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Escuche bien, señor Trump

El ministro de relaciones exteriores de China, Wang Yi

Mar Llera

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“Escuche bien, Sr. Trump: la política sobre la unidad de China no es negociable”. Así de contundente se acaba de mostrar Global Times, portavoz del nacionalismo rojo, al conocer las declaraciones del nuevo líder estadounidense sobre Taiwán.

Tras responder a la llamada de la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen en diciembre, el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha puesto en guardia a la diplomacia internacional: “No entiendo por qué Estados Unidos tiene que aceptar la posición china respecto a Taiwán y la construcción de un archipiélago en el Pacífico sin pedir nada a cambio, cuando nos perjudica su política monetaria de devaluación del yuan, su imposición de aranceles comerciales frente a nuestros productos y su condescendencia hacia Corea del Norte”.

El ministro chino de exteriores Wang Yi ha tachado de ignorantes, ingenuas e imprudentes estas palabras. Estados Unidos debe prepararse para afrontar consecuencias impredecibles en caso de hacer realidad este cambio de rumbo. Incluso el Gobierno de Taipéi se siente incómodo, receloso de que su soberanía se utilice como simple moneda de cambio.

Cada vez que Norteamérica exhibe su poderío naval en el mar de China meridional se evidencia un serio riesgo de confrontación, pero hasta el momento ha prevalecido la contención por parte de ambas potencias. Ahora bien, la situación podría cambiar si Trump se empeña en tensar todavía más la cuerda. Esa región constituye uno de los puntos más calientes del planeta y los expertos llevan tiempo advirtiendo sobre la posibilidad de que en un momento determinado los acontecimientos se precipiten.

Batalla ganada

Por otra parte, el Gigante Oriental acaba de ganar a Estados Unidos una batalla que ha pasado casi desapercibida al mundo. El rechazo de Trump al TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership) debilita el liderazgo comercial norteamericano –algo que la izquierda europea aplaude-, e induce también al aborto del TTP (Transpacific Trade Partnership) que Obama impulsó para contrarrestar una iniciativa paralela china, el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership), actualmente en proceso de construcción. De este modo se abre inadvertidamente una vía para que el imperialismo occidental sea reemplazado por la preeminencia asiática. Los dieciséis países del RCEP representan casi la mitad de la población del planeta, un 40% del comercio internacional y un cuarto del producto interior bruto global, lo cual significa una clara posición de liderazgo, con China a la cabeza. 

Una reciente evidencia que confirma el desplazamiento hacia el Este del eje mundial es la política de Rodrigo Duterte: incluso un aliado tradicional de Estados Unidos, Filipinas, se está “dejando querer” por el capitalismo rojo. Y eso a pesar de que un tribunal internacional en La Haya acabe de reconocer sus derechos frente al Gran Dragón, que se ha atribuido una gran área marítima meridional, donde está construyendo un archipiélago con propósitos militares. 

La prensa china pronostica que 2017 no va a ser un año fácil para las relaciones chino-americanas, pero confía en que Trump asiente la cabeza –y se muerda la lengua- una vez se haya familiarizado con el despacho oval. En cualquier caso, Pekín no va a entretenerse a dilucidar las intenciones de tan “unprecedented” –y “unpresidented”-  magnate. Mantendrá su firmeza y su contundencia con frialdad: la política sobre la unidad de China no es negociable. Y para defenderla dice estar dispuesta a pagar cualquier precio.

Llegados a este punto, trazado con tintes a un tiempo atroces y surrealistas, sólo se me ocurre esta reflexión: gobernar la primera potencia mundial a base de tweets, exabruptos y provocaciones parece el penúltimo episodio del trágico culebrón en que se está convirtiendo el mundo. ¿No queríamos espectáculo? Pues lo tenemos servido. Antes muertos que aburridos.

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