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“Los derechos ciudadanos han sido el botín de una guerra a la que nos empeñamos en llamar crisis”

El CAL presenta este martes el nuevo libro de la escritora Almudena Grandes 'Los besos en el pan'

Amalia Bulnes

Defensora de la ficción pero más apegada que nunca a la realidad, Almudena Grandes (Madrid, 1960) ha cedido a la tentación que le suponía volver a fabular dentro de nuestro presente más inmediato -“aunque se cumple una condición perversa: lo más inverosímil, es verdad”-. En su nuevo título, Los besos en el pan, la escritora dibuja una suerte de fresco contemporáneo envuelto en el sfumato de la crisis económica. Construido en cadena con pequeños relatos entrelazados, de personajes corrientes, que habitan un barrio corriente, Grandes ha huido del carácter panfletario que hubiera impregnado la narración hacer un catálogo de situaciones en crisis y ha optado por “contar la vida ahora mismo... Porque en medio de la situación económica, en paralelo, pasan cosas: pasa la vida”.

Describe usted situaciones cotidianas tan de actualidad que bien podrían publicarse en el periódico de mañana y, sin embargo, le da título con un símbolo de la posguerra, retrocediendo a tiempos pasados: Los besos en el pan.Los besos en el pan

Este libro tenía que ser coherente con lo que había escrito anteriormente, Los episodios de la Guerra. Siempre he escrito sobre España, antes mirando al pasado para poder comprender el presente; y ahora he cedido a la tentación de hablar del hoy y el ahora. Pero no como el momento de crisis que nos quieren hacer creer, sino dentro de esa línea de coherencia que me lleva a afirmar que estamos en guerra. Estamos pasando por una coyuntura económica y social que es una guerra; una guerra en la que los derechos ciudadanos han sido el botín y donde los gobiernos han colaborado con el enemigo, en vez de defender a su población.

Usted se retrotrae a la generación de la posguerra para ponerla de ejemplo en este libro de relatos donde los abuelos, como pilares de la familia y la sociedad, tienen mucho protagonismo...

Si mi abuela hubiera conocido esta crisis, se partiría de risa. Le parecería, simplemente, una contrariedad propia y natural de la vida. Pero nos hicieron creer, en los años 90, que íbamos a ser ricos siempre y eso nos ha hecho pusilánimes, ha borrado los vínculos con nuestra propia cultura: la de la pobreza. La pobreza se heredaba de padres a hijos, pero no era culpable, ni indigna, ni paralizante: era un símbolo de la vida. Contra el que había que luchar para darle un futuro mejor a nuestros hijos, pero nada más. Ahora la gente se ha quedado sentada en un bordillo llorando, como niños pequeños a los que le han quitado el juguete del bienestar. Y nadie va a venir a arreglar esto, nadie. En este sentido, 'Los besos en el pan' es una reivindicación de aquella cultura de la dignidad de ser pobre, que nos hubiera ayudado mucho a parar el golpe.

Le preguntaba, precisamente, porque más que a la generación que vivió la Guerra, a mi esta novela me ha transportado a los años de la cultura del pelotazo, con lo peor de un país de nuevos ricos que nos indicaba que la felicidad tenía forma de chalet con piscina. Los analistas económicos no supieron prever la crisis, pero los intelectuales tampoco alertaron. ¿Por qué nadie escribió una novela sobre eso?

Porque nos los creímos todo. Nos creímos, además, que esa falsa riqueza y esa falsa felicidad había llegado para quedarse, que era para siempre. Vivíamos casi en un juego de rol, un juego muy hortera además, en un país muy desagradable en el que había que cambiar de Audi al mismo tiempo que el vecino. Es cierto, no lo supimos ver desde ningún parámetro, ni económico ni social pero es que, como decía, nos robaron los vínculos con nuestra propia cultura. Nuestros abuelos eran pobres pero tenían una conciencia política mucho más desarrollada y las trincheras intactas. La cultura del pelotazo, como dices, ha destruido también los cauces de lucha de nuestros abuelos, ese horizonte ha caído... Y ahora tenemos que cavar trincheras nuevas.

