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Más allá del 'like', jóvenes comprometidos con un mundo más solidario

Jóvenes voluntarios ayudan en tareas de limpieza tras la DANA en Valencia.
13 de septiembre de 2025 21:31 h

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Los medios de comunicación y la cultura popular han jugado un papel clave en la construcción de esta narrativa. Con frecuencia, los jóvenes son retratados desde sus aspectos más conflictivos: actos de rebeldía, indiferencia o comportamientos extremos. En contraste, sus aportes positivos como el activismo, la solidaridad o el compromiso con causas sociales, rara vez ocupan portadas o generan debate público. Esta mirada parcial alimenta la idea de que la juventud está “perdida” o carece de principios.

Lo cierto es que este fenómeno no es exclusivo del presente. A lo largo de la historia, cada nueva generación ha sido blanco de críticas similares. En la antigua Grecia ya se acusaba a los jóvenes de ser irrespetuosos y desafiantes. En la Edad Media, se hablaba de su falta de disciplina. Así, los llamados “bulos generacionales” terminan simplificando en exceso la conducta de toda una generación basándose en estereotipos, no en datos reales o investigaciones objetivas.

Pero la realidad desmiente esa visión. Hoy, miles de jóvenes en todo el mundo lideran movimientos por la justicia climática, la igualdad de género y los derechos humanos. Sirva de ejemplo Greta Thunberg, que ha inspirado a otros muchos jóvenes en su lucha contra el cambio climático. Lo vimos también en España con la catástrofe de la DANA en Valencia y con la Covid.

De igual forma, cada verano, miles de jóvenes dedican su tiempo libre a actividades de voluntariado: colaboran en campamentos para niños, apoyan comedores sociales, limpian playas, cuidan ancianos o viajan a otras regiones y países para participar en proyectos humanitarios. Este fenómeno, cada vez más visible en nuestras comunidades, no solo habla de una juventud comprometida, sino también del enorme potencial que tiene el voluntariado como herramienta educativa, de cohesión social y de transformación personal.

El voluntariado juvenil en verano no solo les permite descubrir realidades distintas a las suyas, sino también desarrollar habilidades como el trabajo en equipo, la empatía, la comunicación y la responsabilidad.

Un estudio reveló que las personas que se enfocan en contribuir a mejorar la vida de los demás tienden a tener menores niveles de estrés y mejor salud física

Ayudar a los demás genera una gran satisfacción personal y un sentimiento de realización. Hay estudios recientes que muestran que comportamientos altruistas (donar, ayudar, tener gestos de bondad) se asocian con mayores niveles de felicidad subjetiva.

Albert Schweitzer, filósofo, médico y músico del siglo pasado, incluso concebía el hecho de servir a los demás como obligación ética. En sus escritos argumentaba que quienes tienen dones o ventajas deben devolver algo a la sociedad, aludiendo que esa responsabilidad de servir es parte del bienestar humano.

Erich Fromm, filósofo humanista, argumentaba que el amor, el dar y la capacidad de preocuparse por otros es esencial para el sentido de la vida y el bienestar. Para él, la felicidad no es un producto de la autoexploración, sino de nuestra capacidad de entregarnos y conectar con los otros. Cuando las personas desarrollan una relación profunda con los demás, experimentan bienestar y felicidad, un sentido de pertenencia y propósito.

De igual forma, un estudio de 2010 de la Universidad de California en Los Ángeles, reveló que las personas que se enfocan en contribuir a mejorar la vida de los demás tienden a tener menores niveles de estrés y mejor salud física. El estudio sugiere que el “dar”, ya sea tiempo, recursos o amor, desencadena la liberación de oxitocina, una hormona que no solo genera sentimientos de placer, sino que también refuerza las conexiones sociales y reduce la ansiedad.

El voluntariado no debe ser visto como una excusa para suplir carencias estructurales, sino como actividades complementarias a las políticas públicas

Históricamente, muchas de las primeras redes de ayuda social fueron promovidas por instituciones religiosas. La dimensión ética y comunitaria de muchas religiones impulsa a sus fieles a ayudar al prójimo como una expresión de su fe. También, las estructuras religiosas suelen tener una presencia territorial amplia, lo que facilita la organización de actividades solidarias.

Sin embargo, aunque este origen es valioso y merece ser reconocido, el voluntariado no se limita al ámbito religioso. Hoy en día existen múltiples organizaciones laicas, asociaciones civiles y plataformas que promueven el voluntariado desde una ética humanista universal. Aunque, ciertamente, lo importante no es la motivación que te lleve a hacer el bien, sino simplemente hacerlo.

Por otro lado, pienso que no debemos renunciar a la lucha por unos derechos y servicios básicos de protección social, garantizados por el Estado. El voluntariado no debe ser visto como una excusa para suplir carencias estructurales, sino como actividades complementarias a las políticas públicas. Así entendido, sería una forma de ciudadanía activa, de participación comunitaria y de corresponsabilidad. 

Y qué mejor sitio para empezar a cultivar esa conciencia social que haciéndolo desde pequeños en los colegios. No se trata solo de formar buenos estudiantes, sino ciudadanos responsables, capaces de ver más allá de sus propios intereses.

Muchas escuelas ya incluyen proyectos de aprendizaje-servicio (una metodología educativa que combina el aprendizaje académico con el compromiso social). En sociedades cada vez más fragmentadas, brindar a los niños y adolescentes la oportunidad de conocer otras realidades, la pobreza, la exclusión, la discapacidad, es una forma de construir puentes, de fomentar la cooperación y sin duda una inversión para un futuro más humano.

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