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Duelo a baja temperatura

El presidente de la Junta, Juanma Moreno (i), durante su reunión con el secretario general del PSOE-A, Juan Espadas (d), en el marco de las reuniones con los partidos con representación parlamentaria para abordar la negociación del proyecto de Presupuesto
13 de octubre de 2021 20:47 h

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Mucho se ha especulado con que Juan Manuel Moreno Bonilla y Juan Espadas comparten un hilo común: ambos cultivan el perfil moderado, es decir, razonable, templado, cercano. De buena gente, que se dice en esta tierra, pese a que el término lleve implícito también (ahí está la parte negativa) cierto halo frívolo y superficial. En esto han consistido siempre sus estrategias de imagen: hacer de la necesidad virtud y convertir la falta de garra y brío en gancho electoral. Con un panorama nacional ensartado en el sable patrio de la bronca perpetua, aparecer ribeteado por una orla de sensatez y cordura es sin duda sugestivo, sobre todo para los observadores y analistas allende Despeñaperros, empachados de tanto tremendismo y visiones apocalípticas. Es normal que hayan girado los ojos hacia la habitualmente olvidada Andalucía, donde se libra un original duelo de liderazgos a baja temperatura, y cuya primera parada es el presupuesto del año próximo. Moreno y Espadas aseguran que su aspiración al acuerdo es sincera, aunque, sotto voce, pocos apuestan por que llegue a puerto merced a lo contrapuesto de sus modelos.

Al presidente de la Junta con lo de la moderación le ocurre lo mismo que a la Birgitte Nyborg de la serie Borgen. En uno de los capítulos, la protagonista funda una nueva formación que enseguida se llena de seguidores entusiastas. Cada uno está convencido de que el proyecto se ajusta como un guante a su forma particular de pensar, esa que le hizo abandonar las siglas de las que provenía por no satisfacer sus expectativas. Pero la verdad es que el ideario del recién estrenado partido no conecta con su ideología, es más, en algunos casos es completamente contrario. ¿Qué pasó entonces? Pues que en su afán de ver realizados sus anhelos, los animosos colaboradores se autoengañaron siguiendo la máxima marxiana (de los hermanos Marx) que se ha convertido en el símbolo de nuestro tiempo: creemos lo que queremos creer y no lo que ven nuestros ojos. Es tal el deseo de una derecha europea y civilizada capaz de alcanzar pactos de Estado, es tan acuciante la impregnación de un estilo Merkel que orille la retórica tosca de la extrema derecha, que Moreno Bonilla (al igual que Feijóo) ha sido elevado al santoral de la moderación política sin otro fundamento que el puro voluntarismo.

Es tal el deseo de una derecha civilizada, tan acuciante la impregnación de un estilo Merkel que orille la retórica tosca de la extrema derecha, que Moreno ha sido elevado al santoral de la moderación política sin otro fundamento que el puro voluntarismo

Porque la realidad, que no se puede borrar de un manotazo, es que lleva casi tres años gobernando cómodamente con Vox y siendo su principal paladín. Ha incorporado a la agenda del Gobierno andaluz aquellas exigencias de los ultras que tienen encaje legal y permite el Estatuto de Autonomía --el resto se ha quedado en suspenso, enturbiando el ambiente--, e incluso, como sucedió hace unos meses, les ha permitido divulgar su plan de rebaja fiscal y mostrarse como garantes de la estabilidad. Sin embargo, al contrario que la Birgitte de Borgen, Moreno no va a sacar a nadie del equívoco porque en este momento, con un Ciudadanos en estado zombi y Vox echado al monte con un trabuco (ya veremos si baja, que no sería la primera vez), la ficción moderada le es muy conveniente. En la carrera de fondo de la economía tampoco es que brille el centrismo. Daniel Cela le hizo en primavera una entrevista en estas páginas al consejero de Hacienda, Juan Bravo, que es un tratado de la ideología ultraliberal, si bien él presenta como recién salido del horno del sentido común el principio populista de que todo se arregla quitando impuestos, amén de glosar sin matices la meritocracia (el que triunfa se ha esforzado más que nadie para merecerlo). De sus manos saldrá el presupuesto. No sé cómo encaja esto con el modelo socialdemócrata del PSOE del Estado de bienestar y los servicios públicos.

Para poner tierra de por medio a lo hecho hasta ahora por su partido en el papel de oposición, Juan Espadas necesita de manera urgente de un golpe de efecto, como esos que se le imprimen de sopetón a las telenovelas que ya han dado mil vueltas y no logran despertar a la audiencia del duermevela. Lo que pasa es que sus superpoderes son la mesura y el diálogo, y esto, seamos objetivos, en un griterío de arengas que desdeña a los blandos y enaltece la palabra ferviente de los agitadores, es un inconveniente enorme. Por lo que yo sé, aun en condiciones normales, el miramiento y la cautela en los duelos electorales en raras ocasiones funcionan (estoy pensando en Ángel Gabilondo), aunque sean a baja temperatura y los rivales tengan pinta de hipotensos. Además, los cambios bruscos de guión suelen dejar víctimas. Espadas también debería tenerlo en cuenta. El ejemplo más afamado es el de Psicosis de Hitchcock: el primer golpe de efecto consistió en liquidar a la protagonista a los 20 minutos de metraje. No digo más.

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