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El cangrejo rojo americano cumple “un siglo de invasión” con Andalucía como tercer productor mundial

Ejemplar de cangrejo rojo americano en las marismas del Guadalquivir. |

Juan Miguel Baquero

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El cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii) está conquistando el mundo. El crustáceo, nativo del sur de los Estados Unidos y del norte de México, está presente en 40 países de cuatro continentes. Y en el sur de Europa, el epicentro está en Isla Mayor (Sevilla), un pueblo cuya actividad pesquera convierte a Andalucía y España en el tercer productor mundial, sólo por detrás de China y Estados Unidos.

La denuncia en bloque por parte de organizaciones ecologistas de especies invasoras provocó la crisis del cangrejo rojo, solventada con la modificación de la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad. Desde entonces, la localidad isleña ha seguido siendo el principal comercializador andaluz de este producto con una facturación de 20 millones de euros anuales.

Cada campaña, en torno al 70% de sus alrededor de 6.000 vecinos dependen de una u otra forma de este producto. Aunque el sector ha navegado entre la salvación y la precariedad laboral, los ejemplares capturados en las marismas del río Guadalquivir acaban en varias factorías donde pasan por procesos de lavado, clasificado, cocido y preparado para su comercialización a distintos destinos.

El cangrejo rojo invasor

Ahora el crustáceo suma “un siglo de invasión”, según el estudio publicado por un equipo de la de la Estación Biológica de Doñana (EBD), de la delegación en Andalucía del centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La investigación “ha aparecido recientemente en Reviews in Fish Biology and Fisheries”, precisan.

Y detalla cómo el cangrejo rojo americano se ha expandido. La especie está actualmente presente en 40 países de cuatro continentes, apunta el organismo, dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación.

Se trata de “la especie de cangrejo de río o de agua dulce más ampliamente introducida en el mundo”, especifica el estudio. El “creciente interés” por este producto “en la acuicultura y la pesca llevó a su introducción en América Central, África y Europa entre finales de los 60 y principios de los 70”.

Y ahí aparece Isla Mayor. El Procambarus clarkii conquistó las marismas del Guadalquivir tras una introducción intencionada y con un fin claro: la explotación comercial. La iniciativa recibió en aquel momento incluso apoyo institucional y hoy, casi medio siglo después, es el pilar económico de la zona, junto a la producción arrocera.

Andalucía, tras China y EEUU

La masiva proliferación del cangrejo rojo americano provocó que el crustáceo fuera incluido entre las especies invasoras denunciadas por organizaciones ecologistas. Un movimiento que hizo peligrar la pesca en una zona enclavada en el entorno del Parque Nacional de Doñana, del que se ha convertido en una suerte de privilegiada despensa.

La crisis del cangrejo pasó, superada no sin pocas dificultades, y España sigue siendo el tercer productor de este producto a nivel mundial, solo por detrás de China y Estados Unidos. Cada campaña del cangrejo, el movimiento económico linda los 20 millones de euros desde Isla Mayor, según confirmaban fuentes del sector a la agencia EFE. Y 7 de cada 10 isleños viven, de una u otra forma, de estos especímenes rojos que pululan por medio mundo.

En los últimos años, ha surgido un competidor en el Bajo Guadalquivir, unos ejemplares de cangrejo azul detectados en España desde el año 2012. Estos últimos, de mayor tamaño y voracidad, son depredadores naturales del cangrejo rojo y su precio es bastante mayor: unos 4 euros el kilo por el cangrejo azulado y 0,80 por el rojizo. Los pescadores están a la expectativa de qué resultado da la ecuación.

Cronología de una “invasión”

Las primeras introducciones en territorios no nativos de la especie ocurrieron en California, las islas de Hawái, Japón y China en la década de 1920. El objetivo era que estos cangrejos de agua dulce sirvieran como alimento en granjas de cría de la rana toro americana.

El creciente interés del cangrejo rojo americano “en la acuicultura y la pesca” multiplicó su expansión a finales del siglo XX, cuando esta especie colonizó gran parte de los Estados Unidos, Europa y Asia oriental. Y ahora, el comercio de mascotas puede estar detrás de las recientes introducciones del cangrejo rojo americano en países como Malta, Indonesia o centro de Europa, añade la investigación.

El estudio “ha revisado la historia centenaria de la invasión del cangrejo rojo con el fin de actualizar el conocimiento sobre su distribución global, sus rutas de introducción y las principales vías de introducción que describen los movimientos de esta especie”, explica Fran Oficialdegui, investigador de la EBD y autor principal del informe.

La “dificultad” de erradicar al cangrejo

Pero la “invasión” no ha acabado, avisa. Si la especie está “ampliamente distribuida, aún quedan áreas donde no ha llegado” y que resultan “idóneas” para su establecimiento. Y acabar con el cangrejo rojo es tarea casi imposible: “Salvo dos casos concretos, en aquellos países donde ha sido introducido, permanece hoy en día, corroborando la dificultad su erradicación una vez está establecido en el ecosistema”, advierte Oficialdegui.

Como causas de la expansión, el estudio aborda problemas como los “envíos comerciales de individuos vivos”. Un abastecimiento que puede ser para “escuelas o universidades para su estudio en clases de ciencias o experimentos de investigación” que incluyen “el estudio del sistema nervioso, fisiología o toxicología”.

O incluso “cualquier persona podría obtener individuos vivos desde cualquier parte del mundo, lo que conllevaría a múltiples envíos difícilmente rastreables y a liberaciones no deseadas en la naturaleza”, señala Oficialdegui. El problema viene, en ambos casos, si ocurren “escapes accidentales que generen poblaciones en la naturaleza”.

Los investigadores recomiendan “extrema precaución” por el “riesgo que supone el uso de especies invasoras con alto impacto sobre los ecosistemas de agua dulce en acuicultura, fines ornamentales y académicos”. Por eso “habría que reducir drásticamente su disponibilidad con el objetivo de evitar posibles introducciones”, apunta el estudio de la Estación Biológica de Doñana.

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