Desde el punto de vista historicista, 'El beso en el pan' es una novela muy galdosiana. Esa defensa de la pobreza, a la usted alude, podría ser el hilo conductor de la literatura en castellano, desde Rinconete y Cortadillo de Cervantes, a Galdós, pasando por el Lazarillo de Tormes... La historia oficial se ha detenido en las grandes gestas de España, pero los escritores han contado este país desde el hambre.Rinconete y Cortadillo

La imagen de la vida, claro que sí, tiene que ver con la pobreza. En mi obsesión por el siglo XX he rastreado, no sólo la literatura, sino el cine; y he encontrado un único tema: la pobreza. Pero la pobreza como atmósfera, dentro de la que hay historias alegres, amor, dignidad, momentos de felicidad... No la pobreza como derrota, ni como una mancha vergonzante, que son los signos perversos de la situación actual.

De hecho, éste es un libro impregnado por la ternura. Es una novela muy emocionante.

Hay un reconocimiento, una identificación de cada lector en cada una de las historias que, desgraciadamente, convierte el relato en emocionante. Me dicen que incluso sirve de terapia. Pero a mí eso me parece muy bueno, porque cumple una parte de la función social que tiene la literatura.

Y sin embargo, es un libro escrito en presente de indicativo todo el tiempo. Despojado de retorica, de figuras literarias...

Era el único tiempo verbal posible para narrar una época que aún no se ha fijado, un tiempo que no ha cristalizado y que no sabemos a dónde nos lleva. En este sentido, este libro ha sido un salto sin red. Cuando uno se sumerge en el pasado, lo hace con muchas más garantías, con perspectiva histórica y habiendo llegado a unas conclusiones que me cubren las espaldas. en 'Los besos en el pan' no hay nada de esto, y por eso he utilizado el presente, un estilo que puede ser muy potente, muy directo, pero también muy limitado: es como boxear con el lector.

Y hablando del presente, usted que ha sido siempre tan crítica con Europa...

(interrumpe) Europa no está como para ser crítico, está para hacerse el hara-kiri. Es un poder absolutamente decadente, y se están haciendo las cosas con una enorme irresponsabilidad: estoy temblando de pensar qué pasa con los refugiados este invierno... Y respecto a los ataques terroristas, hay preguntas que no nos estamos haciendo ante la salvajada humana que ha ocurrido. Pero si el llamado Estado Islámico -reconocer como estado a esa gente es el primer gran error de Europa- se financia gracias al petróleo, a la venta de armas... Habrá que preguntarse quién compra. Estamos ante unos niveles de ineptitud y de irresponsabilidad criminal.

¿Y no cree que la ferocidad de esta crisis ha hecho que, en cierta medida, salgamos del letargo y nos estemos espabilando un poco?

Quizás esté despertando la sociedad civil, pero la situación política no ha cambiado.

Bueno, ya hay parlamentos, como el andaluz que, siendo un reflejo de la sociedad, están formado por nuevos partidos y muchos más colores.

Mire, los partidos nuevos no están cambiando la situación. No soy nada optimista a este respecto: El sistema bipartidista sólo va a cambiar en un sentido. Antes era una alternancia de partidos y ahora lo será de bloques. Y como ejemplo está Cataluña, lo que está haciendo la CUP me da vergüenza siendo una persona de izquierdas.

Se la intuye, últimamente, muy crítica con la izquierda española y europea.

La izquierda española ha desaparecido en un momento tan importante... Siempre me acuerdo de una frase de Lenin que decía: 'Hacer la revolución es comprender la realidad'. Aquí nadie se ha puesto a comprender la realidad, solo se preocupan de intentar llegar al poder. Me da pena escuchar muchas cosas... Como a Pablo Iglesias, que se atreve a decir que las ideas no sirven para llegar al poder... En fin....

 

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