fomenta más integración europea?

Del resultado de las elecciones dependerá que la Unión Europea pueda dar un salto hacia la culminación de la construcción europea o, por el contrario, continúe arrastrándose a remolque de las crisis poniendo en riesgo el propio proyecto.

[Este artículo ha sido publicado en el número 67 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

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